martes, 29 de septiembre de 2009

Los Templos de Desesperanza III

Por Klode

A medida que el terreno fue volviéndose más agreste y accidentado, a Klode le costaba más hacer avanzar a su montura, hasta el punto de decidir dejar el caballo para que éste encontrara solo su camino hacia el asentamiento elfo. La ascensión hasta un pico elevado, junto a la orilla, fue muy trabajosa y dejó a Klode extenuada y con un fuerte acceso de tos.

Como había dicho Ella, el reino de Azshara estaba poblado de criaturas muy peligrosas. Algunas apenas percibían su presencia, pero otras se declararon claramente hostiles. Llevaba casi medio día de marcha hasta que oyó la voz.

-¿Klode?

La muchacha, sobresaltada, miró en derredor unos segundos hasta advertir que el sonido provenía de su comunicador.

-Sé que me oyes, Klode.

-Mierda, pensé que lo había apagado.

Klode intentó manipular el comunicador mientras hablaba, sin fijarse por donde iba. Al final, incluso perdió pie y cayó por el acantilado, con la suerte de caer dentro del agua. Afortunadamente, sabía nadar tan bien como caminar por tierra, pero la frialdad del agua se le incrustó en el cuerpo como miles de agujas afiladas, casi dejándola sin respiración.

Mantuvo una conversación con Ella por el comunicador, diciéndola que estaba bien, que no se preocupara. Seguramente estaba muy cerca, tras sus pasos, pero no le importaba. En cierto modo, quería volver a verla. La echaba mucho de menos. Cuando pensaba en Ella… era como tener mariposas en el estómago. Sonrió, recordando algo que le había contado su madre hacía mucho tiempo.

¿Por qué pensaba ahora en sus seres queridos tan de repente? Le pareció un hecho tan extraño, que apenas se dio cuenta de que alguien se acercaba a toda velocidad por la orilla. Era Ella, por supuesto.
Saltó de su montura de sable como una exhalación y se acercó a Klode, abrazándola. La muchacha se ruborizó, muy sorprendida. ¿Por qué le había subido una ola de calor por todo su cuerpo? No sabía decirlo, probablemente por la alegría de verla.

Y ella no era la única que tenía pensamientos y recuerdos del pasado. Le dijo que Ella también los tenía, y que era obra de Trisaga. ¿Cómo podía ser posible? De todas formas, Ella dejó de resistirse, y le ofreció a Klode, por fin, ir con ella a por la sacerdotisa.