lunes, 30 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XX


Esa noche trascurrió sin incidentes y el siguiente día también. Nerisen acudió por tres veces con comida y bebida, así como a comprobar los vendajes. Habló lo justo y no respondió a las preguntas de Imoen. Por su parte, la joven no hacía otra cosa que repasar mentalmente datos del último año, intentando dar con una información que escapaba a sus deducciones.

La noche del segundo día en su “encierro”, Imoen se acostó, agotada del esfuerzo de la jornada, y soñó.


Imoen se encontraba en la plaza de la catedral, frente al Orfanato. Los niños jugaban en el exterior, mientras Ruiseñor los miraba con cariño. Tres niñas de cabello taheño se perseguían alrededor de ella, con las caras arreboladas por el esfuerzo y muertas de risa. De repente, las tres se pararon y miraron a Imoen con semblante serio.

- ¿Ocurre algo, pequeñas?
- Queremos ir con nuestra hermana.
- ¿Hermana?
- Sí, encuéntrala, por favor.
- Pero…yo no sé quién es vuestra hermana. Ni siquiera sabía que tuvierais una.
- ¿Eso piensas? Creíamos que eras más lista.

Ahora también Ruiseñor la miraba con semblante serio. Y no sólo ella. Los niños del Orfanato, las cuidadoras, los transeúntes…todos la rodearon con semblante serio y comenzaron a increparla:

- Te creía más lista…queremos ir con nuestra hermana… encuéntrala… lista… su hermana… encuentra… creíamos… lista…

Imoen se cubrió los oídos con las manos, pero era inútil, Las voces resonaban en el interior de su cabeza.

- No, otra vez, no…no podré resistirlo. No….no….¡NO!



Imoen despertó sobresaltada y bañada en sudor.

- Ha sido una pesadilla. Una maldita pesadilla.

Dolorida, se frotó las sienes ¿Por qué había tenido ese sueño? ¿Por qué se acordaba ahora de las trillizas? Las conoció en el Orfanato tiempo después de comenzar su entrenamiento a las órdenes de Shaw, en una de las múltiples ocasiones en que se escapó a ver a Ruiseñor. Una historia fea, ciertamente. Tres niñas y un bebé abandonados en un granero. Las niñas casi no hablaban con nadie salvo ellas mismas y su hermano. Las autoridades habían dejado a las niñas bajo la tutela de las cuidadoras. Estaba casi segura de que una era Hester, otra Elaine y la tercera se llamaba...

- Loraine…Se llamaba Loraine Ruran. ¿Pero qué tiene que ver con…?

Otra imagen en su cabeza. La del día en la que vio a aquella muchachita espiando a las tres niñas sin ser vista. Aquella figura, que ahora le resultaba dolorosamente familiar, no era otra que…

- Liessel, maldita sea. Liessel se apellida Ruran.

Era el apellido de su padre. Imoen lo averiguó por accidente en los archivos del SI:7, una de las veces en que buscaba clandestinamente información sobre su madre. Las trillizas debían ser…¿sus hermanas…?

- ¡Dioses! ¿Será posible que…?

Repasó mentalmente los datos que tenía de Loraine: Desolladora y trampera residente en Pino Ámbar. Se inscribió en El Gremio en el undécimo mes del pasado año bajo el nombre de Loraine Auburn, Ruran de soltera. Ruran…Loraine Ruran…

Y de repente todo encajó. La ficha sin grabado ni foto, lo esquiva que había resultado Loraine…

- Las fechas coinciden. Es tan obvio que es perfecto. Lo he tenido delante todo el tiempo y no lo he sabido ver. ¡Soy una estúpida!

Imoen se dirigió hacia la puerta de la habitación. Aunque sabía que la puerta estaba cerrada desde fuera, decidió probar nuevamente. Tal ver Nerisen se hubiera olvidado de cerrar.

- Sí, claro. Y tal vez Jasmine decida cocinar algún día comida normal.

El susurro de su voz, hablando consigo misma, se convirtió en una expresión de sorpresa cuando la puerta se abrió en silencio. Frente a la misma se hallaba un maniquí con su armadura de infiltración. Sorprendida, la examinó con un cuidado casi reverente.

- Está como nueva. Toda, hasta el casco.

Lentamente, se puso la armadura, teniendo especial cuidado en no dañar su brazo izquierdo. Al ir a colocarse el casco, un papel cayó de su interior.

- Espera, ¿qué es esto?

Recogió la nota y la miró a la luz de una vela. Cuatro palabras la miraban desde el papel.


Busca a Loraine Ruran


Y maldiciéndose a sí misma por enésima vez, Imoen abandonó la casa de Nerisen y Lunargenta.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XIX


Media hora más tarde, Imoen, vestida con una túnica amplia se sentaba frente a Nerisen. Su brazo izquierdo reposaba sobre su pecho, sujeto por un vendaje. Los cortes de su cara y sus doloridos oídos también habían recibido curas y el ungüento sobre su abdomen empezaba a hacer efecto. Nerisen era un artista en más de un aspecto y los primeros auxilios no escapaban a sus conocimientos.

El elfo se sentaba nuevamente frente a ella, paladeando con deleite su bebida.

- ¿Y bien?
- ¿Y bien qué? – contestó el elfo.
- Sabes a qué he venido.
- Por supuesto. No puedes vivir sin mí y quieres pasar otra noche de pasión desenfrenada. Es normal…
- No juegues conmigo, por favor. ¿Dónde está Liessel?

La mirada de Nerisen se endureció.

- A Liessel se le proporcionó una nueva identidad y se le ofreció la posibilidad de buscarle una casa, pero la rechazó. Nadie sabe dónde fue.
- ¿Cuál es la identidad actual de Liessel?

El elfo miró a Imoen.

- ¿Por qué preguntas lo que ya sabes? Te creía más lista.

Imoen se quedó de piedra.

- ¿Lo que ya sé? Pero…

Nerisen cortó la respuesta con un gesto.

- Puede que necesites algo de descanso para poner en orden tus ideas. Puedes quedarte aquí dos o tres días, si lo deseas, pero luego tendrás que irte. Quién sabe, tal vez alguno de mis alumnos te encuentre por casualidad. Podría ser divertido.

Y sin darle tiempo a responder, el elfo abandonó la estancia y dejó a Imoen sumida en un mar de dudas.

Asuntos Pendientes XVIII


Intentó irse por donde había venido, pero la puerta estaba bien cerrada. Lentamente, el techo comenzó a descender.

