sábado, 26 de julio de 2008

Camino oscuro IX


Día 20:


¿Quién iba a decir que un día entendería a Leviatan? Yo, que siempre me burlé de las voces que decía oir, me encuentro en su misma singladura.

Hace una semana que las voces en mi cabeza se pusieron de acuerdo y me ofrecieron un trato. Ellas dejarían de hablar todas a la vez y me proporcionarían consejo. A cambio, yo tendré que guardar el secreto de su existencia para siempre. Desde entonces hemos tenido una coexistencia pacífica y fructífera.

No puedo decir lo mismo de mi búsqueda de Trisaga. He recorrido medio Azeroth en su busca y nadie me sabe dar razón de ella. He recurrido al soborno, el engaño y la coacción, pero sigo como empecé. Si esto se alarga mucho más tendré que prepararme para lo peor...

Sí, tal vez Trisaga no aparezca nunca; tal vez esté muerta, y no debería extrañarme. Debo tener un misterioso don que hace que la gente que quiero desaparezca, literalmente, de mi vida.

Las voces en mi cabeza me llaman. Quieren que les cuente cosas sobre mí. Esta vez espero que ellas hablen un poco de sí mismas. De momento son tan reservadas...

sábado, 19 de julio de 2008

Camino oscuro VIII


Día 13:


Las voces han vuelto.

No sé cómo ha sido. Me he despertado sobresaltada creyendo oir la voz de Trisaga y allí estaban, susurrando en lo más profundo de mi cabeza. Al menos esta vez no son molestas ni recriminatorias, lo cuál ya es un alivio.

Pero me estoy desviando de lo realmente importante. He hablado con Shaw y los demás. La cosa ha llevado su tiempo ya que, aparte de los desplazamientos he tenido que esperar durante horas para ser atendida en cada lugar, lo que no ha hecho nada para mejorar mi humor. No sé qué traman esos tres, pero casi se diría que están conchabados. Sus taimadas palabras, rebosantes de labia y doblez no me engañaron. A pesar de su aparente intención de ayudarme, pude percatarme que no sólo no sabían nada, sino que no iban a mover ni un dedo. Demasiados recursos para un premio tan pobre. No se lo recrimino, pero lo tendré en cuenta para el futuro.

Cuando salía del SI:7 se me ha acercado uno de mis contactos. Al parecer, un hipogrifo ha aparecido muerto cerca de Trinquete. La descripción coincide con el que Trisaga tomó en el Bastión Plumaluna, pero hay tantos hipogrifos similares...

Las voces me reclaman. Dicen tener una oferta que no podré rechazar.

miércoles, 16 de julio de 2008

Camino oscuro VII

Día 10:

Estoy realmente preocupada por Trisaga.

Tras mi susto inicial, decidí que Trisaga ya es mayorcita. Quizás sólo quería pasar un par de días a solas para llorar a Liesel, así que decidí no agobiarla, pero ha pasado casi una semana y nadie sabe nada de ella.

En el Alba nadie la ha visto desde el día del entierro. El Maestro de vuelo del Bastión Plumaluna dice que su hipogrifo no ha regresado aún, lo cuál no ayuda a tranquilizarme.

Para colmo, estoy empezando a notar un sordo rumor en lo profundo de mi cabeza. Espero que no sean otra vez las voces. Si vuelven, no sé si podré soportarlo.

Voy a hablar con Shaw, Fahrad y Ravenholdt. Es hora de cobrar antiguos favores.

viernes, 11 de julio de 2008

Camino oscuro VI

Día 5:

No hay ni rastro de Trisaga.

Su pista se pierde en el Bastión Plumaluna. En el Hospital de Shattrath no la han visto desde ayer. Tampoco han tenido noticias de ella en Darnassus ni el resto de Teldrassil. He recorrido todos los poblados y asentamientos que existen entre Auberdine y Canción del Bosque sin resultado. Los elfos no saben nada de ella.

Anochece ya. Uñitas está exhausto, y yo también. Sufrir un accidente por viajar de noche en nuestro estado no va a hacer que la encontremos antes. Además, no sé por qué, pero tengo el presentimiento de que esto va para largo.

jueves, 10 de julio de 2008

Camino oscuro V


(La escritura es un tanto temblorosa y hay borrones de tinta y manchas circulares en el papel, como si las hojas hubieran sido mojadas por lluvia o llanto)


Día 4:

Soy libre.

