domingo, 2 de noviembre de 2008

Camino oscuro XIX


Las velas que iluminaban el taller se habían consumido ya, aunque la joven que leía afanosamente no pareció percatarse de ello. El orbe mágico que le había regalado Jasmine iluminaba las páginas con una luz espectral y ligeramente titilante.

- Azshara... - la mente de Imoen trabajaba a toda velocidad - Así que es allí donde llegó ese pobre diablo. O eso creía él al menos.

Imoen se rascó pensativamente la barbilla.

- Ruinas...nagas...coincide, pero es pronto para sacar conclusiones. Tengo que terminar de leer.

Y con estos pensamientos, hundió nuevamente su cara entre las páginas del diario, que olía a mar, polvo y sangre. Lentamente prosiguió la lectura hasta alcanzar cierta anotación.



Día 9

¡Noche mágica y hechizada! ¿Cómo narrar solo con palabras lo que vi? ¿Cómo decribir lo que solo puede ser vivido? ¡Mi corazón rebosa del asombro, sobrecogido por lo que he presenciado! Lloro, porque la pena por lo que vi es más intensa que cualquier otra pena que sintiera antes, y me hace sentir nimio en comparación con el pesar que sentí al llegar... Ahora entiendo por qué las nagas rehuyen este lugar. Ellas lo sienten también. Lo que yo siento no es más que el eco del tormento que he visto esta noche, que solo puede existir en el mundo de los espíritus porque no puede ¡no podría! ser cierto en el mundo en el que yo vivo... Tanta pena, oh Dama... Tanta pena no puede ser posible....




Ésta era la parte que Imoen quería leer. Luchando contra su impaciencia, se obligó a leer lentamente, sintiendo cada palabra como si fuera suya.

Un escalofrío recorrió la espalda de Imoen y de pronto toda la habitación pareció oscurecerse. ¿Qué era aquello? Un espectro...una doncella élfica...un canto acongojado...¿sería posible que...?

Imoen volvió rápidamente la página para encontrarse con una hoja en blanco. Y otra, y otra. No había nada más escrito.

- No, no es posible. ¡Maldito seas mil veces Auburn! ¡Cómo pudiste dejarte morir!

Las voces volvían a susurrar, insistentes. Unas sugerían conclusiones. Otras, las exigían.

- ¿Será posible que sea...? No, es imposible. O tal vez no. Tengo que saber qué puede haber de cierto en esto y creo que sé a quién preguntar.

Cerrando el diario, Imoen lo guardó en su bolsa de viaje y fue a buscar a Uñitas, que esperaba impaciente.

- Azshara es zona de influencia élfica. Tengo que buscar a Amnehil. Él podrá averiguar qué sucede.

Y la joven vestida de oscuro se perdió en la noche a lomos de su sable.

El Fantasma de Desesperanza V

Por Liessel

Día 9

¡Noche mágica y hechizada! ¿Cómo narrar solo con palabras lo que vi? ¿Cómo decribir lo que solo puede ser vivido? ¡Mi corazón rebosa del asombro, sobrecogido por lo que he presenciado! Lloro, porque la pena por lo que vi es más intensa que cualquier otra pena que sintiera antes, y me hace sentir nimio en comparación con el pesar que sentí al llegar... Ahora entiendo por qué las nagas rehuyen este lugar. Ellas lo sienten también. Lo que yo siento no es más que el eco del tormento que he visto esta noche, que solo puede existir en el mundo de los espíritus porque no puede ¡no podría! ser cierto en el mundo en el que yo vivo... Tanta pena, oh Dama... Tanta pena no puede ser posible....

Trataré de empezar por el principio, procurando que mis palabras, por torpes que sean, puedan plasmar en estas líneas al menos una mísera parte de lo que ví y sentí esta noche.

Aprovechando la calma del templo, me dispuse a descansar, replegado en un rincón. Nada más tumbarme, me asaltaron todos los recuerdos felices que poseo, empañados de tristeza y desesperanza. Abrazándolos para recuperarlos, caí en un sueño inquieto. No sé cuanto tiempo llevaba dormido cuando el hipnótico canto invadió el templo. Lo escuché entre mis delirios, tratando de descifrar lo que decía, cuando poco a poco fui despertándo sin querer, y me di cuenta de que realmente alguien cantaba, espectro o demonio, entre las paredes de aquel templo.

Sobrecogido por tan misterioso descubrimiento, me incorporé y busqué con la mirada la fuente del canto, pero nada ve. La voz retumbaba en todas las palabras, multiplicándose una, cien, mil veces... Recorrí la planta de templo, pero no había nadie ¡nadie! ¡Ah! ¡Cuan equivocado estaba! Después de buscar infructuosamente, me pareció que el canto parecía provenir de la parte superior, y que por eso reverberaba en la cúpula de aquella manera, de modo que busqué el inicio de la rampa de blanca piedra y ascendí.