Imoen miró a su alrededor, buscando el cierre que detendría el movimiento del techo y la salvaría de una muerte horrible. Con el corazón latiendo desbocado en su pecho intentó calmarse. Sabía que si no lo hacía acabaría convertida en pulpa. Sus ojos recorrieron febrilmente la habitación hasta que lo vio. Un agujero, no mayor que su meñique, casi a ras de suelo. Se acercó rápidamente y, quitándose los guantes, insertó su dedo con cuidado.

Despacio, muy despacio, la pared se abrió, descubriendo un panel con varias ruedas. Lo que aparentaba ser un cristal dejaba ver varias palancas, accesibles a través de huecos. Estaba segura de que sólo una de ellas era la buena, pero ¿cuál? Su mente trabajó a toda velocidad, buscando símiles con todas las trampas que conocía y descartando una tras otra por su aspecto, posición…Era una apuesta arriesgada y lo sabía, pero no le quedaba otra opción. El diseño de una era idéntico a la primera trampa que le había explotado. El de otra semejaba la bomba sónica... Fue descartando una palanca tras otra hasta que sólo quedaron dos.

Imoen metió la mano por un hueco y accionó una. Tan pronto lo hizo, la velocidad de caída del techo aumentó perceptiblemente.

- Mierda.

Tumbada en el suelo, intentó alcanzar la otra, pero estaba fuera de su alcance por milímetros. En condiciones normales habría utilizado alguno de sus artilugios, pero los había perdido en alguna de las salas.

Entonces lo vio. Una vara sobresalía de la pared junto a la palanca. En su extremo había una especie de brazal metálico. La vara estaba conectada a una polea y ésta, a su vez, a una de las ruedas a la derecha de Imoen. Sabiendo lo que tenía que hacer, metió su mano izquierda en el brazal y comenzó a girar la rueda con la derecha hasta que notó cómo su hombro, codo y muñeca comenzaban a dislocarse.

El techo estaba ya a un metro de su cuerpo yacente.

- Sólo un poco más…

El dolor era casi insoportable, pero Imoen se obligó a seguir girando la rueda. Como anticipando su inminente muerte, por su cabeza pasaron en rápida sucesión los momentos más significativos de su vida: La alegría compartida con su madre y hermana cuando su padre volvía a casa y su enfado cuando se volvía a ir, siempre demasiado pronto; la noche en que lo perdió todo a manos de los no muertos; su estancia en el orfanato; su entrenamiento en el SI:7; las vejaciones que sufrió allí; los escasos momentos de placer; el funeral de Liessel y la locura de la búsqueda de Trisaga; Zoë ; Jasmine y la gente que parecía apreciarla a pesar de su deleznable comportamiento; Klode…su pequeña y dulce Klode…

Su visión se llenó de destellos de luz mientras notaba cómo perdía el sentido a causa del dolor de su brazo.

- No, no puedo dejarme ir. Tengo que conseguirlo. Por ellos…por Klode.

Y, dando otra vuelta a la rueda, sus entumecidos dedos alcanzaron al fin la palanca y la accionaron.

Por un momento el techo continuó descendiendo y, agotadas sus fuerzas, Imoen cayó en la inconsciencia y se entregó a su destino.




- Sólo uno de cada veinte de mis alumnos supera la prueba de las palancas. Te felicito, Imoen
- Gracias.

Y lo decía en serio. Por algún extraño motivo su visión de Nerisen había cambiado. ¿O era ella la que había cambiado? Toda su ira hacia el elfo había desaparecido. Las distracciones emocionales estaban relegadas a un rincón, sin que pudieran ya impedirle mantener sus sentidos y su percepción perfectamente afilados. Al mirar a Nerisen con algo que rayaba la admiración, éste le devolvió una mirada divertida, haciendo que Imoen bajara los ojos, avergonzada.

- Ahora eres lo que nunca debiste dejar de ser: Una máquina de matar perfectamente engrasada. Parece que no me equivoqué contigo, a fin de cuentas.
- Que no te equivocaste…¿Todo esto era una prueba? ¿Desde la primera vez que nos vimos?

Nerisen se encogió de hombros.

- Hay demasiado en juego en todo este asunto. Tenía que asegurarme de que eres de fiar y de que tus motivos para encontrar a Liessel son algo más que un mero “trabajito”. No conozco a muchos que hubieran llegado tan lejos por dinero o, incluso, por su sentido del deber.
- …
- Te diré cuál es la próxima parada en la búsqueda que has emprendido, pero te advierto que si alguna vez das con Liessel puede que lo que encuentres no sea lo que esperas.
- ¿A qué te refieres?
- Ya lo verás, si no mueres antes. Y ahora, veamos ese brazo…

Asuntos Pendientes XVII


Sentado tras una mesa llena de suculentas viandas, Nerisen contemplaba a Imoen con una sonrisa torcida, entre satisfecha y complaciente. En su mano sostenía una copa del cristal más fino que la joven había visto nunca. La botella que estaba sobre la mesa no dejaba lugar a dudas: El vino que llenaba la copa costaba tanto como cualquiera de los cargueros de Theramore.

- A tu salud, querida.

Frente a él, Imoen pugnaba por mantenerse en pie. Su armadura de infiltración estaba rota por varios sitios y su casco había desaparecido. Su cara estaba llena de pequeños cortes y quemaduras, un hilillo de sangre brotaba de sus oídos y su brazo izquierdo colgaba inerte en su costado.

Tres horas atrás se habría lanzado al cuello del elfo, con sus ojos destilando odio en estado puro, para destrozarlo con sus propias manos después de hacerle confesar el destino de Liessel. Tres horas atrás. Pero ahora…ahora era distinto.

- Me alegra ver que me equivocaba contigo. Quizás pueda sacarse algo bueno de ti, al fin y al cabo.

Nerisen hizo un ademán hacia una silla frente a la suya.

- Toma asiento, por favor. Tenemos que hablar.

Imoen se sentó, notando un dolor sordo en el abdomen


Imoen había llegado al local de Nerisen, sedienta de sangre, sólo para encontrarlo vacío. Intuyendo que el elfo podría tener un escondite secreto, comenzó a rastrear la estancia minuciosamente.

La primera trampa la cogió por sorpresa. El artefacto se elevó un metro sobre el suelo antes de estallar en mil pedazos. La deflagración la alcanzó de lleno y la lanzó contra la pared, aturdiéndola.

Cuando recuperó la conciencia el abdomen le dolía terriblemente, pero parecía que la armadura había resistido, aunque no estaba segura de si podría sobrevivir a otro impacto de ese calibre.



- ¿Por qué?
- ¿Por qué? ¿A qué te refieres?
- Pensaba que eres un artista. ¿Por qué no matarme cara a cara? ¿Por qué las trampas?