Las voces se han ido. Trisaga ha hecho que se fueran y luego se ha ido.

Estoy sola...otra vez.


Hoy ha sido el entierro de Liessel. Cuando llegué al embarcadero de Feralas, Trisaga estaba allí. Miraba sin ver hacia la lejanía. Actuó como si yo no estuviera allí hasta que le tendí el colgante de Liessel. Me miró y lo tomó en sus manos. Por un instante vi una chispa de algo que no pude identificar. ¿Alivio? ¿Reconocimiento? Pero como vino se fue, y Trisaga volvió a su estado anterior.

Cuando el barco fúnebre arribó, Trisaga subió a bordo con premura. El resto de concurrentes la seguimos con desgana. No recuerdo muchos funerales con tanta afluencia de gente. A algunos los conocía en mayor o menor grado. Otros me eran totalmente ajenos. Incluso había un Tauren.
Corren extraños tiempos...

Me obligué a acercarme a Liessel y mirar su rostro sereno, aún a riesgo de sufrir los embates de las voces, que empezaban a hacerse notar. Colgado de su cuello vi el colgante que acababa de entregar a Trisaga.
Al verlo allí, no pude evitar recordar lo que había leído en el diario, el origen de ese colgante y su otra mitad, perdida con la hija de Liessel en la Ciénaga Negra.

Sabiendo lo que debía hacer, los nervios empezaron a hacer mella en mi temple. Las voces en mi cabeza no ayudaban a tranquilizarme. Tras la lectura del diario, parecían apenadas por las desventuras de Liessel. La infancia que nunca tuvo. Sus amores, sus hijas...

Sacudí la cabeza intentando centrarme, y traté de poner cara a Zorea. Unas discretas preguntas acá y allá me ayudaron a identificarla. No parece gran cosa, pero lo que había leído me confirmó lo que ya sabía: Las apariencias engañan, y mucho.

Cuando quise darme cuenta habían comenzado las exequias. Uno tras otro, se pronunciaron pequeños discursos acerca de Liessel, que eran recibidos por satisfechas inclinaciones de cabeza, caras indiferentes o, en algunos casos, comentarios reprobatorios.

De repente...silencio. Había llegado mi momento y Tristan me indicó con un ademán que subiera al estrado. El paladín se había mostrado genuinamente sorprendido cuando le había pedido hablar en último lugar. No tanto por el hecho en sí, sino por mi actitud calmada. Después de mi comportamiento para con él en los días pasados no era de extrañar su sorpresa. Es por ello que no puso ningún impedimento a mi petición.

Subí los escalones intentando no hacer caso a las miradas reprobatorias de algunos de los concurrentes. Sabía que mi ropa no era la más adecuada para un entierro pero, desde que Leviatan destrozara y quemara mi vestidor en la antigua sede de El Gremio, no había dispuesto de tiempo para comprar ropa. En silencio, me coloqué junto al cuerpo de Liessel, saqué su diario y comencé a leer.

Las caras de los allí presentes reflejaban el asombro que sentían por mis palabras, especialmente aquellos a los que nombraba directamente. Como al romperse una presa, las voces surgieron como un torrente incontrolable desde lo más profundo de mi cabeza. El dolor se hizo insoportable y mis músculos dejaron de responder. El diario cayó de mis manos y rebotó hasta los pies de Trisaga.

Como en un sueño, Trisaga recogió el libro, se colocó a mi lado y terminó de leer el diario. Su dulce voz hizo retroceder poco a poco la marabunta en mi cabeza, apaciguándola. Trisaga hacía honor a su título de Bálsamo, aunque eso no lo comprendí hasta más tarde. Cuando acabó la lectura, me devolvió el diario y volvió a su mutismo.

Los componentes del equipo de asalto fuimos los encargados de conducir a Liessel al lugar de su eterno descanso. Entre las salvas de los cazadores y los resplandores de los paladines entregamos el cuerpo de Liessel al Mar de la Bruma. Dormirá por toda la eternidad en el mar, que ella adoraba.