¡Oh! ¡Qué intensa pena me invadió a cada paso que daba! ¡Cómo me costó avanzar, sintiéndome cada vez más pesado con mi carga de tristeza! Todos mis recuerdos acudieron a mí de nuevo, llenos de nostalgia, y por cada paso que daba una lágrima vertía. Solo quería detenerme, dejarme morir, reunirme con mis recuerdos, pero me obligaba a seguir, el canto me atraía, como atraía el canto de las sirenas a los marinos para hacer naufragar sus barcos. Así acudía yo, hacia el naufragio de mi vida. Vi aparecer ante mí a los ancianos que contaban historias cuando era un niño, a mi dulce Loraine, que tendía sus brazos hacia mí, sollozante, rogándome que volviera.... Mi amargura crecía, haciéndo sus raíces más profundas en mí, y las lágrimas apenas me dejaban ver. No podía más, estaba asfixiado en tristeza y todo se había vuelto turbio y neblinoso, como si pena pudiera brotar de mí, ondeando como las velas de un barco...

Me agazapé en un rincón, tras una columna rota, y me sumí en mi desconsuelo, temiéndo sentir el impulso de arrojarme al vacío para poner fin a aquella angustia, ajeno al canto que crecía en intensidad y amargura a mi alrededor. Desconsuelo, desasosiego, desesperanza, tristeza, nostalgia, melancolía... Todas las emociones me ahogaban, me sumían en la desesperación, me azotaban como un viento invisible... No hay palabras para describir lo que sentí... ¡Oh! ¡Y lo que vi! ¿Cómo describirlo?

El canto lo llenaba todo y no sé de donde saqué la fuerza y la voluntad para asomarme por encima de la columna que me cubría y mirar hacia el lugar del que parecía brotar la voz. Oh, Luz... Mi mano tiembla al recordar, los sollozos me sobrevienen solo por rememorar lo que sentí....

Había un agujero en la cúpula, una abertura en la roca a través de la cual se veía el cielo de la noche, cuajado de estrellas, fusionándose con el mar. Y frente al agujero, ajena al tiempo, a la oscuridad y a nada que no fuera su canto, había una figura. Parecía envuelta en una túnica blanca, como un sudario roto y desgarrado, y tenía la larga cabellera blanca pegada a los hombros, como si estuviera empapado... No podía ver su rostro, pues lo tenía vuelto hacia las estrellas, pero parecía estar sumida en la más absoluta tristeza... Sin embargo, lo que más me sobrecogió fueron sus alas, unas inmensas alas intangibles, hechas de dolor, de pena y de desconsuelo tan intensos que eran casi sólidos, y ondeaban a la espalda del espectro y alcanzaban todos los rincones del templo, y a mí mismo, y comprendí que mi desasosiego no era más que el efecto que aquellas abominables alas tenían sobre mí... ¡Oh! ¡Luz! ¿Cómo atormentas así a una criatura, cargándola de congoja!

Aquellas alas de tormento parecían hechas de niebla oscura, visible pero aún así intangible, como la niebla del mar que te empapa sin que puedas retenerla. Así me veía yo empapado de la tristeza de aquel canto y de aquellas alas, de la desgracia de aquel espectro. Y cuanto más crecía en intensidad el canto, tanto medraban las alas, y supe que atravesaban los muros del edificio y que eran ellas las culpables del extraño aura que había visto la noche anterior desde la ladera...

No pude apartar la mirada de aquella atormentada criatura, que siguió cantando al mar llenándolo todo de pesar. Su voz era oscura y sedosa, y estaba enjoyada de pena y grabada con dolor, y cuando una fría corriente vino del mar y se coló en el templo, el espectro se esremeció y pude ver como replegaba sus abominables alas y se envolvía en ellas, arropándose con su pena con delicadeza, casi con mimo, como si temiera quebrar la sutil materia de la que estaban hechas....

Ah, las lágrimas me ciegan... Nunca podré olvidar, ni siquiera cuando muera, el desgarrador recuerdo delespíritu atormentado arropándose con sus alas de dolor... Ese recuerdo me desgarra el alma, me hace maldecir a los dioses que permiten tan atroz castigo a una pobre alma errante... ¡Oh! ¡Pobre criatura! ¡Condenada a vagar envuelta en su propio tormento por toda la eternidad!

Incapaz de contemplar más aquella desgarradora visión, me dejé caer en el suelo y sollocé tan silenciosamente como pude, pues no quería sumar mi congoja al tormento del espectro, pero él siguió cantando su triste lamento al mar y poco a poco fuí quedando dormido...

Desperté cuando un leve susurro pasó cerca de mí, y al abrir los ojos tuve que reprimir un grito angustiado: el espectro pasaba por mi lado sin verme, con la mirada perdida, y a su espalda arrastraba las alas, como si estuvieran rotas o cansadas, como si fueran solo un manto imposiblemente largo o la cola de un vestido de delirios que arrastrar trás ella. Porque era ella, porque aquel espectro tenía forma de mujer, y supe que debía tratarse del alma en pena de alguna doncella élfica que perdió su vida y su amor en este lugar...

Ya está, nada más puedo decir. En mis palabras las emociones parecen vanas y ligeras en comparación con lo que en realidad fueron. No son delirios de un hombre solo, la vi, vi al Fantasma de Desesperanza cantar a las olas y arrastrar sus alas de desconsuelo, y envolverse con ellas con cuidado...

Luz Bendita... ¿Cómo puedo vivir después de haber atestiguado semejante tormento?¿Cómo puedo compadecerme de mi dolor después de haber sido testigo de la atroz magnitud del dolor del espectro?

No puedo, Luz....

No puedo.

sábado, 1 de noviembre de 2008

El Fantasma de Desesperanza IV

Por Liessel

Día 1

He decidido comenzar un nuevo calendario ahora que por fin estoy en tierra, para no volverme loco.