Allí estaba. La puerta era invisible para el ojo inexperto, pero no para ella. El cierre contenía una trampa, por supuesto, pero esta vez consiguió desactivarla. La puerta daba a una escalera que iba hacia el subsuelo. Antorchas de fuego mágico alumbraban el descenso. La escalera daba paso a una larga galería con hornacinas que conducía a una puerta. Cuando Imoen llegó a la mitad del recorrido las luces se apagaron, sumiendo al pasillo en una penumbra que a Imoen le pareció negra como boca de huargo, pero no antes de que las hornacinas se abrieran, revelando cientos de saetas afiladas como dientes de dragón, todas apuntando a la joven


- Tenía que asegurarme.
- ¿Asegurarte? ¿De qué?


La primera descarga impactó contra su casco, lanzándola hacia atrás y salvándole la vida, ya que sintió la siguiente pasar justo por el lugar donde su cuerpo estaba un segundo antes. Rápidamente se despojó de su casco y lo usó para desviar las saetas que se acercaban demasiado a su cuerpo, mientras avanzaba en la penumbra hacia el fondo del corredor. Una vez llegó allí, la luz volvió a encenderse, cegándola ligeramente. A su espalda, el pasillo parecía un acerico, con cada centímetro cuadrado cubierto de proyectiles.


- De que merece la pena gastar mi tiempo contigo, en primer lugar. – Le alargó un pañuelo - Toma, estás sangrando.


Imoen había perdido la noción del tiempo, de las trampas que había desactivado y las que no, a lo largo de las distintas habitaciones. Sus oídos sangraban por una trampa sónica que no había podido detectar a tiempo y le costaba concentrarse. Había tirado su casco, que era ya inservible, y el dolor en el abdomen hacía que le costara respirar


Imoen tomó el pañuelo con su mano derecha. Era un pañuelo amplio, de alguna tela valiosa que no llegaba a identificar, con el que se secó la sangre que le salía de los oídos y de la comisura de los labios…


La última habitación casi acaba con ella. Nada más entrar supo que era la última prueba. Conocía aquel diseño. Lo había estudiado en el SI:7. Era una maldita sala de examen


- ¿Crees que soy uno de tus alumnos?
- ¿Qué te hace pensar tal cosa?
- Has estado examinándome ahí abajo.

Nerisen enarcó una ceja y miró con descaro el brazo izquierdo de Imoen.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XVI


La noche era oscura en Lunargenta. Sólo las estrellas iluminaban la noche sin luna con su luz trémula, titilante. Moviéndose en silencio entre las ruinas, Imoen se aproximaba a su presa. Esta vez no la pillaría por sorpresa. Esta vez ella sería la que llevara las riendas.

Su visión nocturna seguía siendo la de siempre pero aún así distinguió a duras penas el lugar. Kronkar debía estar esperándola, si es que sabía lo que le convenía. ¡Allí estaba! El elfo se sentaba despreocupadamente, dando la espalda a las ruinas. Su arco estaba tirado descuidadamente en el suelo y no había rastro de la bestia que lo acompañaba la otra vez. ¿Sería una trampa? La voz del elfo la sacó de dudas.

- Sé lo que piensas, Imoen. No te preocupes, estoy solo y no tienes nada que temer de mí.

La voz de Imoen fue gélida en su respuesta.

- ¿Te ha dicho Nerisen que quería verte otra vez?
- No ha hecho falta. Sabía que volverías. Aún así, no ha dejado pasar la ocasión. Me ha dicho que creía que querrías matarme, después de…
- ¿Después de engañarme?

El elfo se volvió e Imoen vio su cara demacrada. Parecía llevar varios días sin dormir.

- Entiéndeme, todo este asunto se nos fue de las manos. Una vez que vi lo que le estaban haciendo, lo que le estábamos haciendo a Liessel contra su voluntad…

Kronkar apartó la mirada.

- Fue demasiado para mí. Vivo atormentado desde entonces, esperando que llegue el día en que pague por lo que hice. El día en el que ella acabe conmigo.

- Tú te llevaste a Liessel de Entrañas. ¿Dónde está?
- No lo sé.
- No vuelvas a mentirme, Kronkar.

El elfo se incorporó.

- ¡Es cierto, maldita sea! Yo sólo la traje desde Entrañas y la alojé unos dias..
- ¿La trajiste a Lunargenta?
- Había que buscarle una nueva identidad. Si se hubiera sabido que Liessel estaba viva se habría ido todo al traste.
- ¿Quién se encargó de buscarle una nueva identidad?

El elfo hizo ademán de responder, pero Imoen lo frenó con un gesto.

- Nerisen…Ese maldito bastardo…Fue él, ¿verdad?

Kronkar asintió.

- Te juro que no he vuelto a saber nada de ella a partir de ese momento. Y ahora haz lo que tengas que hacer.
- ¿A qué te refieres?
- Has venido a matarme ¿no? En cualquier caso ella lo hará tarde o temprano. Lo sé.

La risa de Imoen no tenía ni un ápice de diversión.

- No tendrás esa suerte. Sería demasiado fácil.
- ¿Qué quieres decir?
- Que no mereces una muerte rápida. Te dejaré vivir con tus remordimientos. Puede que algún día acabe contigo, o puede que Liessel lo haga antes, tal y como dices, pero no será hoy.

Imoen se volvió para marcharse.

- ¿Dónde vas?
- A buscar a Nerisen. Tenemos que hablar, y esta vez pondré yo las condiciones.
- Ten cuidado. Es muy peligroso.
- Sé cuidarme, no te preocupes

Y la joven desapareció en la noche.

martes, 17 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XV


Por Liessel

Oculta entre las sombras, Liessel esperó a que el eco de los pasos de Mirlo y Nerisen se desvaneciera antes de atreverse a cambiar de postura. El corazón le latía desbocado en el pecho y sentía la garganta seca. No sabía si era la rabia acumulada, la ansiedad por estar de nuevo allí o el temor de averiguar el motivo de aquella pesadilla. Le parecía oir los gritos agónicos de las ardillas en el apothecarium, aunque sabía de buena tinta que era imposible, que estaba demasiado lejos. Las pestes de Entrañas flotaban en el aire, provocándole arcadas. Y luego estaba Mirlo... Supo, desde el momento en que Jasmine apareció en el Refugio, que era solo cuestión de tiempo que la encontraran, pero no había imaginado que sería de aquel modo. Lo sabía todo, todo... De algún modo había llegado hasta Charles y había escuchado, sin creerlo, como su antiguo aliado describía, con una fascinación casi científica, todo el proceso que se había llevado a cabo en el Apothecarium para traerla de vuelta. Como siempre, había evadido las razones que les había llevado a perpetrar su vuelta a la vida.

¿A la vida?