Cuando llegamos al Bastión Plumaluna, Trisaga abandonó el barco y se dirigió hacia el Maestro de Vuelo. Intrigada, la llamé una y otra vez sin conseguir respuesta. Al intentar detenerla, me apartó con suavidad pero con firmeza y prosiguó su camino. Sólo al llegar junto a los hipogrifos se volvió y me miró a los ojos. Me tocó las sienes y las voces desaparecieron como por ensalmo. Luego me habló.

- Ya no soy Bálsamo - dijo - Desde ahora me llamarán Tormento.

Cuando dijo estas palabras sentí un escalofrío. Sentí, más que vi, cómo su aura, siempre cálida y bondadosa, se ensombrecía por momentos. Acto seguido, Trisaga saltó sobre un hipogrifo y desapareció, seguida por las maldiciones del maestro de vuelo, que no había auotorizado tal acción. Caí de rodillas gritando su nombre. ¿Por qué toda la gente a la que amo desaparece de mi vida? ¿Acaso estoy maldita? ¿Es un castigo por algo que he hecho?

Entregué a Tristán el diario de Liessel. Ya no puedo aprender nada más de él y pienso que él debe tenerlo. Acto seguido, le pedí licencia de mis deberes para con la Orden para buscar a Trisaga. Licencia que me fue concedida, quizás con cierto alivio por su parte al no tener que verme durante una temporada. Acto seguido comencé mi búsqueda.

Eso es todo. No puedo escribir más hoy. No tengo fuerzas...

Ahora soy libre. Libre de las voces que me atormentaban.

Pero estoy sola...otra vez.

miércoles, 9 de julio de 2008

Camino oscuro IV


Día 3:


Me siento fatal. Después de lo que aconteció hoy las voces están confusas. La rabia que llevan días insuflando en mí ha desaparecido como por ensalmo. Nada de lo que digan ahora parece poder afectarme.

Pero estoy adelantando acontecimientos…

Había citado a Tristan en el Hospital de Shattrath. Tenía intención de echarle en cara todo el dolor que había causado, especialmente a Trisaga. Cuando llegó, le pedí que me siguiera, sin dar más explicaciones. Una vez en el piso superior, lo conduje hasta el cadáver de Liessel y lo cubrí de improperios mientras Serges, ¡cómo no!, velaba porque no me acercara demasiado.

Contrariamente a lo que pensaba, Tristan no sabía nada de la muerte de Liessel. Y lo que fue más desconcertante…la visión del cadáver pareció afectarle sobremanera.

Pero lo más extraordinario fue cuando Tristan se inclinó sobre el cadáver de Liessel y lo tomó en brazos. Ante la atónita mirada de medio hospital, Tristan cargó el cuerpo y se dirigió a los portales del centro de Shattrath. Lo seguí lo más discretamente que pude y Serges salió corriendo detrás nuestro. Los gritos de dolor de Trisaga fue lo último que oí cuando atravesé el portal de Forjaz.

Cuando aparecí entre los magos y sacerdotes, mi primer pensamiento fue de terror. Tristan no estaba a la vista. Atravesé la puerta que me separaba de las calles de Forjaz y miré a mi alrededor, temiendo haberlo perdido. Mas, helo allí, caminando apesadumbrado hacia el maestro de grifos. El enano casi se muere del susto cuando mi daga le pinchó la garganta en mi apremio por saber dónde había ido la macabra comitiva. ¿Menethil? Otra vez el mar…

Rápidamente subí a uno de los grifos y lo apremié a gritos para que volara lo más rápido posible. El animal respondió volando a una velocidad endiablada sobre las copas de los árboles y, en más una ocasión, temí que no pudiera remontar tras un más que pronunciado picado. Pero al fin divisé el puerto y, en breve, tomamos tierra.

¿Dónde estás Tristan? ¿Dónde has llevado a Liss? Allí. ¿Un barco? Sí, Tristan había subido a bordo de uno. Espera, ¿el “Virtud de la Doncella”? No, “Susurro sobre las aguas”. Curioso nombre.

Una vez a bordo, seguí los pasos de Tristan hasta el camarote principal, en la popa del barco. El cadáver de Liessel reposaba sobre el único lecho de la sala y Tristan parecía meditar. Era mi ocasión. Lentamente, saqué mis dagas, y ya me disponía a entrar en silencio cuando un ruido a mis espaldas me sobresaltó. ¡Serges! El maldito draenei me miraba entre preocupado y enfadado. Aunque las voces me urgían a que lo matara a él y luego a Tristan, algo en mi interior me detuvo, una presencia reconfortante y triste a un tiempo que no pude identificar. Envainé mis dagas y, en ese momento, mi corazón dio un vuelco.