Avisté tierra al amanecer de hace dos dias, cuando la bruma que lo cubría todo se levantó. Distinguí, según me acercaba, la silueta de altos acantilados y remé hacia allí. Al atardecer del segundo día alcancé las ruinas de unos extraños edificios, infestados de nagas. Avancé tratando de evitarlos pero algunos de ellos trataron de hacer volcar mi bote. Me libré de ellos armado con un remo y se retiraron, para mi tranquilidad.

Alcancé la costa en una playa de arena fina cuando ya había caído la noche y arrastré el bote tierra adentro para no llamar la atención de los nagas. Exhausto como estaba, busqué algún lugar resguardado y caí rendido tras besar numerosas veces la tierra bajo mis pies.

Desperté al amanecer, este amanecer, y decidí investigar un poco el lugar en el que me encuentro. Me había refugiado entre dos columnas de mármol caídas, pero más allá seguian los restos de los extraños edificios, diseminados por la arena y algunos incluso parcialmente sumergidos. He contado al menos dos edificios en pie aunque medio derruidos, y un partenon en la playa, con las olas lamiendo sus columnas. Es un lugar misterioso e hipnótico, con un embrujo difícil de describir.

No he encontrado la manera de ascender los acantilados, de modo que me centraré en buscar un lugar seguro donde establecerme y desde donde poder hacer señales con una hoguera. Los nagas están por todas partes y me siento acosado constantemente.

Se pone el sol. Creo que es hora de apagar el fuego para no llamar la atención de esas insidiosas criaturas.

Si la Luz quiere, mañana escribiré de nuevo.


Día 2

No puedo quedarme aquí, debo buscar un lugar más seguro. Si vivo esta mañana es porque la fortuna me sonrió y no porque mi refugio fuera seguro. Las nagas acechan, se acercan, atacan. Maté a dos esta misma noche. Hoy mismo me pongo en camino para encontrar refugio en algún otro lugar. Tal vez bordeando los acantilados encuentre alguna zona que me permita ascender y ver el lugar en que me encuentro.



Día 3

Esta playa es interminable y los acantilados me parecen cada día más altos. He tratado de trepar por ciertas zonas, pero el avance en vertical era imposible. Afortunadamente, las ruinas están diseminadas hasta donde la vista alcanza, y puedo avanzar hacia el norte sirviéndome de ellas para ocultarm de la vista de los naga.

¡Cómo disfrutaría el Dr.Oswald de este lugar! ¡Qué sublimes dibujos haría su hija, la dulce Livia!

Desde donde estoy puedo observarlos con relativa seguridad, y voy descubriendo peculiaridades en estas criaturas. He podido distinguir hembras y machos, y cuanto más pasa el tiempo, más evidentes me parecen sus diferencias. También parecen tener tareas distintas: las hembras parecen ser hechiceras de algún tipo, mientras que los machos, más grandes y fornidos, parecen formidables guerreros.

Son criaturas ariscas, también entre ellas. Vagan al parecer si rumbo por la playa, entre las ruinas, sin reparar en nada que no sean ellas mismas. Si por un casual otro de ellos pasa cerca, sisean como víboras y lanzan agudos chillidos. Lo infestan todo, están por todas partes, puedo verlas en las escalinatas de los templos que se mantienen en pie, en la arena, en las profundidades, bajo las aguas claras...

Desde aquí puedo ver un cabo al norte, donde parece terminar la playa. Espero encontrar en mi camino hasta allí una vía de ascenso a lo alto de los acantilados. Necesito saber donde estoy: tal vez así descubra el modo de regresar a la civilización.

Mañana será otro día, que la Dama me ampare.


Día 4

Hoy puedo ver el final de la playa con claridad, e incluso creo apreciar una suave subida en la arena: tal vez sea la vía que necesito para alcanzar la cima de los acantilados. He decidido deternerme aquí esta noche, para alcanzar la rampa mañana: las noches aquí son aterradoras, con los chillidos de los nagas y el siseo de sus cuerpos reptiloides arrastrándose por la arena. Se acercan demasiado, el fuego de mi antorcha ya no les asusta: deben haber aprendido que si la flor roja no les toca, es inofensiva. Rezaré esta noche por llegar vivo a mañana: sería terriblemente patético que muriera esta noche, teniendo tan cerca lo que parece mi salvación.

Añoro dolorosamente a Loraine: recuerdo como si fuera ayer su última sonrisa antes de verme partir, los ojos llenos de lágrimas pero pese a todo regalándome su sonrisa como un último regalo para mi viaje. Pobre criatura, dulce Loraine, cuanto te he hecho sufrir y esperar, tú que nunca me pediste nada más que cariño. Tu recuerdo se ha establecido en mi corazón como un pesado manto de melancolía. Ojalá viva un día más para recordarte, ojalá pueda estrecharte de nuevo, besar tus ojos tristes, besar tus dulces labios.

Rezad por mí. Dama, protégeme.


Día 5

Paraíso otoñal, lecho eterno de tonos dorados y cielos de ámbar, tierra hechizada.

Azshara.

¿Cómo no reconocí tus nostálgicas playas, yo que tantas veces te oí describir en los cuentos de mi niñez? No necesité más que ver las hojas dorada que cubren tu suelo y de repente los recuerdos de mi infancia llegaron como una ola. Las noches junto a la hoguera, los ancianos contando sus leyendas, las aterradoras historias de la Reina Azshara y de su tierra hechizada... Oh, lo que daría por regresar a aquellos días de felicidad en que no tenían cabida en mi corazón ninguna pena como la que ahora me embarga...