Tumbada bocabajo en la fría piedra del suelo de Entrañas, se sentía cada vez más echada sobre una lápida. Si lo pensaba, el corazón se le salía por la boca. Trató de concentrarse en sus pulsaciones, como había hecho tantas veces: acompasar su respiración y su ritmo cardiaco, hacerlos cada vez más leves con la sola fuerza de su voluntad. La falsa muerte, lo habían llamado los kaldorei, pero allí echada tenía bien poco de falsa aquella sensación de no-existencia. Cerró los ojos. Poco a poco, la respiración se acompasó con sus pulsaciones. Luego, cuando estuvo segura de que volvía a tener el control de su cuerpo, se puso lentamente en pie, y tras asegurarse de que no podía ser descubierta, se encaminó hacia el pequeño cuarto en el que Charles elaboraba sus venenos.

Como el irbis del que tomaba su nombre, Liessel se acercó sigilosamente hasta colocarse a su espalda y, antes de que tuviera tiempo de reaccionar, rodeó el huesudo cuello del renegado con un brazo, tapándole la mandíbula descarnada, al tiempo que apoyaba con fuerza la punta de su daga entre dos vértebras y cerraba la puerta de una patada.

- Un solo sonido, Charles, y ni siquiera tus ingenieros podrán traerte de donde te envie.

Gregory Charles no era un hombre estúpido y había sabido que aquel momento llegaría desde que dieran el primer paso del proyecto. Dejó lentamente los viales que sostenía sobre la mesa y relajó el cuerpo. Pero lejos de soltarle, Liessel le empujó con fuerza sobre la mesa, arrancándole un gruñido de dolor. Volvió a sentir la punta de su acero apoyada bajo las vértebras en su nuca. Podía percibir el control que aquella mujer tenía de su entorno, de su propio cuerpo. No era natural. No después de todo lo que le había pasado. Se contuvo para no pronunciar una frase condescendiente, sabiendo que no tenía lugar, aunque aquella actitud fuese su más efectivo escudo. Ya no tenía sentido. Se mantuvo en silencio.

Los segundos pasaron con insidiosa lentitud. El goteo de los alambiques era el único sonido audible en la pequeña habitación. Diez segundos, veinte, treinta.

- Supongo que querrás respuestas.- dijo al fin, confiando en que no presionara la daga y lo cercenara.

- Por tu bien, espero que las tengas.- respondió la voz, fría y templada, a su espalda.

***

Asuntos Pendientes XIV


- Maldito seas, Kronkar. ¡Mil veces maldito!

Imoen aguantaba a duras penas las ganas de matar a todo bicho, viviente o no, con el que se cruzaba de regreso al campamento del Orvallo. Era plenamente consciente del hedor que desprendía, pero eso ahora no le importaba. No era la primera vez que se infiltraba en Entrañas y, teniendo en cuenta su experiencia, no creía que fuera la última, así que ya estaba acostumbrada. Además, la herida en su amor propio era más fuerte que cualquier olor.

- Clavaré su cabeza en una pica…

Allí estaba ya la frontera de Tierras de la Peste. A partir de ahora podría relajarse un poco, pero no demasiado.

- Así que te habías desentendido ¿eh, Kronkar? Pagarás por haberme engañado, maldito bastardo.

La mente de Imoen retrocedió hasta el momento en el que penetró en Entrañas, horas antes.


La ruta de entrada que Nerisen le había indicado no le resultó una sorpresa a Imoen, aunque no estaba segura de si el elfo se habría percatado de ello. Al igual que a Liessel, el Orvallo le pareció el punto de partida más discreto. Sus continuas visitas a la zona mientras trabajaba para el Alba Argenta, años atrás, le habían granjeado algunas buenas amistades entre oficialía y tropa, así que la confidencialidad estaba asegurada.

Es increíble que aún mantengan el desagüe tan poco vigilado. ¿Fruto de un exceso de confianza o de la experiencia? Sea como fuere, entrar desapercibida le costó menos esfuerzo que en su primera incursión, más de un año atrás. Aunque lo disimuló como pudo, aquella vez estaba temblando de miedo y no sabía si habría podido hacer su trabajo de no ser por Liessel, que estuvo todo el rato a su lado. Sin embargo, esta vez era distinto. En lugar de miedo sentía otra cosa que no podía identificar: un vago sentimiento de inquietud que comenzó en cuanto se sumergió en los canales de Entrañas. Seguía sintiéndolo cuando llegó al punto de reunión.

El elfo estaba justo donde había dicho que estaría y su cara indicaba a todas luces que sabía que la joven ya había nadado en esos pútridos canales anteriormente.

Igual que Liessel, Imoen fue conducida ante un no-muerto que le fue presentado como Gregory Charles. De los dos ayudantes mencionados en el diario no había ni rastro. Aparentemente, Nerisen ya le había contado a Charles que la humana sabía cosas ya que, por una vez, Imoen no tuvo que jugar al gato y al ratón para conseguir información.

Sí, Liessel había sido reanimada y el proceso había sido largo y doloroso, incluyendo varios intentos de suicidio por su parte. Aunque no entendía las palabras que decía, el tono en que éstas eran pronunciadas no escapaba a la percepción de Imoen. Charles parecía entusiasmado con todo el proceso, si es que un no-muerto es capaz de sentir alguna emoción y parecía contarlo con todo lujo de detalles. Fascinación era la palabra que mejor lo definiría. La joven pícara tuve que refrenar las ganas de cercenar allí mismo la cabeza de aquel ser pero, nuevamente, su sentido del deber se impuso a sus propios deseos y se conformó con posponerlo para otra ocasión. Nerisen, en cambio, parecía a caballo entre esa misma fascinación y el horror más absoluto.

Una vez que Liessel estuvo recuperada, aunque con el cuerpo cubierto de cicatrices que le durarían eternamente, fue sacada discretamente de Entrañas y llevada a su nuevo destino por alguien. Aunque la respuesta fue en orco, Imoen entendió perfectamente el nombre que salió de la boca de Charles: Kronkar.

Imoen se giró rápidamente hacia Nerisen.

- ¿Lo sabías? ¿Me has hecho venir aquí para nada?

El elfo sonrió burlonamente y se encogió de hombros.

- Tú dijiste que querías hablar con Gregory. Querías que te llevara a él y que te hiciera de intérprete. Y eso es justo lo que he hecho.
- Tú sabías que Kronkar la sacó de aquí…
- Por supuesto, querida.
- ¿Por qué no me lo dijiste?
- Porque no lo preguntaste, querida. Pensé que sabías que no se proporciona nunca información no solicitada. No entiendo cómo la Alianza ha resistido tanto tiempo con espías como tú.
- Dile a Kronkar que tengo que verle otra vez. Dile que lo espero en el mismo lugar y a la misma hora de la última vez, dentro de dos días. ¿Harás eso por mí?