Tristan hablaba con palabras cargadas de tristeza y melancolía. Mis oídos no daban crédito. ¿Tristan apreciaba a Liessel? Pero eso no podía ser. Debía estar fingiendo. Él no sabía que yo estaba escuchando. No podía saberlo. Entonces…su dolor debía ser real.

La llegada de Tidnar me arrancó de mis cavilaciones. ¿El mítico gnomo allí? En verdad éste estaba siendo un día de sorpresas continuas. El gnomo quería ver a Tristan y, una vez juntos, lamentaron la pérdida de Liessel. Tras la partida del gnomo, Tristan subió a cubierta, momento que aproveché para registrar el camarote ante la horrorizada mirada de Serges.

El olor a cuero y sal que acompañaba siempre a Liessel inundó mis fosas nasales. Una rápida visión general me permitió sopesar la situación y establecer prioridades. La habitación parecía haber sido ordenada recientemente tras un ciclón. Muebles rotos y reconstruidos convivían con otros totalmente destrozados. Botellas vacías, una especie de cesta de madera (¿una cuna? ¿aquí?)…y una mesa llena de mapas, mapas comprometedores que hice desaparecer rápidamente de la vista, lo que hizo que reparara en un libro que se hallaba bajo ellos. Al cogerlo, un bucle de finísimo cabello dorado cayó de entre sus páginas. Atónita, lo coloqué con cuidado dentro del libro y guardé éste para un posterior estudio.

La reprimenda que Serges me estaba echando por registrar la habitación terminó en seco con la llegada de un destrozado Rictus. Sabedora de que fue el último ser en ver con vida a Liessel, le pregunté por el colgante que había nombrado Trisaga, y mi sorpresa fue mayúscula cuando lo sacó de su jubón y me lo entregó. Al parecer Liessel lo llevaba consigo. Lo guardé cuidadosamente, prometiéndome dárselo a Trisaga.

Rictus me ayudó a realizar un registro eficiente y rápido. Una vez acabado éste y sin haber encontrado nada más que ropa (del tipo que nunca habría sospechado que Liessel pudiera poseer) y otros objetos sin importancia, abandoné el barco. Serges se quedó para velar por Tristan y Rictus parecía discutir con un parroquiano a los pies de la pasarela, así que me fui sin hacer ruido.

Una vez a salvo, leí el diario de Liessel y se me cayó el alma a los pies. ¿Cómo puede alguien sufrir tanto y seguir viviendo? ¿Cómo puede siquiera seguir cuerdo? Tengo que entregar este diario a Tristan y pedirle disculpas por cómo lo he tratado. Después de leer esto me siento como si fuera basura.

Mañana es el entierro de Liessel. Debo redimirla a los ojos de los que convivieron con ella. Liessel lo merece…y Trisaga también.

martes, 8 de julio de 2008

Camino oscuro III


Día 2:


He visto a Trisaga.

Cuando llegué al Hospital de Shattrath, en el Bajo Arrabal, el hedor a enfermedad y muerte golpeó mis fosas nasales casi como si fuera un ataque físico. Los sanadores hacen lo que pueden con los heridos y los enfermos, pero hay males que ni siquiera ellos pueden curar.

Al ver el cadáver de Liessel las voces de mi cabeza experimentaron un súbito crescendo que se volvió abrumador en cuestión de segundos. El dolor casi me hace caer de rodillas, pero no podía permitirme tal muestra de debilidad. No ahora. No delante de Trisaga y Serges.

Ambos estaban allí. Serges lloraba la muerte de Liessel y Trisaga...Trisaga pasa las horas obnubilada junto al cuerpo exánime de Liessel, tomándole la mano como si le fuera la vida en ello. Lo que me horroriza es que creo que sea así.

Me sorprendió que Serges no me reconociera hasta que me di cuenta de mi aspecto. No suelo llevar el rostro al descubierto y mucho menos llevar vestido, pero no creía que presentarme ante Trisaga con una armadura manchada de sangre y dos dagas fuera muy tranquilizador, la verdad.