Triste descubrimiento: ahora que sé donde estoy, pierdo toda esperanza de ser rescatado. Azshara es una tierra misteriosa y abandonada, y los viajeros no suelen cruzar sus tierras. Si abajo, en la playa, las nagas acechaban, aquí en lo alto de los acantilados, las bestias caminan a cuatro patas en lugar de reptar. He visto enormes osos y arañas, y unas criaturas parecidas a osos que llevan ropas casi tribales... Nunca saldré de aquí, nunca podré cruzar esta tierra, sin saber siquiera a donde debo dirigirme....

Tal vez debiera volver a bajar a la playa y buscar un hermoso lugar donde dejarme morir. Vi en mi camino hasta aquí un tercer templo, más grande, más alejado de la costa. Los nagas lo evitan, no se ve ninguno en las cercanías, tal vez porque les incomoda no poder reptar... No lo sé... Sin embargo se me antoja un lugar solitario y hermoso, una buena tumba para un viejo lobo de mar como yo.... Está decidido, mañana descenderé de nuevo, y que sea lo que la Dama quiera.

Dejaré un mensaje aquí para que, si algun día un viajero pisa estas tierras, sepa que aquí estuvo Jack Auburn, capitán de la Doncella de Oriente.

Loraine, no me olvides.



Día 6

Sigo aquí, hechizado por esta tierra y la decadencia nostálgica que la envuelve. No bajé al templo: hoy mientras dormía creí oír una voz que cantaba. Era lejana y no distinguía las palabras, pero era triste, tan triste... En mi sueño miraba al extraño templo que espera en las aguas y me pareció verlo envuelto en un aura de melancolía tan densa y pesada que creo que me alcanza hasta aquí. Definitivamente, debe estar hechizado él también, por algún espectro doliente en su soledad.

No temas, fantasma. No te tengo miedo. Yo iré contigo y te haré compañía durante la eternidad.


Día 7

Silencio.

Eso es todo lo que se escucha aquí, sobre el sordo rugido de las olas contra las paredes de alabastro. Me complace morir aquí, en la fresca penumbra de este lugar solitario y silencioso. Ojalá mi Loraine estuviera aquí conmigo para estrecharla, pues siento la distancia que nos separa como una cuchillada en el corazón que me quita la vida.

La tristeza se abate sobre mí ¿Acaso flaqueo ahora que me encuentro frente a mi muerte? Los recuerdos vienen a mi como la marea, mi niñez flota sobre las olas para que la vea, para que añore la feliz ignorancia en la que vivía. Regresa a mí la primera vez que vi el mar y como me enamoré de él, y el día de mi boda con Loraine, mi dulce Loraine... Pobre criatura, cuánto te hice sufrir... ¿Me perdonarás? ¿Me recordarás?


Día 8

¿Puede algo triste ser hermoso?¿Puede el dolor ser objeto de contemplación? Debo contener mi pluma para no volcarme en describir el pesar que me invade bajo forma de poesía. Es como si la pena flotara en el aire y se acumulara en los ojos, descendiendo hasta los brazos, hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

La añoranza es como una fiel compañera que no me abandona, como si cobrara fuerza en este templo, que tantos fantasmas debe albergar. ¿Cuantos elfos perecieron cuando las aguas invadieron este reino? ¿Cuantos de ellos siguen atados a estas ruinas por cadenas invisibles?

Anoche, mientras dormía, volví a oir la canción. Sonaba mucho más próxima y ahora estoy seguro de que es de aquí de donde brota. Es tan triste, tan amarga, y al mismo tiempo tan llena de belleza... Resonaba en las paredes de alabastro en mil ecos tristes, como si una miriada de espectros compartieran su pesar... Sin embargo el templo está desierto, habitado solo por este hechizo de nostalgia.

Me estremece la pena que brota de la canción, ojalá pudiera paliar su dolor... Ojalá tuviera aquí a mi Loraine....

El Fantasma de Desesperanza III

Por Liessel

¿¿??

Llueve.

Bendita sea la Dama Blanca.

Llueve

¿¿??

Nunca he creído en los milagros, tampoco he creído en la Luz más que en como representación de todo lo que es Justo y Recto en esta vida; nunca creí en ninguna voluntad suprema, pero he aquí que vivo pensando que moriría, tras rogar a una visión que me auxiliara.

No sé quien es la Dama Blanca ni de donde viene: jamás oí hablar de ella hasta los aciagos días que arrastraron a la Dama de Oriente hacia el Gran Vacío. Pero lo que es seguro es que la vi y le rogué, no importa si fue solo fruto de mi febril imaginación, porque al poco tiempo llovió, dándome el cielo el agua que necesitaba para vivir.

Tengo ahora, gracias a la bendita previsión del señor Figgs, el contramaestre, varios recipientes llenos de agua dulce, cubiertos para que el calor no la evapore, y tengo la seguridad de que salvo que las tormentas decidan lo contrario, seré capaz de sobrevivir varios días más, con la esperanza de que algún navío me encuentre. Sin embargo no puedo ignorar el temor que me produce el permanecer aquí, olvidado, sin que nadie me encuentre jamás ¿Para qué he sido salvado entonces? ¿Por qué la Dama envió la lluvia para que sobreviviera?

