viernes, 31 de julio de 2009

El interrogatorio II


Aún con el pastelito en la mano, Jasmine se puso en pie y se giró, sólo para encontrarse mirando un muro de piedra.

- ¿Me buscabas?

La voz llegaba ahora de otro lugar, justo sobre su cabeza. La gnoma levantó la vista hacia el oscuro firmamento. Nada.

- Estoy aquí…

Esta vez la voz, casi divertida, parecía estar justo bajo sus pies.

- No tiene gracia – dijo Jasmine.

Empezaba a estar harta de aquel jueguecito y la irritación comenzaba a superponerse al pánico. Sin pararse a pensar, comenzó a correr hacia la salida del callejón, o eso fue lo que su cerebro ordenó a sus piernas. Pero algo extraño sucedía. Sus piernas pesaban como si fueran de adamantita y cada paso le suponía un esfuerzo tremendo. Para empeorar la situación, su vista comenzó a nublarse por momentos.

- No deberías comer tantos pasteles, Jasmine. Es malo para la salud.

Jasmine miró los restos del pastelito que aún sostenía entre sus dedos y entendió todo de golpe. La habían drogado…o envenenado. ¡Cómo podía haber sido tan estúpida!

- No tiene gracia – repitió mientras caía al suelo semi-inconsciente.

Tumbada en el suelo y luchando por mantener los ojos abiertos, intuyó más que vio cómo la oscuridad pareció disolverse a escasos centímetros de su cara hasta formar un rostro. Su mirada enajenada contrastaba con unos rasgos atractivos aunque ligeramente ceñudos, como en perpetua desaprobación. Era Imoen, sin duda alguna.

- Al contrario. La diversión no ha hecho más que comenzar.

Todo se volvió negro a su alrededor y luego Jasmine ya no sintió nada más.

El interrogatorio I


¡Eh! Gnoma inútil.

Sí, te hablo a ti y lo sabes, así que deja de comer y atiende.

¿Tengo ya tu atención? Estupendo. En tal caso, lee bien lo que pone debajo.


Búscame donde tú sabes lo más rápido que te permitan esos apéndices atrofiados que llamas piernas. Tenemos que hablar. O mejor dicho, yo peguntaré y tú hablaras. De tus respuestas dependerá que puedas seguir hablando o te corte la lengua.

Y como no te vea aparecer hoy mismo bajo el estropajo que llevas sobre la cabeza tendrás que aprender a andar con las manos.


Jasmine caminaba por las calles de Ventormenta lo más rápido que le permitían sus cortas piernas. La habitualmente dicharachera gnoma parecía intranquila, aunque puede que ésa no fuera la palabra que mejor definiera su estado de ánimo. En realidad, la gnoma estaba aterrorizada.

Desde que Imoen había desparecido en pos de la señorita Trisaga, meses atrás, Jasmine había intentado hablar con ella en alguna ocasión. Sabía que se había llevado el comunicador, pero ignoraba si oía sus mensajes.

Y de repente, el mensaje en el tablón. Casi se había hecho pis encima cuando lo leyó. Una cosa es saber que Imoen se había vuelto algo…inestable tras la trágica muerte de la señorita Liessel y otra muy diferente encontrarse con un mensaje que rezumaba bilis en cada uno de sus trazos.

Liessel. ¿por qué se le venía ahora a la cabeza? Apenas la había visto un par de veces y le parecía un ser bastante desagradable, incluso para ser humana. Recordaba especialemente cierta borrachera en el Gran Salón…

Un gato negro salió repentinamente de un callejón sacando a Jasmine de sus pensamientos y casi provocándole un infarto. Llegaba tarde. Ya era noche cerrada y nunca le gustó esa zona de la ciudad.

- El Callejón de Degolladores. – pensó - ¿por qué le gustará tanto ese lugar? Allí no hay más que ratas, locales de baja estofa y esa casa destruida hace años. Imoen me matará. Debería haber huido pero, ¿a dónde? Estoy seguro de que me encontraría aunque Mamá me dejara esconderme bajo ella.

Con tan lúgubres pensamientos, la gnoma enfiló la entrada del callejón y se acercó al punto de encuentro habitual. Una vez allí, miró alrededor y, al no ver a nadie, se sentó en el suelo y comenzó a mordisquear un pastelito de cobre. Al fin y al cabo, el comer siempre la relajaba y puestos a que te maten, al menos que sea con el estómago lleno.

Estaba a mitad del segundo pastelito cuando un susurro, apenas audible a sus espaldas, heló la sangre en sus venas. La gelidez, el odio extremo del que estaban cargadas dos simples palabras hicieron que un sudor frío se formara en su espalda.

- Llegas tarde.

jueves, 9 de julio de 2009

La niebla de Azshara V


Ventormenta parecía tan lúgubre y sucia como siempre y el Casco Antiguo no era ninguna excepción. El sonido de mis nudillos contra la madera de la puerta de la tiendecita que me habían indicado me sobresaltó ligeramente. Definitivamente, llevaba unos días más nerviosa de lo habitual, pero desde mi punto de vista no era para menos.

El viaje desde Theramore a Ventormenta transcurrió sin incidentes excepcionales, salvo el borracho ocasional o las ratas. Encontrar a la elfa que me había indicado la draenei fue algo más complicado de lo que esperaba. De hecho, fue ella quien me encontró a mí. Parecía saber lo que yo buscaba y no se me escapó el interés con que me miraba. Una vez que me dio la información que quería, me advirtió que tuviera cuidado, que no era la primera persona que tenía la información. Mis intentos por arrancarle algún dato más fueron infructuosos, así que decidí no insistir.

El sonido de la puerta abriéndose me arrancó nuevamente de mis pensamientos y una joven me invitó a pasar. Tras hablar de cosas sin importancia por unos minutos que me parecieron interminables, la joven se me quedó mirando en silencio.

- Si lo que busca es el libro, ella se lo llevó.
- ¿Ella? ¿De quién habla?
- De su hija, ¿de quién si no?
- ¿Mi hija? Yo no tengo ninguna hija.
- No se haga la tonta conmigo. Ella me contó cosas. Me las contó a cambio del libro. En cuanto la he visto me he dado cuenta de quién era usted. Lo curioso es que ella cree que ha muerto. Y la edad tampoco concuerda. Y sin embargo…

Imploré silenciosamente que me tragara la tierra. Que una ola gigante arrasara Ventormenta y a mí con ella. Pero nada de eso sucedió y la joven siguió hablando.

- …sin embargo no puede ser otra. Es usted ¿verdad? Usted es su madre.
- No se lo diga, por favor.
- Mmmm…¿por qué no debería hacerlo? Estoy segura de que esa información sería de gran valor para ella.
- Se lo ruego.
- ¿Rogar? ¡Ja! Patético. Pero no tema, guardaré esa información…por el momento. Pero con una condición.
- ¿Condición? ¿Qué condición?
- ¡Oh! La sabrá. La sabrá…cuando llegue el momento. Ahora váyase y no vuelva nunca por aquí. Y sobre todo, no le diga a nadie que le he dado información gratis. Es malo para el negocio.

Salí de allí con un nudo en el estómago y muchas preguntas sin respuesta. ¿Así que Imoen también busca a esa criatura maldita? ¿Por qué razón? ¿Qué relación hay entre ellas? Debo hablar con Jasmine. Esa gnoma puede que sepa cómo encontrarla. Y si no, tendré que recurrir a Sir Tristán, mal que me pese.

Tengo que encontrarla. Tengo que hacerlo antes de que sea demasiado tarde…