Al aproximarme a Trisaga mi corazón dio un vuelco y una nueva oleada de dolor recorrió mis entrañas. Su rostro...su bello rostro estaba surcado por unos terribles arañazos, como si en su desesperación se hubiera autoinflingido esas heridas. ¿Por qué? ¿Por qué tiene alguien tan bondadoso que sufrir así? Porque Liessel está muerta. Muerta porque no estabas allí para ayudarla...

Trisaga no dio muestras de reconocerme, mucho menos de oirme. Simplemente permanecía junto a Liessel, con la mirada vacía, sin vida. Serges estaba tan desconcertado como yo y, en mi rabia, me ratifiqué en mi deseo de que Tristan sufriera por todo el dolor que había causado.

Debo haber dicho algo en voz alta, porque Serges me recriminó por tales declaraciones. ¡Incluso llegó a decir que no dejaría que le pusiera un dedo encima a "su Señor"! ¿Cómo osa? Creía que era de fiar, pero veo que se ha convertido en otro de los perros falderos de Tristan. Está visto que ya no puedo confiar en ese bastardo.

Estaba a punto de sacar uno de los estiletes que siempre llevo ocultos, cuando la sangre se me heló en las venas. ¿Trisaga? Sí, era la voz de Trisaga. Repetía algo que me costó entender: "El colgante. No está". Mis preguntas al respecto no obtuvieron respuesta, salvo la misma letanía, una y otra vez. Tendré que preguntarle a Rictus. Creo que conocía a Liessel un poco mejor. Quizás él sepa a qué colgante se refiere Trisaga.

Intrigada, pero aún furiosa, abandoné abruptamente la sala y a un confundido Serges. Creo que mi mala fama se ha incrementado hoy, pero me trae sin cuidado. De hecho puede ser útil para lo que planeo...

Las voces han cambiado su cantinela y parecen excitadas por el inminente derramamiento de sangre.

Tengo que afilar las dagas y preparar mis venenos. Mañana los necesitaré.

¿Dónde he puesto el tormento de doncella? Mmmmmm

lunes, 7 de julio de 2008

Camino oscuro II


Día ?:


No sé cuánto tiempo ha pasado. ¿Un día? ¿dos? Me he despertado bañada en sudor en un catre de mi taller. No recuerdo cómo he llegado aquí...

Las voces no se han ido. Siguen ahí, acechándome, asicándome. He conseguido reducirlas a un rumor, un sordo zumbido como de miles de abejas prestas a clavar sus aguijones en mi cabeza si les dejo ocasión. Un rumor que sube y baja como una marea...El mar...¿por qué demonios pienso en el mar?

Trisaga habia dicho algo de Liessel y un barco...Trisaga...tengo que verla.

domingo, 6 de julio de 2008

Camino oscuro I


Día 0:


Liessel está muerta. Muerta porque no estabas allí para ayudarla...

No consigo sacarme esas palabras de la cabeza. Resuenan una y otra vez. Las voces se superponen unas a otras en un maremágnum cada vez mayor. Me están volviendo loca, poco a poco, inexorablemente.

...no estabas allí para ayudarla...está muerta...allí...Liessel...

Cuando desperté a las puertas de Entrañas, rodeada de muertos y agonizantes, me escabullí como pude. Si algo me enseñaron mis maestros es que, llegado el caso, es mejor huir para luchar mañana. Una vez a salvo intenté contactar con Liessel y ...muerta...no estabas allí... Rictus me dio la noticia ...Liessel... ayudarla...

Maldita sea, ¿por qué siento este dolor? ...muerta...muerta... Liessel era odiosa. ¿O no? ...Liessel...muerta... Sí, lo parecía, pero había algo en ella, algo oculto... ...muerta...¡MUERTA!

¡Salid de mi cabeza, malditos! ... ¿Cómo se lo voy a decir a Trisaga? ¿Cómo le podré decir que es culpa mía? ¿Cómo decirle que Liessel está muerta por mi culpa? No, no sólo mía. Tristán...ese maldito papagayo presuntuoso adelantó la hora del ataque. Pagará por esto. Derramaré hasta la última gota de su sangre si es preciso. Haré que sufra mil muertes, a cuál más lenta y dolorosa.