He pensado que....




¿¿??

Maldita suerte la mía, estoy condenado a perecer en este bote, a merced de las olas y el sol. Unas velas se recortaron al este contra el horizonte cuando el sol se ponía. Hice señales, pero aunque se hubieran percatado de mis gestos en la lejanía, el sol poniente a mi espalda los hubiera cegado.

Dama, hazme una señal ¿Es esta tu voluntad?




¿¿??

...



¿¿??

Tierra

El Fantasma de Desesperanza II

Por Liessel

¿8 de Julio?

Siempre me tuve por un hombre entero, sensato y coherente. Me avergüenzan terriblemente mis últimas palabras en este diario, pero estaba sobrecogido por el horror. Ahora, aunque famélico y febril, me veo en la necesidad de explicarme, pues no quisiera que, cuando muera, sean las palabras de un demente las que me representen si este diario llegara a salvarse.

Me encuentro navegando a la deriva en uno de los botes del Dama de Oriente, el único que se pudo salvar del naufragio. Nadie queda de la tripulación ni del pasaje, y me encuentro solo, bajo un sol implacable, sin comida y con apenas un odre de agua que no sé cuanto podrá durar. No sé donde estoy ni consigo determinar las corrientes y los vientos que me manejan, cerca como estoy del Gran Remolino.

Vuelvo a divagar, empezaré por el principio.

A los ocho días de abandonar Costasur, con rumbo norte-noroeste para doblar Kalimdor por el norte, todos los instrumentos de navegación parecieron volverse locos. El viento roló y sopló con una fuerza inusitada para la mar tranquila que había bajo el barco. En cuanto el viento arreció, ordené soltar las escotas, pero ya era tarde y el foque se rasgó por dos puntos y quedó inutilizable. Las corrientes, que de pronto parecían girar como en un enorme torbellino, y el viento infernal acabaró por rasgar tambien la vela mayor y quebrar el mástil.

Contra todo pronóstico, la tripulación, viejos lobos de mar curtidos en mil travesías, pareció enloquecer. En lugar de afanarse a enderezar el rumbo, comenzaron a gritar y a correr, clamando a una tal "Dama Blanca" de la que jamás había oído hablar pero que, como descubrí en aquella terrible ocasión, gozaba de la devoción de los marinos. Perdimos a cuatro hombres aquella aciaga tarde, mientras el viento sacudía nuestra goleta como si fuera una hoja en las corrientes.

No sé cuando perdimos el timón, perdido ya todo resquicio de orientación en aquella extraña tormenta. Sonó un crujido, la goleta se estremeció y quedamos por completo a merced de la corriente. Tratamos de repararlo, pero fue imposible, y como tocados por el hado de la mala suerte, perdimos otros diez hombres aquel día.

Fue el bueno del doctor Oswald, que la Luz le ampare, quien nos desveló el misterio de aquella pesadilla: los vientos y las corrientes habían desviado nuestro rumbo, y mientras creíamos avanzar rumbo norte-noroeste, en realidad navegabamos al oeste y nuestro rumbo nos había acercado letalmente a las poderosas corrientes que genera el Gran Vacío por el que se derrama el mundo desde que, según explicó, fue destruido el Pozo de la Eternidad.

Ante aquella revelación, al menos ocho marinos encomendaron sus almas a la misteriosa Dama Blanca y se arrojaron por la borda, temerosos de ser engullidos por el Gran Vacío y deseándo hacer de fondo marino su última morada. Que la Luz les ampare.

Oscurece, apenas puedo escribir ya. La luz de las estrellas será un descanso y bálsamo tras el sol abrasador e implacable. Tal vez muerta hoy, si la Luz tiene piedad de mí, y no tenga que padecer el suplicio bajo el sol y las corrientes.

Sabed que siempre serví a la Corona, hasta mi último aliento. Decid a mi Loraine que la llevaré siempre en mi corazón.

Quedad con la Luz.


¿11 de Julio?

No sé cuanto tiempo ha pasado ni cuanto tiempo paso despierto entre inconsciencia e inconsciencia. Apenas queda agua y el sol continúa cayero implacable. La Luz no quiso llevarme y aquí estoy, dejándome llevar por las corrientes del mundo hasta donde tengan a bien llevarme.

Si puedo sobrellevar la espera escribiendo, escribiré.

Tras perder las velas, el mástil y el timón, y a tres cuartas partes de la tripulación, avistamos el Gran Vacío. Aquella visión espeluznante me acompaña desde entonces y no desaparece ni dormido ni despierto. El agua se derrama como si un gigante formidable hubiera abierto un inmenso agujero en el lecho marino, y tanto las corrientes como los vientos se arremolinan entorno a él, arrastrándolo todo hacia su interior. Incluso las nubes, deformadas por las fuerzas elementales, habían formado un embudo hacia el infinito, tiñéndolo todo con tintes de pesadilla.

El doctor Oswald y su hija, la dulce Livia, parecían ajenos al terror de aquella situación, inconscientes, creo yo, del peligro en el que nos encontrábamos. Ambos parecían embargados de la más intensa emoción del descubrimiento, y se afanaron a tomar notas en la cubierta cabeceante, ignorando la espuma que barría el castillo de popa cada minuto. Y fue en un precario cabeceo en que perdimos al buen Doctor, que se sumergió con el mascarón de proa para no volver a salir a la superficie.

