sábado, 1 de noviembre de 2008

El Fantasma de Desesperanza IV

Por Liessel

Día 1

He decidido comenzar un nuevo calendario ahora que por fin estoy en tierra, para no volverme loco.

Avisté tierra al amanecer de hace dos dias, cuando la bruma que lo cubría todo se levantó. Distinguí, según me acercaba, la silueta de altos acantilados y remé hacia allí. Al atardecer del segundo día alcancé las ruinas de unos extraños edificios, infestados de nagas. Avancé tratando de evitarlos pero algunos de ellos trataron de hacer volcar mi bote. Me libré de ellos armado con un remo y se retiraron, para mi tranquilidad.

Alcancé la costa en una playa de arena fina cuando ya había caído la noche y arrastré el bote tierra adentro para no llamar la atención de los nagas. Exhausto como estaba, busqué algún lugar resguardado y caí rendido tras besar numerosas veces la tierra bajo mis pies.

Desperté al amanecer, este amanecer, y decidí investigar un poco el lugar en el que me encuentro. Me había refugiado entre dos columnas de mármol caídas, pero más allá seguian los restos de los extraños edificios, diseminados por la arena y algunos incluso parcialmente sumergidos. He contado al menos dos edificios en pie aunque medio derruidos, y un partenon en la playa, con las olas lamiendo sus columnas. Es un lugar misterioso e hipnótico, con un embrujo difícil de describir.

No he encontrado la manera de ascender los acantilados, de modo que me centraré en buscar un lugar seguro donde establecerme y desde donde poder hacer señales con una hoguera. Los nagas están por todas partes y me siento acosado constantemente.

Se pone el sol. Creo que es hora de apagar el fuego para no llamar la atención de esas insidiosas criaturas.

Si la Luz quiere, mañana escribiré de nuevo.


Día 2

No puedo quedarme aquí, debo buscar un lugar más seguro. Si vivo esta mañana es porque la fortuna me sonrió y no porque mi refugio fuera seguro. Las nagas acechan, se acercan, atacan. Maté a dos esta misma noche. Hoy mismo me pongo en camino para encontrar refugio en algún otro lugar. Tal vez bordeando los acantilados encuentre alguna zona que me permita ascender y ver el lugar en que me encuentro.



Día 3

Esta playa es interminable y los acantilados me parecen cada día más altos. He tratado de trepar por ciertas zonas, pero el avance en vertical era imposible. Afortunadamente, las ruinas están diseminadas hasta donde la vista alcanza, y puedo avanzar hacia el norte sirviéndome de ellas para ocultarm de la vista de los naga.

¡Cómo disfrutaría el Dr.Oswald de este lugar! ¡Qué sublimes dibujos haría su hija, la dulce Livia!

Desde donde estoy puedo observarlos con relativa seguridad, y voy descubriendo peculiaridades en estas criaturas. He podido distinguir hembras y machos, y cuanto más pasa el tiempo, más evidentes me parecen sus diferencias. También parecen tener tareas distintas: las hembras parecen ser hechiceras de algún tipo, mientras que los machos, más grandes y fornidos, parecen formidables guerreros.

Son criaturas ariscas, también entre ellas. Vagan al parecer si rumbo por la playa, entre las ruinas, sin reparar en nada que no sean ellas mismas. Si por un casual otro de ellos pasa cerca, sisean como víboras y lanzan agudos chillidos. Lo infestan todo, están por todas partes, puedo verlas en las escalinatas de los templos que se mantienen en pie, en la arena, en las profundidades, bajo las aguas claras...

Desde aquí puedo ver un cabo al norte, donde parece terminar la playa. Espero encontrar en mi camino hasta allí una vía de ascenso a lo alto de los acantilados. Necesito saber donde estoy: tal vez así descubra el modo de regresar a la civilización.

Mañana será otro día, que la Dama me ampare.


Día 4

Hoy puedo ver el final de la playa con claridad, e incluso creo apreciar una suave subida en la arena: tal vez sea la vía que necesito para alcanzar la cima de los acantilados. He decidido deternerme aquí esta noche, para alcanzar la rampa mañana: las noches aquí son aterradoras, con los chillidos de los nagas y el siseo de sus cuerpos reptiloides arrastrándose por la arena. Se acercan demasiado, el fuego de mi antorcha ya no les asusta: deben haber aprendido que si la flor roja no les toca, es inofensiva. Rezaré esta noche por llegar vivo a mañana: sería terriblemente patético que muriera esta noche, teniendo tan cerca lo que parece mi salvación.

Añoro dolorosamente a Loraine: recuerdo como si fuera ayer su última sonrisa antes de verme partir, los ojos llenos de lágrimas pero pese a todo regalándome su sonrisa como un último regalo para mi viaje. Pobre criatura, dulce Loraine, cuanto te he hecho sufrir y esperar, tú que nunca me pediste nada más que cariño. Tu recuerdo se ha establecido en mi corazón como un pesado manto de melancolía. Ojalá viva un día más para recordarte, ojalá pueda estrecharte de nuevo, besar tus ojos tristes, besar tus dulces labios.