...Liessel está muerta....Liessel...muerta...está muerta...Liessel...Liessel está muerta...

La caída II


Imoen salió de su letargo autoinducido. Tenía las extremidades entumecidas de haber pasado tanto tiempo metida en el hueco entre dos sillares.

Miró hacia el cielo y vio la oscuridad que esperaba. Pero estaba sola. No necesitaba la escasa luz de las estrellas para darse cuenta.

- Algo va mal - pensó con inquietud.

Encendió el comunicador que Liessel le había dado y lo puso al mínimo. Aún así pudo distinguir claramente el ruido de la batalla.

- ¡Maldita sea! Se han adelantado. No tenía que haberme fiado de esos paladines engreídos. ¿Dónde estarán los demás?

Maldiciéndose a sí misma por haber usado tal nivel de letargo, Imoen se fundió con las sombras y se dirigió a las cloacas. Tenía que averiguar dónde estaban sus compañeros. Confiaban en ella y la necesitaban. Sobre todo Liessel.

A lo largo de los últimos días, el comportamiento errático de Liessel se había convertido en la seguridad arrogante típica de la muchacha. Pero días atrás, tras la convocatoria para el ataque, Imoen había creído distinguir un brillo extraño en los ojos de la asesina. En ese momento no le dio mayor importancia, atribuyéndolo a la emoción propia del momento, pero ahora ya no estaba tan segura.

- Estaba como ausente - su mente discurría a toda velocidad - como pensando en algo que los demás no entenderíamos, en algo que...¡Dioses! Cualquier distracción puede ser fatal en una acción como esta. Tengo que encontrarla.

Rápidamente conectó su comunicador, el que Liss (últimamente pensaba en ella como Liss, no sabía por qué) le había dado y habló con voz queda.

- ¿Alguien me escucha? ¿Liessel? ¿Rictus? ¡Maldita sea! ¿Qué demonios sucede aquí?

La voz de Liessel le llegó lejana y rodeada del entrechocar del acero y gemidos de dolor.

- ¿Dónde diablos estabas, "chico"? Las polillas adelantaron la hora de la fiesta y tú no estabas localizable. Estamos a punto de entrar en la celda del Obispo y no tengo quién cubra mi flanco.

El tono cortante y despreciativo golpeó a Imoen como una bofetada. ¿Cómo que se había adelantado el ataque? Esas cosas no se hacen. No en una operación con tanta planificación como ésta.

Maldiciendo entre dientes a todo bicho viviente, Imoen entró en las cloacas a tal velocidad que se dio de bruces con los enemigos que estaban guardando la entrada. A pesar de sus intentos por pasar desapercibida, el enorme gato de uno de ellos se lanzó sobre ella. Imoen se golpeó con la pared y la oscuridad la cubrió.

La cabeza le dolía horrores cuando despertó y el escozor en su ojo izquierdo no hizo más que confirmar que sangraba profusamente por un profundo corte sobre su ceja. Miró a su alrededor con precaución y, al verse sola, se arrastró hacia la salida, esquivando cadáveres a su paso. Debían haberla dado por muerta, y si no se daba prisa pronto lo estaría.

Una vez en un lugar seguro, se curó la herida lo mejor que pudo. Encendió su comunicador y habló casi en un susurro.

- Liessel

Estática

- ¿Liessel?

Estática

- ¡Maldita sea, Liss, contesta!

Del comunicador brotó una voz, pero no era la de Liessel. Era Rictus. Estaba...¿llorando? ¿Rictus llorando? Aquello no pintaba nada bien.

Con voz entrecortada, Rictus habló. Imoen escuchaba obnubilada. No podía ser cierto ¿Liessel muerta? No, ella no.

Mientras las nubes cubrían el cielo apagando las estrellas, una sombra anidó en el pecho de Imoen.

- Liessel está muerta. Muerta porque yo no estaba allí para ayudarla. Ella confió en mí y yo...

Los muros de la torre en ruinas amortiguaron los sollozos de Imoen...

La caída I

Por Liessel

La puerta estaba apenas a unos pasos, podía verla a través de las decenas de defensores en la lucha encarnizada, cuando el dolor le traspasó el vientre como una lanza ardiente, pulsante con la fuerza de mil soles.

El tiempo se detuvo de pronto, transcurriendo tan lentamente como si algun ente supremo lo sujetara fuertemente con las manos.