Nerisen entrecerró los ojos.

- Lo haré, pero lo siguiente que me pidas requerirá un pago extra.
- Sea, pero como descubra que me engañas otra vez más te vale ocultarte en el hoyo más profundo que encuentres, porque daré contigo aunque sea lo último que haga.

Despidiéndose de Charles, Imoen salió de Entrañas lo más rápido que pudo para dirigirse, nuevamente, a Lunargenta. Tenía que hablar con Kronkar.



Un ruido devolvió a Imoen a la realidad y por un momento sintió algo similar a las sensaciones que había tenido en Entrañas. Mirando hacia el origen del sonido, vislumbró a un explorador del Alba Argenta que, al reconocerla, la saludó con una inclinación de cabeza y volvió a otear el terreno circundante.

- Así que era eso. Lo que sentí en Entrañas es que estaba siendo observada. Definitivamente, tengo que retirarme lo antes posible. Me hago vieja, ya no respondo como antes. Hace unos años me habría dado cuenta de inmediato.

- Hace unos años no tenías tantas cosas en la cabeza, pequeña.

¿Quién había dicho eso? Sabía que estaba sola y las voces se habían ido ¿o tal vez no? Con la frente perlada de sudor frío, Imoen llegó al Orvallo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XIII


El último día y medio había sido bastante intenso para Imoen. Lunargenta parecía estar más vigilado que la última vez que se aventuró tras sus muros. Encontrar el local de Nerisen le había costado algo más de lo planeado, pero al fin había llegado allí. Entre las sombras, observó el desarrollo de la clase. Algunos de aquellos jóvenes elfos tenían auténtico talento mientras que otros caerían en la primera escaramuza, eso si sobrevivían al entrenamiento.

Una vez que los jóvenes se marcharon, su maestro se dedicó a ordenar todo bajo la atenta mirada de Imoen. En varias ocasiones pasó cerca del lugar donde ésta se ocultaba, provocando que todos sus músculos se pusieran en tensión. Una vez todo estuvo en orden, Nerisen se cruzó de brazos y, mirando directamente a Imoen, habló en thalassiano con voz queda.

- ¿Vas a estar así todo el día? Podría sugerirte al menos media docena de planes mejores.

La sangre se heló en las venas de Imoen. ¿Podía verla? Pero eso era casi imposible.

- Venga, pequeña. Podría reducirte yo mismo. De hecho, sería divertido, pero prefiero el cortejo a la caza. Vamos. No te morderé…aún.

Rendida a la evidencia, Imoen abandonó las sombras que le servían de cobijo y habló en un thalassiano pasable.

- ¿Cuánto hace que me detectaste?
- ¡Oh! Desde el mismo momento en que entraste. La verdad es que no sé cómo has podido llegar hasta aquí con lo patosa que eres. Parece que los guardias pasan demasiado tiempo en las posadas, desfogándose. En cuanto a mis alumnos…un par de ellos llegaron a notar algo y así me lo dijeron. Nada concreto, sólo percepciones.
- ¿Tanto habéis avanzado?

El elfo se rascó la barbilla, pensativo.

- No creo que hayas venido hasta aquí para discutir quién va a la cabeza en este arte. Dime quién eres y qué quieres. No querría hacerte daño sin motivo.
- Me llamo Daala y…
- Inténtalo otra vez, y esta vez di la verdad.

La mirada del elfo era lo suficientemente explícita. Ella estaba en su terreno. Lo sabía y él también.

- Me llamo Imoen. Tengo que hablar con Gregory Charles y quiero que tú seas mi traductor.

Los ojos del elfo se entrecerraron antes de contestar.

- ¿Gregory Charles, dices? Lo siento, no lo conozco.

Imoen, tomó aire intentando serenarse.

- Nerisen. Sí, conozco tu nombre. Sabes perfectamente quién es Charles. Ya has hecho de traductor antes. Con Liessel…
- Te repito que no sé de qué hablas. – los ojos del elfo eran ya meras rendijas – Y ahora, sal de mi casa o lo lamentarás.
- He leído el diario de Liessel, Nerisen. Sé que estaba metida en algo importante contigo, Kronkar y Charles. No sé el qué y no sé si quiero saberlo, pero lo que tengo claro es que Liessel está viva, Nerisen, y tengo que encontrarla.

Los ojos del elfo retornaron a su estado normal, verde sobre verde.

- ¿Quién te ha enviado aquí? ¿Kronkar?
- En realidad, ha sido Liessel. En cierto modo, creo que estoy siguiendo sus pasos.
- Interesante. Entonces, lo que quieres es que te sirva de intérprete con Gregory ¿no?
- Ajá.
- ¿Estás dispuesta a pagar el precio?
- ¿Precio?
- ¿Liessel no mencionó en su diario nada acerca de ello?

Imoen rebuscó entre sus recuerdos del diario. Entonces lo recordó:

“[…]Una vez expuestos los términos, corrimos las cortinas y cerramos el acuerdo.[…]”

No podía ser lo que estaba pensando. Ahora entendía que el análisis visual a la que el elfo la había sometido iba más allá del plano profesional.

- No pretenderás…
- ¿El qué, querida?
- ¿Me estás diciendo que quieres acostarte conmigo como pago?
- En realidad querría que lo hicieras por voluntad propia. Me gusta que mis parejas sexuales disfruten. Y, créeme, siempre lo hacen.
- ¿Y si no quiero?
- Entonces puedes ir pensando en aprender viscerálico.

Imoen evaluó rápidamente sus opciones. No era la primera vez que se acostaba con alguien por necesidades de servicio y Nerisen era bastante atractivo, pero le había prometido a Klode que no volvería a hacerlo. Sin embargo, si no lo hacía no encontraría nunca a Liessel y no podría decirle que Zoë estaba viva. Se lo debía a Liessel y a Trisaga.

- ¿Aquí mismo?
- ¿Por qué no? Nadie nos molestará aquí.

Pidiendo perdón mentalmente a Klode, Imoen comenzó a desvestirse.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XII


- ¡Vaya fracaso! Cualquier día mis nervios harán que me maten, o algo peor.

Con estos pensamientos, Gaeriel corría hacia la catedral. Todo había salido mal desde el principio por culpa de su impaciencia. Por lo que había podido averiguar, parecía que el escaso don de gentes de Imoen no era una anomalía genética al fin y al cabo. ¿Siempre había sido así? No estaba segura, pero no recordaba haber tenido tantos problemas antes…en su otra vida.