Fue necesaria la intervención de tres hombres para evitar que la señorita Livia se arrojara al mar tras él, presa del dolor.

No tardó en realizar su deseo: cuando mandé bajar los botes de salvamento, tres de ellos fueron engullidos por el Gran Vacío, junto con el Dama de Oriente.

Yo apenas recuerdo nada más que las olas abalanzándose sobre mí y mi bote girando como una peonza en las corrientes, con aquella espiral de nubes sobre mí, como un inmenso ojo conminandome a desafiarle.

Cuanto tiempo pasó, no lo sé. Desperté aquí, bajo un sol de justicia, completamente solo y a la deriva. El Gran Vacío ha desaparecido y también sus corrientes. No hay viento que me empuje hacia costas desconocidas ni corrientes que me arrastren. Estoy solo, con la única compañía de este diario y de apenas dos tragos de agua que quedan en el odre.

Moriré mañana, lo sé.
Decid a Loraine que la quiero.


¿15 de Julio?

No queda... agua...
Señora, si existes, apiádate de mi.

Loraine, te quiero



¿¿??

La he visto. No importa si son delirios o si realmente existe, pero la he visto. Se apareció en la proa de mi bote, recortándose pálida contra el intenso azul del cielo. Ahora entiendo la devoción que sentían los marinos... Es hermosa, con una hermosura que está más allá de las palabras, como hecha de nubes, de agua y de sueños.

Me miraba y sus ojos me cegaron.
Me arrastré para besarle los pies y le rogué que me salvara, pero desapareció.

La Dama Blanca vino a verme morir, ya no queda más que esperar.

Loraine, no me olvides.

El Fantasma de Desesperanza I

Por Liessel

Extractos del diario de a bordo de Jack Auburn, capitán de la goleta "Dama de Oriente", de la Real Armada de su Majestad.


20 de Junio

Viento de Jaloque.
Velocidad: 17 nudos con los cangrejos antagallados en segunda faja.
Pasajeros: Dr. Primus Oswald e hija, la señorita Livia Oswald.
Destino: Puerto de Theramore
Se mantiene la tripulación habitual salvo el Guardamarina Lockbot, que fue enviado de vuelta a Villa del Lago debido a las heridas contraídas en el último encuentro con los piratas Velasangre. En su lugar, entra en servicio el Guardamarina Modey, de la Fragata "Estrella del Sur".

Salimos del puerto de Menethil con buen tiempo y mar rizada nada más salir el sol. La tripulación goza de moral alta ante la perspectiva del buen tiempo y de una travesía tranquila. La ruta establece la navegación de cabotaje a lo largo de la costa occidental del continente antes de cruzar el Mare Magnum en dirección a la Costa Oscura para recorrer las costas de Kalimdor. El fin del viaje nos espera en el puerto de Theramore.

Viajamos bajo bandera civil en misión oficial. El Dr.Oswald tiene como objetivo analizar el comportamiento Naga en las costas abiertas por la destrucción del Pozo de la Eternidad y los efectos geológicos de esta para un informe requerido por el Consejo Científico de ventormenta. Su hija, la señorita Livia Oswald, le acompaña en calidad de asistente.

Nuestra primera escala será en el puerto comercial de Costasur, donde recogeremos órdenes para el viaje de vuelta.



23 de Junio

Viento de Mistral
Velocidad: 13 nudos

Cuarto día de travesía tras una parada de día y medio en el puerto comercial de Costa Sur. El Dr. Oswald ha tomado apuntes del comportamiento naga en la zona, mientras que su hija, la Señorita Livia, ha hecho algunos bocetos de las criaturas con una destreza nada desdeñable.

La tripulación se muestra supersticiosa ante la calidad de la misión, puesto que el mar abierto por el Pozo de la Eternidad les inquieta. Rehuyen al Doctor, e incluso a su hija, lo cual es sorprendente dado que en las demás ocasiones en que hemos llevado mujeres a bordo, he tenido que reprenderles por mirarlas con demasiada insistencia. En cualquier caso, tanto el doctor como su hija parecen ajenos este comportamiento y si no están centrados en su trabajo, están en su camarote. Las dos últimas noches, ambos han aceptado cenar conmigo y los oficiales, y han demostrado ser gente afable, sensata y nada dada a las fantasías. No hacen siquiera amago de interferir en el trabajo de la goleta y es algo de agradecer.

Si el viento persiste, espero que mañana estemos cerca de la mitad de camino hacia Kalimdor, antes de virar hacia el noroeste para rodear el continente por el norte.


6 de Julio

¡Que la Luz me ampare! ¡Cuan terrible destino! ¡Pobres almas arrojadas el abismo de las aguas! ¡Qué visión tan espeluznante! ¡Ah, Luz Bendita! ¡No me hagas vivir así! ¿Por qué me salvaste a mí y les mataste a ellos!
¡Ah, piedad! ¡Que el sol implacable acabe con mi vida, a la deriva como estoy , para descansar junto a mis compañeros!

Camino oscuro XVIII


20 de Junio


Viento de Jaloque.
Velocidad: 17 nudos con los cangrejos antagallados en segunda faja.
Pasajeros: Dr. Primus Oswald e hija, la señorita Livia Oswald.
Destino: Puerto de Theramore
Se mantiene la tripulación habitual salvo el Guardamarina Lockbot, que fue enviado de vuelta a Villa del Lago debido a las heridas contraídas en el último encuentro con los piratas Velasangre. En su lugar, entra en servicio el Guardamarina Modey, de la Fragata "Estrella del Sur".