"Ya está" se dijo, y lo acogió casi con alivio.

Mientras el mundo se volcaba en aquella caída infinita, vio los rostros a su alrededor como en un caleidoscopio, deformados por la ira, velados por el fuego. El sonido desapareció, amortiguado como si estuviera sumergida, y el espacio a su alrededor se deformó hasta invertirlo todo. Vio los ojos llameantes de los sin´dorei resplandecer con fuerza, embargados por el trance de la batalla; vio el rostro deformado por la tensión de los sacerdotes ante la masacre, entregando su propia vida por aquellos que luchaban junto a ellos... Le pareció ver a Tristan, luchando encarnizadamente, abriéndose paso hacia las celdas, pero la ola de guerra lo engulló y lo perdió. Buscó con la mirada algun rostro conocido, pero a nadie reconocía. El dolor era tan intenso que apenas podía respirar. Le sobrevino un extraño vértigo cuando sintió como sus fuerzas huían por el tajo abierto en el vientre.

"Ya llega"
pensó, y cerró los ojos, tratando de ver el mar, pero las olas se negaron a regresar a su mente.

Un gemido brotó de sus labios, regado de sangre encarnada, cálida y de sabor metálico. El sonido regresó antes de que abriera los ojos para comprobar, con terror, que pese a todo seguía allí. Los pasos retumbaban en el suelo sobre el que había caído, y el fuego, la sangre y el dolor lo llenaban todo. Sentía el dolor de los pies que la magullaban sin verla, pero no importaba, solo importaba el mar.




¿Por qué no regresaba? ¿Por qué el mar la rehuía?

El dolor se extendió desde la herida en el vientre por su cuerpo, a través de los brazos, recorriendo las piernas, estremeciéndola por completo. Era afilado, pulsante, oscuro y abrasador, una debilidad tan absoluta que las lágrimas de impotencia se le agolparon en los ojos mientras la sangre burbujeaba en sus labios.

"No debería ser así
" sollozó con desesperación en su interior, sintiéndo que la fuerza huía demasiado despacio, haciendo el dolor interminable, una tortura como jamás había imaginado. No era lo que había visto en sueños, no era aquel el final rápido y determinante que había visto... No, aquel dolor no lo había creído posible...

Cerró los ojos de nuevo, esperando, deseando con fervor que todo acabara, que el dolor desapareciera, pero cada vez que respiraba el dolor la traspasaba y la sangre se le agolpaba en la garganta, ahogándola.
¿Por qué no acababa? ¿Por qué le había sido dado ver su muerte si era una falacia?
Un nuevo terror se sumó a su pesadilla: aquel era el apotecarium, la cuna de las pestes, podía ver los viales ponzoñosos vertidos en el suelo... Trató de moverse, necesitaba salir desesperadamente de allí, pero sus dedos arañaron la dura piedra fría sin fuerza.

"No quiero morir aquí" gimió, pero de sus labios solo brotó un gorgote inaudible. Los sollozos eran débiles, pero las sacudidas, por leves que fueran, convertían cada suspiro en una tortura atroz. Apretó los ojos con toda la fuerza que le quedaba y rogó por que todo terminara. Trató de concentrarse en el latido débil de su corazón, como si con desearlo pudiera detenerlo, pero también su mente flaqueaba, se tambaleaba como si estuviera hecha de una manera intangible como el sueño. El dolor persistió y también el miedo.

El latido abrasador de la herida impregnó cada partícula de su ser como si fuera aceite, incapaz de desprenderse de él. Era fío y caliente al mismo tiempo, afilado, pulsante y contudente, como si todas las texturas y formas del dolor se hubieran concentrado en su viente para sumirla en la más completa desesperación. El dolor se convirtió en un pozo de paredes resbaladizas, frío y oscuro como una mazmorra, y se dejó caer.

Y cayó...

El dolor la arrancó de la caída y gimió de nuevo, sollozante. Sus ojos se negaban a abrirse, pero consiguió desentrelazar las pestañas para atisbar lo que había al otro lado.

Unos ojos la miraban, unos ojos que conocía, llegándo hasta ella a través del caos. Poco a poco reconocio el rostro, que gritaba palabras que no podía oír. Hizo acopio de fuerzas y habló.