La providencia había querido que la persona que le indicó la dirección de la posada del puerto hubiera resultado ser Aurora Lighpath, pero su conversación había sido un desastre. Independientemente de que Aurora ocultara (o no) algo respecto al Embate y Klode (y cada vez estaba menos segura de ello), Gaeriel no había sido precisamente cortés. De todos modos, Aurora le dijo que Klode estaba en cuarentena y nadie (nadie externo al Embate, al menos) podía verla. Aunque le ofreció a Gaeriel la posibilidad de enviar un mensaje escrito para Klode, tal punto quedaba descartado al no saber si le llegaría el mensaje y, en caso afirmativo, llegaría íntegro o censurado.

Una vez que Aurora dio por zanjada la conversación, Gaeriel sufrió un ataque de sombras y huyó a toda prisa, intentando pasar desapercibida en las calles de Ventormenta. Una vez pasara el ataque tendría que volver a Rasganorte para intentar seguirle la pista a Klode..

Zul’Drak y la Cruzada Argenta esperaban.

martes, 10 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XI


La luna rielaba en las aguas del canal mientras Gaeriel se dirigía hacía el Cerdo borracho. Usar el comunicador del Alba había sido buena idea al fin y al cabo. La voz masculina que le había respondido le había proporcionado una pista, aunque también había cuestionado sus intenciones, poniendo en duda que Klode necesitara ningún tipo de ayuda. Tal vez fuera así, pero eso no lo sabría mientras no hablara con ella.

Los informes que tenía del Embate Escarlata era contradictorios: Unos contaban maravillas de su marcialidad, su disciplina, su compañerismo…otros, en cambio, hablaban de su fanatismo y su intransigencia con todo lo que pudiera estar mínimamente alejado de sus rígidas normas y su ideario. Incluso en Valgarde, a pocos kilómetros de distancia de uno de los puestos importantes del Embate en Rasganorte, la gente no se ponía de acuerdo acerca de la bondad o maldad de la organización, lo cuál no dejaba de ser inquietante.

- Bueno, – se dijo a sí misma – no soy parte de la plaga ni huelo a no-muerto, así que supongo que no tengo nada que temer.

Ensimismada en sus pensamientos, se percató sin embargo de que estaba a las puertas del Cerdo borracho. La voz del comunicador le había proporcionado un nombre, así que al menos no iría a ciegas.

Respirando hondo, subió los escalones y entró en la taberna. Tal vez Reese pudiera indicarle el paradero de Aurora Lightpath.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes X


La noche comenzaba su reinado en Ventormenta. Las luces se encendían aquí y allá. Un trasiego continuo de gente colmaba las calles, entremezclando a los que volvían al hogar tras una dura jornada de trabajo con los que comenzaban su vida nocturna. La ciudad era una Babel en la que se mezclaban el común con el gnómico y el darnassiano. Hombres y mujeres de todas las razas conocidas en la Alianza caminaban en silencio o hablaban animadamente. Los trajes multicolores de los feriantes se alternaban con los colores lisos de la ropa de trabajo y los brillos de las sedas y las joyas. Los buhoneros anunciaban su mercancía y los niños, ajenos a los gritos de sus madres, correteaban entre los parroquianos. El paso de las esporádicas patrullas provocaba que algunos encapuchados de dudoso aspecto retiraran sus manos de bolsas a punto de ser robadas o que las meretrices no se anunciaran tan notoriamente por unos instantes. Por doquier, la gente cantaba, bailaba y bebía sin moderación.

Nadie parecía ver a la pequeña gnoma que caminaba con la cabeza gacha, ajena a todo el jolgorio y sollozando en silencio. Sobre su cabeza se posaba una polilla azul, que parecía acariciarla con sus sutiles patitas. Sus pequeños pies la llevaban lenta pero inexorablemente en dirección al puerto.

- ¡Sólo por 30 cobres la unidad! Una ganga, oiga.
- Vamos, guapa, lo pasarás bien. Media hora por 5 oros. Nunca más querrás ir con hombres.
- ¡Eh, tú! Ésa es mi bolsa.
- ¿Dónde está la bolita? Aciértalo y ganarás oro a montones.
- Añades dos gotas de aceite de pescado…
- ¡Gromsaguina! Tengo gromsanguina recién cosechada.

Gaeriel caminaba sorteando a la muchedumbre que poblaba las calles. Llegaba tarde para su ablución vespertina. Aunque no confiaba mucho en el método, parecía que los ataques de sombras se habían aplacado desde que tomaba baños con agua bendita de la catedral un par de veces al día. Mañana tendría al fin un día libre y planeaba buscar a Jasmine para agradecerle la información acerca del ser de Azshara. Por lo que le había contado la gnoma en su carta, Imoen y alguien más habían liberado a ese ser, que resultó no ser otra que Bálsamo Trisaga, de la que tanto había oído hablar. Una sanadora excelente, decían. Tal vez, y sólo tal vez, pudiera ayudarla con su “problemilla”.

Tan ensimismada iba en sus pensamientos que no vio a la gnoma hasta que casi la pisó. Rectificando el paso en el último momento, consiguió que saliera indemne. Eso sí, a costa de una reprimenda por parte de una humana malcarada a la que empujó en su lugar. Tras unos segundos aguantando el chaparrón, Gaeriel musitó una disculpa y corrió hacia la gnoma.

- ¡Jasmine!

Pero la pequeña prosiguió su camino sin volver la vista atrás.

- ¡Jasmine, espera! – Gaeriel corrió hasta alcanzar a la gnoma – sólo quería agradecerte…

Entonces vio la cara hinchada por el llanto y los ojos enrojecidos. El contemplar a una criatura habitualmente tan pizpireta convertida en un mar de lágrimas hizo que el alma de Gaeriel se le cayera a los pies. Se agachó frente a ella y la sujetó suavemente por los hombros.

- Jasmine, ¿qué te sucede, querida?
- Voy a morir. Es un suicidio. Y si no lo hago, me matará ella.
- ¿Morir? No sé de qué hablas.
- Ella me ha dicho que vaya allí. Quiere que busque a la señorita Klode, pero ellos me matarán.
- ¿Ella? ¿allí? ¿ellos?
- No quiero ir ¡No quiero!

Gaeriel abrazó a Jasmine, que temblaba, sollozando sin consuelo.

- Shhhhh, shhhhh. Ya pasó, pequeña. Gaeriel está contigo y todo va a ir bien. Ahora tranquilízate y cuéntame qué te pasa.

Poco a poco, Jasmine dejó de llorar, acurrucándose en el regazo de Gaeriel como un bebé. Cuando se serenó, le contó sombríamente lo que pasaba: La carta de Klode, la conversación con Imoen y su fatídico encargo. A petición de Gaeriel, Jasmine también le contó todo lo que sabía de Klode.


