martes, 8 de julio de 2008

Camino oscuro III


Día 2:


He visto a Trisaga.

Cuando llegué al Hospital de Shattrath, en el Bajo Arrabal, el hedor a enfermedad y muerte golpeó mis fosas nasales casi como si fuera un ataque físico. Los sanadores hacen lo que pueden con los heridos y los enfermos, pero hay males que ni siquiera ellos pueden curar.

Al ver el cadáver de Liessel las voces de mi cabeza experimentaron un súbito crescendo que se volvió abrumador en cuestión de segundos. El dolor casi me hace caer de rodillas, pero no podía permitirme tal muestra de debilidad. No ahora. No delante de Trisaga y Serges.

Ambos estaban allí. Serges lloraba la muerte de Liessel y Trisaga...Trisaga pasa las horas obnubilada junto al cuerpo exánime de Liessel, tomándole la mano como si le fuera la vida en ello. Lo que me horroriza es que creo que sea así.

Me sorprendió que Serges no me reconociera hasta que me di cuenta de mi aspecto. No suelo llevar el rostro al descubierto y mucho menos llevar vestido, pero no creía que presentarme ante Trisaga con una armadura manchada de sangre y dos dagas fuera muy tranquilizador, la verdad.

Al aproximarme a Trisaga mi corazón dio un vuelco y una nueva oleada de dolor recorrió mis entrañas. Su rostro...su bello rostro estaba surcado por unos terribles arañazos, como si en su desesperación se hubiera autoinflingido esas heridas. ¿Por qué? ¿Por qué tiene alguien tan bondadoso que sufrir así? Porque Liessel está muerta. Muerta porque no estabas allí para ayudarla...

Trisaga no dio muestras de reconocerme, mucho menos de oirme. Simplemente permanecía junto a Liessel, con la mirada vacía, sin vida. Serges estaba tan desconcertado como yo y, en mi rabia, me ratifiqué en mi deseo de que Tristan sufriera por todo el dolor que había causado.

Debo haber dicho algo en voz alta, porque Serges me recriminó por tales declaraciones. ¡Incluso llegó a decir que no dejaría que le pusiera un dedo encima a "su Señor"! ¿Cómo osa? Creía que era de fiar, pero veo que se ha convertido en otro de los perros falderos de Tristan. Está visto que ya no puedo confiar en ese bastardo.

Estaba a punto de sacar uno de los estiletes que siempre llevo ocultos, cuando la sangre se me heló en las venas. ¿Trisaga? Sí, era la voz de Trisaga. Repetía algo que me costó entender: "El colgante. No está". Mis preguntas al respecto no obtuvieron respuesta, salvo la misma letanía, una y otra vez. Tendré que preguntarle a Rictus. Creo que conocía a Liessel un poco mejor. Quizás él sepa a qué colgante se refiere Trisaga.

Intrigada, pero aún furiosa, abandoné abruptamente la sala y a un confundido Serges. Creo que mi mala fama se ha incrementado hoy, pero me trae sin cuidado. De hecho puede ser útil para lo que planeo...

Las voces han cambiado su cantinela y parecen excitadas por el inminente derramamiento de sangre.

Tengo que afilar las dagas y preparar mis venenos. Mañana los necesitaré.

¿Dónde he puesto el tormento de doncella? Mmmmmm