"Sácame de aquí", quiso gritar, pero la voz era apenas un susurro y la sangre le llenaba la boca.

Rictus la tomó en brazos como si fuera una niña y lo último que pudo recordar fue la seguridad de sus brazos, la respiración agitada en el pecho magullado y el cabello de plata haciéndole cosquillas en el rostro.

La oscuridad llegó como un bálsamo largo tiempo ansiado, envolviéndola en su calidez aterciopelada, llevándose el dolor, la tristeza y el miedo. Flotó en la oscuridad durante la eternidad, más allá de los sueños y la realidad, en un lugar donde los fantasmas y los demonios ya no podían alcanzarla. El olor de la hierba la llenó por completo y por un momento creyó estar tendida en un lecho de hojas húmedas.

- Liessel...

Escuchó voces y de algún modo llegó a preguntarse si realmente la estaban esperando al otro lado.
La voz era cercana, teñida de preocupación. Quiso extender las manos para acariciar el rostro, pero ya no tenía manos, ni ojos, ni mente, ni cuerpo. Era solo oscuridad, era solo paz.

- Liss...

Primero volvió el dolor, y cuando sollozó, regresó la sangre a sus labios. La sensibilidad regresó como una bestia infame. El dolor la sumió de nuevo en un delirio incesante. Hacía frío, podía sentir las manos aletargadas, incapacez de moverse... Y las piernas... ¿Por qué no sentía las piernas?

- Liessel...

La voz sonó cercana esta vez, tan cerca que casi podía sentir el cosquilleo de las palabras en la piel. El dolor se retiró como una ola, siempre presente pero convertido en un sordo rumor acechante. Ahora sabía que era solo cuestión de tiempo, que el final llegaría, y aquel conocimiento se llevó el miedo y la oscuridad.

Cuando abrió los ojos, estaba tendida en la hierba y las aguas frescas de un lago le besaban los pies. Rictus estaba arrodillado a su lado, con el gesto fruncido en profunda preocupación, los ojos resplandecientes mirándola fijamente como si con mirarla bastara para retenerla.

- ... no puedes irte así...

Sí, era aquella voz la que la había traído de vuelta desde la oscuridad. Consiguió mover una mano, casi tan ajena como los pájaros que volaban, para arrastrarla hasta la mano del kal´dorei, empapada en sudor y sangre.

- Ric..

El elfo pareció regresar, repentinamente ausente, y la miró fijamente, alarmado, como sorprendido de que todavía siguiera allí. Apretó la mano casi inerte y Liessel sonrió débilmente desde el pozo de oscuridad que tiraba de ella.
No entendía por qué seguía allí, no podía decirle que lo había visto en sueños y que los sueños le habían mentido. No quería mentirle, no a él.

Respiró con dificultad y tragó dolorsamente saliva bañada en sangre.

- Lo que tenga que ser..- susurró, tan débilmente como el murmullo de las aguas tranquilas de un estanque- ... sea...

La mirada de Rictus se centró en ella fijamente, casi dolorosamente ser consciente de su intensidad. Había preocupación en sus ojos, genuina preocupación, y sintió que nunca nadie se había preocupado tanto por ella. Era indigna de tanta atención, siempre lo había sabido, y ahora aquellos ojos la miraban a ella, solo a ella, y le rogaban que se quedara.

Sintió la magia cuando ya era tarde. Como si hubieran abierto una exclusa, las pocas fuerzas que le quedaban se precipitaron al vacío. Vio, como en sueños, como Rictus se levantaba bruscamente de su lado. Quería decirle que se quedara, que todo estaba bien, pero vio como desenfundaba las armas y se preparaba para luchar. No quería mentirle, no a él...

- Rictus...- burbujeó su voz, casi inaudible, llegando de algún lugar lejano. El elfo apartó la mirada de la bruja y la miró de nuevo- Déjala...

Incomprensión en sus ojos ¿Acusación? Quería decirle que no estaba claudicando, que solo quería descansar. De pronto, como un regalo, como el perdón divino que había buscado durante tanto tiempo, su mente se llenó del eco de las gaviotas y sintió gratitud, una gratitud absoluta e infinita.

"El mar..." consiguió pensar antes de que las olas se la llevaran "... es tan hermoso..."

El dolor desapareció, y el mar se lo llevó todo.