Media hora más tarde, Jasmine mordisqueaba uno de sus pastelitos de torio en una de las dependencias de la catedral, sentada junto a la humana. De cuando en cuando le daba unas miguitas a su polilla, aunque ésta no parecía dispuesta a comer algo así.

- Klode ¿eh?
- Sí, la señorita Klode. Es muy simpática, aunque un poco rara. Me pone nerviosa porque sólo tiene un ojo, pero se lleva bien con Imoen y durante unos días ésta me trató bastante bien. Hasta que se fueron a Rasganorte, claro.
- Mmmmm…así que Klode e Imoen son amigas ¿no?
- Me cuesta pensar en algo así, teniendo en cuenta el carácter de Imoen, pero se las ve felices cuando están juntas.

La mente de Gaeriel trabajaba a toda velocidad.

- Jasmine, te propongo algo.
- La escucho.
- Tú busca un lugar seguro. Habla con el Alba de Plata si es necesario para que te aparten una temporada de la circulación. Por lo que sé, será difícil que Imoen no te encuentre tarde o temprano, pero hay que intentarlo.
- ¡Pero tengo que ir a buscar a la señorita Klode!
- No, querida, no será necesario. Ha llegado el momento de que yo haga algo por Imoen. Se lo debo después de todo lo que pasó por mi causa. Yo iré a por Klode.

Jasmine la miró sin entender y Gaeriel contestó con una pizca de diversión en su voz.

- Oh, no te preocupes, mi pequeña amiga. Sólo pensaba en voz alta. ¿Sabes dónde fue el último lugar en el que se vio a Klode?

La gnoma en un principio negó con la cabeza, pero luego pareció pensarlo mejor.

- Espere, cuando fui a dejarle a Imoen la carta de Klode en su taller, la dependienta fue a buscar algo en la parte de atrás. En ese momento llegó el cartero con varias cartas. Las dejó sobre el mostrador después de avisar a gritos de que estaba allí. Cuando se fue eché un vistazo.

Jasmine se puso colorada.

- Sé que no es correcto, pero me pudo la curiosidad. Estaban escritas con la letra de Imoen y el destinatario estaba tachado. Parecía que las habían devuelto o algo.
- ¿Y?
- Iban dirigidas a la señorita Klode, en el puesto avanzado de la Cruzada Argenta de Zul’Drak. Sentí escalofríos al leerlo. Ese sitio es horrible.
- ¿Zul’Drak? Bien, por algún sitio hay que empezar.

Y dicho esto se puso en pie ante la mirada alarmada de la gnoma.

- ¿Dónde va?
- Ya te lo he dicho. Yo buscaré a Klode en tu lugar.
- ¿Me va a dejar sola?
- Sí, pero no te preocupes. Aquí estás a salvo de momento. Daré aviso al Alba de Plata para que te lleven a lugar seguro. Y no creas todo lo que dice Imoen: Estoy segura de que sería capaz de matarte, pero no ahora.
- Pues vaya consuelo…
- Menos da una piedra, querida. Adios, pequeña. Debo comenzar mi propio camino de redención.

Y dejando a Jasmine con la palabra en la boca y muchas preguntas sin respuesta, salió de la habitación.

Asuntos Pendientes IX


Cuatro días después un batir de alas despertó a Imoen de su sopor. El halcón estaba posado en su percha y miraba a su alrededor, buscando su recompensa. Mientras devoraba el bocado que la joven le ofreció, la nota que portaba en su anilla pasó a manos de ésta.

La miró despacio, buscando marcas extrañas. Poco a poco la desenrolló y desdobló. Las únicas marcas eran los dobleces necesarios para que la nota entrara en la anilla del halcón, así que la abrió con cuidado y la leyó despacio. Su mirada se congeló en un párrafo en concreto.

“ […] Necesito que le digas a Imoen una cosa: Que Klode está en el embate, en cuarentena. Que es a voluntad. Y… que nada ha cambiado. Gracias de todo corazón.”

La firma no dejaba lugar a dudas K. G. Fírenan, Kloderella Gallarassia Fírenan.

- No, Klode, no…

Guardando la nota en su jubón, corrió a recoger sus cosas pero, cuando ya salía por la puerta, frenó en seco.

- No, no puedo irme. No debo…

Dejó caer sus cosas en el suelo y arrojó el casco contra la pared.

- ¡Maldito sea mi código de honor! Sabía que algún día tendría que elegir entre el deber y Klode, pero no pensé que sería así. No ahora.

Furiosa, la emprendió a golpes contra todo lo que tenía alrededor. Tras varios minutos de furia ciega lo único que quedaba en pie era la percha donde el asustado halcón se aferraba intentando que la humana no se fijara en él. Imoen, jadeando tras un esfuerzo no controlado, cayó de hinojos, sollozando. Sabía lo que tenía que hacer y se odiaba por ello, pero la decisión estaba tomada. Se odiaría a sí misma el resto de su vida si a Klode le llegara a suceder algo, pero no tenía elección.

Sacando fuerzas de flaqueza, se serenó lo mejor que pudo y sacó el comunicador.

- ¿Jasmine?
- …..
- Jasmine, pequeño engendro, contesta si sabes lo que te conviene.
- ¿Eh? ¿Qué? ¿Imoen? Pero si aún no es hora de…
- Calla y escucha. Tengo un encargo para ti.
- ¿Encargo? Pero…
- Leíste la carta, así que sabes lo que ha pasado. Quiero que averigües dónde está Klode exactamente. Quiero que la encuentres y le digas que iré por ella lo antes posible, que por mi parte nada ha cambiado y que no quiero perderla, pero que me es imposible ir en persona. Se lo explicaré cuando la vea.
- Uh…
- ¿Lo has entendido?
- Sí, sí, pero…
- ¿Pero qué?
- El Embate… - la voz de la gnoma estaba teñida de pavor- esa gente me matará si me ve aparecer.
- Es tu problema, no el mío. Si no encuentras a Klode te mataré yo misma. Y ahora ponte en marcha.
- Espera…

Pero sólo la estática respondió a la asustada gnoma.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes VIII


- …escuchas?

Imoen ajustó el dial de su comunicador personal lo mejor que pudo. La voz, aunque distorsionada, parecía de Jasmine. De todos modos, no podía ser otra. El comunicador de Klode lo habían saboteado en Valgarde.

- Imoen, ¿me escuchas?

¿Qué querría la gnoma? Debía ser importante si la llamaba arriesgándose a una reprimenda o algo peor.