Salimos del puerto de Menethil con buen tiempo y mar rizada nada más salir el sol.



Encerrada en su taller, Imoen leía lentamente, usando las técnicas que le habían enseñado en el SI:7 para no saltarse nada importante. Mensajes ocultos, claves secretas. Un texto podía contener tantas cosas...

[Media hora antes]
El camino de regreso con el libro había sido largo, tortuoso y cargado de angustia. Su rutina habitual de seguir un camino aparentemente aleatorio para evitar ser seguida llevaba tiempo y las voces no estaban dispuestas a esperar mucho más. Sufriendo una jaqueca cada vez mayor a medida que pasaba el tiempo, Imoen llegó finalmente a su taller.

Una vez allí, cerró a cal y canto y se sumergió en la trastienda. Despejó su banco de trabajo y lo limpió de restos de cuero, punzones y utensilios varios. Tras ello, dejó reposar el libro sobre la superficie de madera y, tomando aire, rogó a las voces que se callaran. Necesitaba tener la cabeza despejada para no perder detalle y, milagrosamente, el estruendo en su cabeza amainó y su jaqueca desapareció como por ensalmo.

Más relajada, Imoen alargó la mano y abrió el libro casi con reverencia. Línea a línea, fue desgranando el texto y empapándose del mismo.

Camino oscuro XVII


La mujer seguía observando a Imoen con expresión interesada, casi divertida. El desconcierto de ésta no le habia pasado desapercibido y parecía deleitarse con ello.

Mientras, la mente de Imoen trabajaba a toda velocidad, intentando encontrar una salida al embrollo en el que se había metido. Con disimulo observó los libros que estaban sobre la mesa, mientras sopesaba la posibilidad de cogerlos todos y huir con ellos.

Rápidamente lo descartó. Los libros le impedirían luchar adecuadamente llegado el caso. ¡Qué demonios! Ni siquiera sabía con certeza si realmente uno de esos libros era el que ella buscaba. Desde luego, si ella estuviera en la posición de la mujer que se sentaba frente a ella, tendría el libro a buen recaudo hasta finalizar la transacción. Eso sin contar con que tendría vigiladas todas las salidas, por supuesto.

La mujer seguía esperando una respuesta que Imoen no podía darle. Imoen no poseía secretos ajenos que pudiera revelar sin sufrir consecuencias. La mano de Shaw es larga y no deja impune a los que le traicionan, voluntariamente o no. En cuanto a ella misma, siempre fue muy celosa en lo que respecta a su vida privada y cualquier intromisión en su intimidad suele castigarla rápida y cruelmente.

- No creo que sepa nada que sea de su interés - contestó al fin.

La mujer frente a Imoen pareció sólo ligeramente decepcionada.

- ¿No? ¡Vaya! Pensé que estabas interesada en el libro, pero ya veo que no.

La mujer se levantó y, haciendo un ademán hacia la puerta, continuó.

- Si me disculpas, tengo asuntos que atender.

- Quiero ese libro. ¡Necesito ese libro! - casi suplicó Imoen

- ¿En serio? Yo creo que no lo quieres lo suficiente, o a estas alturas ya me habrías dicho algo de valor. Márchate. Ya he perdido demasiado tiempo.

Por unos momentos, Imoen se quedó paralizada sin saber qué hacer o qué decir. Entonces estalló.

- ¿Perder tiempo? Para ti sólo son negocios ¿verdad? - dijo mientras se ponía en pie y se encaraba con la mujer. - ¿Sabes lo que es perder a un ser querido? ¿Sabes lo que es sufrir? No, no lo creo.

El tono de voz y la mirada de Imoen se iban endureciendo visiblemente mientras hablaba. La mujer, por su parte, hacía vanos esfuerzos por calmarla.

- ¿Quieres algo mío, algo personal? Pues escucha. Con tres años perdí todo aquello que amaba, de la noche a la mañana. Familia, amigos, vecinos...todos muertos o desaparecidos. Mi madre fue arrancada de mi lado a causa de mi inacción, de mi cobardía, y eso es algo que nunca me perdonaré. Me prometí a mí misma que nunca volvería ser débil y con el tiempo me convertí en alguien parecido a ti. Una persona que sólo buscaba el beneficio personal y que trataba a los demás como simples mercancías, objetos de los que obtener beneficios.
Crecí y me labré una merecida reputación de mujer sin corazón...hasta que la conocí a ella. Ella...

La mirada de Imoen se suavizó de repente y su mirada se perdió en el vacío mientras hablaba.

- Ella era tan dulce conmigo...tan amable...Todo su ser irradiaba serenidad. Consiguió que me sintiera en paz con el mundo y conmigo misma por primera vez en mucho tiempo. Pero luego... - la mirada de Imoen se volvió dura súbitamente y avanzó lentamente hacia la mujer - luego cambió y huyó de mí...de todos. Tengo que encontrarla y necesito ese diario para ello. Lo intuyo... no, lo sé. Sé que me conducirá a ella.

Imoen se paró a escasos centímetros de la cara de la mujer y, desenfundando su cuhillo de desuello a una velocidad endiablada, lo pasó casi con ternura por el lóbulo de una de las orejas de la mujer, dejando un diminuto corte en el mismo y, acercando su boca, lamió la sangre de la herida para sisear a continuación al oído de la mujer que, contrariamente a lo que cabría esperar, parecía deleitada por tales acciones.

