sábado, 1 de noviembre de 2008

Camino oscuro XVI


La mujer sonrió y miró a Imoen directamente a los ojos.


- No quiero dinero. Si quieres el libro, tendrás que entregarme algo tuyo, algo personal.



¿Cómo he llegado a esto? Cuando llegué a la tienda que me dijo la elfa, estaba nerviosa, intranquila. Vista desde fuera no parecía nada del otro mundo. Es la tapadera ideal.

La persona que abrió la puerta era una mujer joven, algo mayor que Imoen, según le pareció, pero de cuerpo bien torneado y ágil. La ladrona perfecta. El entrenamiento de Imoen salió a relucir y las alarmas saltaron en su cabeza, junto con la barahúnda habitual de las voces. Ellas también olían el peligro.

- Tendré que tener mucho cuidado con ella - pensó Imoen.

La mujer la hizo pasar y la condujo a través de la atestada habitación, sorteando estanterías cubiertas de los objetos más curiosos, montañas de libros y frascos de aspecto extraño, hasta llegar a un pequeño claro en el que se alzaban una mesa y un par de sillas. Era evidente que la mujer esperaba a Imoen, lo que hizo que el grado de alerta de ésta subiera un par de grados. Una vez sentadas, comenzó el juego de palabras. Estaba claro que ambas sabían de qué iba el asunto.

La conversación se desarrolló tal y como esperaba Imoen, pero con matices. Poco tiempo después había varios libros sobre la mesa. Si debía dar crédito a la "librera", y si su corazonada era cierta, uno de ellos contenía información útil. Quizás, y sólo quizás, podría servirle para...

- ...algo tuyo, algo personal.

Imoen despertó de su ensimismamiento justo a tiempo para oir el final de la frase. La mujer la miraba con detenimiento, como esperando una respuesta.

Imoen frunció ligeramente el ceño

- ¿Perdón? ¿Qué ha dicho?

- No quiero dinero. Si quieres el libro, tendrás que entregarme algo tuyo, algo personal.

La turbadora mirada de la mujer recorrió de abajo hacia arriba el cuerpo de Imoen, deteniéndose (al parecer de Imoen) en ciertas zonas de su cuerpo. La ropa de Imoen no podía ser más sencilla: Un traje negro que le cubría todo el cuerpo y un toque disruptor conseguido por medio de un parche sobre el ojo. Algo cómodo que permitía ocultar armas y otras cosas, y de lo que era fácil deshacerse llegado el caso. Luchar desnuda no le preocupaba. Ya no.

Por un momento, Imoen pensó que iba a tener que pagar por el libro con su cuerpo, pero eso sólo la perturbó ligeramente. No sería la primera vez que estaba con una mujer. Era algo que había hecho en más de una ocasión cuando estaba entregada a Shaw en cuerpo y alma. De hecho, se sentía más a gusto con mujeres. Por norma general eran más gentiles con ella, o eso le parecía. Sentirse en armonía con una mujer, recibiendo tanto como daba, era algo que nunca había sentido con un hombre, algo que nunca confesó a Shaw. Abandonarse a tus propias sensaciones es algo muy peligroso cuando trabajas de incógnito, de ahí la deshumanización a la que eran sometidos en su entrenamiento. Los objetivos se consideran meros objetos. Implicarse con ellos es peligroso.

Imoen sacudió nuevamente la cabeza. Últimamente se distraía demasiado. Eso debía acabar o terminaría por ser su perdición. La mujer que se sentaba frente a ella no se había movido y la miraba fijamente.

- No creo tener nada que le pueda interesar.

- No estés tan segura - repuso la mujer - No hablo sólo de posesiones materiales. Me interesa mucho lo que puedas contarme de ti o de otras personas.

Imoen se mordió el labio inferior, mostrando su desconcierto sin pretenderlo.

¿Información personal? - pensó - ¿Dónde me he metido?