Rezad por mí. Dama, protégeme.


Día 5

Paraíso otoñal, lecho eterno de tonos dorados y cielos de ámbar, tierra hechizada.

Azshara.

¿Cómo no reconocí tus nostálgicas playas, yo que tantas veces te oí describir en los cuentos de mi niñez? No necesité más que ver las hojas dorada que cubren tu suelo y de repente los recuerdos de mi infancia llegaron como una ola. Las noches junto a la hoguera, los ancianos contando sus leyendas, las aterradoras historias de la Reina Azshara y de su tierra hechizada... Oh, lo que daría por regresar a aquellos días de felicidad en que no tenían cabida en mi corazón ninguna pena como la que ahora me embarga...

Triste descubrimiento: ahora que sé donde estoy, pierdo toda esperanza de ser rescatado. Azshara es una tierra misteriosa y abandonada, y los viajeros no suelen cruzar sus tierras. Si abajo, en la playa, las nagas acechaban, aquí en lo alto de los acantilados, las bestias caminan a cuatro patas en lugar de reptar. He visto enormes osos y arañas, y unas criaturas parecidas a osos que llevan ropas casi tribales... Nunca saldré de aquí, nunca podré cruzar esta tierra, sin saber siquiera a donde debo dirigirme....

Tal vez debiera volver a bajar a la playa y buscar un hermoso lugar donde dejarme morir. Vi en mi camino hasta aquí un tercer templo, más grande, más alejado de la costa. Los nagas lo evitan, no se ve ninguno en las cercanías, tal vez porque les incomoda no poder reptar... No lo sé... Sin embargo se me antoja un lugar solitario y hermoso, una buena tumba para un viejo lobo de mar como yo.... Está decidido, mañana descenderé de nuevo, y que sea lo que la Dama quiera.

Dejaré un mensaje aquí para que, si algun día un viajero pisa estas tierras, sepa que aquí estuvo Jack Auburn, capitán de la Doncella de Oriente.

Loraine, no me olvides.



Día 6

Sigo aquí, hechizado por esta tierra y la decadencia nostálgica que la envuelve. No bajé al templo: hoy mientras dormía creí oír una voz que cantaba. Era lejana y no distinguía las palabras, pero era triste, tan triste... En mi sueño miraba al extraño templo que espera en las aguas y me pareció verlo envuelto en un aura de melancolía tan densa y pesada que creo que me alcanza hasta aquí. Definitivamente, debe estar hechizado él también, por algún espectro doliente en su soledad.

No temas, fantasma. No te tengo miedo. Yo iré contigo y te haré compañía durante la eternidad.


Día 7

Silencio.

Eso es todo lo que se escucha aquí, sobre el sordo rugido de las olas contra las paredes de alabastro. Me complace morir aquí, en la fresca penumbra de este lugar solitario y silencioso. Ojalá mi Loraine estuviera aquí conmigo para estrecharla, pues siento la distancia que nos separa como una cuchillada en el corazón que me quita la vida.

La tristeza se abate sobre mí ¿Acaso flaqueo ahora que me encuentro frente a mi muerte? Los recuerdos vienen a mi como la marea, mi niñez flota sobre las olas para que la vea, para que añore la feliz ignorancia en la que vivía. Regresa a mí la primera vez que vi el mar y como me enamoré de él, y el día de mi boda con Loraine, mi dulce Loraine... Pobre criatura, cuánto te hice sufrir... ¿Me perdonarás? ¿Me recordarás?


Día 8

¿Puede algo triste ser hermoso?¿Puede el dolor ser objeto de contemplación? Debo contener mi pluma para no volcarme en describir el pesar que me invade bajo forma de poesía. Es como si la pena flotara en el aire y se acumulara en los ojos, descendiendo hasta los brazos, hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

La añoranza es como una fiel compañera que no me abandona, como si cobrara fuerza en este templo, que tantos fantasmas debe albergar. ¿Cuantos elfos perecieron cuando las aguas invadieron este reino? ¿Cuantos de ellos siguen atados a estas ruinas por cadenas invisibles?

Anoche, mientras dormía, volví a oir la canción. Sonaba mucho más próxima y ahora estoy seguro de que es de aquí de donde brota. Es tan triste, tan amarga, y al mismo tiempo tan llena de belleza... Resonaba en las paredes de alabastro en mil ecos tristes, como si una miriada de espectros compartieran su pesar... Sin embargo el templo está desierto, habitado solo por este hechizo de nostalgia.

Me estremece la pena que brota de la canción, ojalá pudiera paliar su dolor... Ojalá tuviera aquí a mi Loraine....