- No quiero hacerte daño. Eres una mujer hermosa, y me sabría mal tener que matarte o desfigurarte. Pero si no me das ese libro, juro que lo haré. Nada ni nadie me impedirá que la encuentre a ella. No mientras me quede un hálito de vida.

- Eso no será necesario.

El cambio en el tono de voz de la mujer fue cláramente perceptible, incluso para la distorsionada percepción de Imoen. Sorprendida, se alejó un paso.

- ¿Cómo? - preguntó confusa.

- Que no será necesaria tanta violencia. Has cumplido tu parte del trato y, por tanto, cumpliré la mía. Contrariamente a lo que puedas pensar, tengo un código de honor. Espera aquí, por favor.

Y con suaves y fluídos movimientos, la mujer desapareció por una puerta dejando a Imoen sola. Tras unos minutos que a Imoen le parecieron años, reapareció llevando en la mano un libro bastante estropeado que alargó a Imoen.

- Un trato es un trato. Ojalá encuentres lo que buscas.

Imoen miró alternativamente al libro que la mujer sujetaba en su mano y a los otros tres que estaban en la mesa. Aún sin poder dar crédito a lo que acababa de suceder, Imoen cogió el libro de manos de la mujer, casi con reverencia, le dedicó a ésta una pequeña inclinación de cabeza y salió de la tienda lentamente.

Por primera vez en mucho tiempo las voces guardaban un silencio sepulcral.

Camino oscuro XVI


La mujer sonrió y miró a Imoen directamente a los ojos.


- No quiero dinero. Si quieres el libro, tendrás que entregarme algo tuyo, algo personal.



¿Cómo he llegado a esto? Cuando llegué a la tienda que me dijo la elfa, estaba nerviosa, intranquila. Vista desde fuera no parecía nada del otro mundo. Es la tapadera ideal.

La persona que abrió la puerta era una mujer joven, algo mayor que Imoen, según le pareció, pero de cuerpo bien torneado y ágil. La ladrona perfecta. El entrenamiento de Imoen salió a relucir y las alarmas saltaron en su cabeza, junto con la barahúnda habitual de las voces. Ellas también olían el peligro.

- Tendré que tener mucho cuidado con ella - pensó Imoen.

La mujer la hizo pasar y la condujo a través de la atestada habitación, sorteando estanterías cubiertas de los objetos más curiosos, montañas de libros y frascos de aspecto extraño, hasta llegar a un pequeño claro en el que se alzaban una mesa y un par de sillas. Era evidente que la mujer esperaba a Imoen, lo que hizo que el grado de alerta de ésta subiera un par de grados. Una vez sentadas, comenzó el juego de palabras. Estaba claro que ambas sabían de qué iba el asunto.

La conversación se desarrolló tal y como esperaba Imoen, pero con matices. Poco tiempo después había varios libros sobre la mesa. Si debía dar crédito a la "librera", y si su corazonada era cierta, uno de ellos contenía información útil. Quizás, y sólo quizás, podría servirle para...

- ...algo tuyo, algo personal.

Imoen despertó de su ensimismamiento justo a tiempo para oir el final de la frase. La mujer la miraba con detenimiento, como esperando una respuesta.

Imoen frunció ligeramente el ceño

- ¿Perdón? ¿Qué ha dicho?

- No quiero dinero. Si quieres el libro, tendrás que entregarme algo tuyo, algo personal.

La turbadora mirada de la mujer recorrió de abajo hacia arriba el cuerpo de Imoen, deteniéndose (al parecer de Imoen) en ciertas zonas de su cuerpo. La ropa de Imoen no podía ser más sencilla: Un traje negro que le cubría todo el cuerpo y un toque disruptor conseguido por medio de un parche sobre el ojo. Algo cómodo que permitía ocultar armas y otras cosas, y de lo que era fácil deshacerse llegado el caso. Luchar desnuda no le preocupaba. Ya no.

Por un momento, Imoen pensó que iba a tener que pagar por el libro con su cuerpo, pero eso sólo la perturbó ligeramente. No sería la primera vez que estaba con una mujer. Era algo que había hecho en más de una ocasión cuando estaba entregada a Shaw en cuerpo y alma. De hecho, se sentía más a gusto con mujeres. Por norma general eran más gentiles con ella, o eso le parecía. Sentirse en armonía con una mujer, recibiendo tanto como daba, era algo que nunca había sentido con un hombre, algo que nunca confesó a Shaw. Abandonarse a tus propias sensaciones es algo muy peligroso cuando trabajas de incógnito, de ahí la deshumanización a la que eran sometidos en su entrenamiento. Los objetivos se consideran meros objetos. Implicarse con ellos es peligroso.

Imoen sacudió nuevamente la cabeza. Últimamente se distraía demasiado. Eso debía acabar o terminaría por ser su perdición. La mujer que se sentaba frente a ella no se había movido y la miraba fijamente.

- No creo tener nada que le pueda interesar.

- No estés tan segura - repuso la mujer - No hablo sólo de posesiones materiales. Me interesa mucho lo que puedas contarme de ti o de otras personas.

Imoen se mordió el labio inferior, mostrando su desconcierto sin pretenderlo.

¿Información personal? - pensó - ¿Dónde me he metido?