Con un encogimiento de hombros mental, pulsó el botón de transmisión y respondió con voz queda.

- Habla, rápido. No sé si la comunicación es segura.

Un suspiro de alivio se oyó al otro lado.

- Al fin. Llevo tres días intentando hablar contigo. Sólo a las horas convenidas, claro está, porque sé que si no…
- Basta de cháchara. Di lo que tengas que decir y más te vale que sea importante.

La voz de la gnoma respondió entre dolida y temerosa.

- La señorita Klode te ha mandado una carta. Como no sabía dónde encontrarte, me la ha enviado a mí. La he puesto donde siempre. Parecía urgente, aunque la verdad es que no sé por qué la señorita Klode querría nada de alguien como…
- ¿La has leído?
- Errr….sí, venía a mi nombre, ¿qué querías que hiciera?
- Eso ya da igual. Ni una palabra a nadie de esto, ¿entendido?
- Pero…
- Ni una palabra, o lo lamentarás. Conecta cada día a las horas de costumbre hasta nuevo aviso.
- Está bien, lo que tú digas, Imoen.

Imoen cortó la comunicación y meditó acerca de los recientes acontecimientos. La información que Kronkar le había dado era bastante reveladora. Liessel estaba viva o, al menos, lo había estado hasta que el elfo se desvinculó del asunto meses atrás. Ahora tenía que averiguar qué le habían hecho, si era realmente ella o sólo un engendro de los boticarios, un ser incompleto o una bomba de relojería que habría que eliminar lo antes posible.

Entrañas era su próximo destino, pero antes tendría que hacer una visita a Nerisen. Lunargenta era bastante más accesible que la ciudad de los Renegados y creía saber dónde encontrar al maestro de asesinos de los elfos de sangre. Tendría que convencerlo para que fuera su intérprete, igual que hizo Liessel en su momento ya que, al igual que a ésta, el orco se le escapaba y no aspiraba a poder hablar la lengua de los renegados.

Por otro lado, lo que Jasmine le había dicho era turbador. ¿Qué sería tan importante como para que Klode se arriesgase a que alguien descubriese su relación? Aquello la iba a retrasar, aunque ¿qué importancia podía tener una semana o dos?

No, sabía que no podía dejarlo pasar tanto tiempo. Maldijo su sentido del deber y, tras escribir una escueta nota, abandonó su escondite para dirigirse a uno de los puntos de encuentro que el SI:7 mantenía por todo Azeroth, ocultos a los ojos de casi cualquiera. En ellos solía haber varios halcones mensajeros, alimentados por un ingenioso sistema gnómico que hacía que sólo hiciera falta visitar las instalaciones cada 5 o 6 meses. Cuidadosamente, Imoen rastreó la zona donde sabía que se encontraba la entrada hasta encontrar la puerta oculta. Sus habilidosos dedos manipularon el cierre y una abertura se formó en un lugar donde instantes antes sólo había roca lisa.

- ¿Qué demonios?

Las jaulas estaban vacías y un solitario halcón la miraba con curiosidad desde lo alto de una percha. Al menos parecía estar en buenas condiciones. Tendría que valer, fuera como fuese. Imoen llamó al halcón y éste respondió a su voz de mando y al alimento que le ofrecía. La anilla de los mensajes estaba intacta, así que Imoen sujetó a ella la pequeña nota que había escrito y, sacando al ave fuera, la lanzó al aire mientras le decía:

- ¡A casa!

El halcón se elevó rápidamente y se dirigió al Sur, hacia Ventormenta.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes VII

a
Imoen y Kronkar hablaron largo y tendido, hasta que las primeras luces comenzaron a asomar por el horizonte. Al elfo no parecía intrigarle especialmente el hecho de que la joven entendiera el Thalassiano. Mucha gente trataba con los Arúspices de Shattrath, por lo que no era extraño que con el tiempo aprendieran su lengua.

Al parecer, Kronkar y Liessel se habían conocido años atrás, no lejos del lugar en el que estaban, mientras ella exploraba desarmada el territorio afectado por la plaga y, rápidamente, se convirtieron en aliados en su intento de aunar Horda y Alianza frente al enemigo común: Plaga y Legión.

Aunque reacio a dar nombres, Kronkar confesó finalmente que contaban con la confianza de ciudadanos clave de distintas facciones de Azeroth. El que Imoen ya conociera esos nombres, gracias al diario de Liessel, ayudó a soltarle la lengua. Nerisen, Gregory Charles y sus ayudantes...nombres que conocía por el diario pero que no había podido ubicar del todo.

Kronkar fue contando a Imoen cosas que ya sabía alternadas con información nueva. La desaparición de Liessel, su estancia en Claro de Luna, cómo se hundió en el alcohol…

Todo esto le fue relatado de forma totalmente fría, como si Liessel fuese sólo un efectivo en esa campaña. Un efectivo muy valioso, eso sí, pero nada más. Le recordó a la forma en la que hablaba Shaw cuando preparaban un “trabajito” o cuando hablaban de las bajas de una operación. Profesionales que no dejan que sus propios sentimientos interfieran en su quehacer.

El secuestro del arzobispo fue un golpe muy duro para el plan de Liessel y todo lo que se había construido a su alrededor. Eso explicaba todo el empeño que ella había puesto en el rescate, el repentino cambio de ser un despojo que nadaba en alcohol a la máquina de precisión de antaño durante la incursión en Entrañas, semanas antes del rescate.

Luego habló de la muerte de Liessel, de cómo Sacat la remató y capturó un fragmento del alma de Liessel sin que Rictus o él pudieran hacer nada por evitarlo.

Llegados a ese punto, Kronkar calló por un momento, reacio a continuar. Cuando parecía que ya no no lo haría, comenzó a hablar de nuevo, pero esta vez su tono de voz pasó de ser neutro y frío a teñirse de culpa.

Tras la muerte de Liessel, su cuerpo fue rescatado de las aguas de Feralas la misma noche del funeral y llevado a Entrañas. Un aprendiz de boticario llamado Metatron realizó a petición de Kronkar un tratamiento experimental perfeccionado en el apothecarium de Entrañas. Usando el fragmento del alma de Liessel conservado en el cristal de Sacat, consiguieron volver a imbuir de vida el cuerpo muerto de la joven y restituirle su espíritu o, al menos, parte de él. Todo el proceso se llevó a cabo a espaldas de Sylvannas. Nerisen y Gregory Charles también estaban implicados en el asunto.

El elfo guardó silencio nuevamente.

- ¿Y qué pasó, Kronkar?

[Thalassiano]: El experimento fue un éxito.

- ¿Quieres decir que Liessel realmente está viva?

Kronkar guardó silencio.

- Contesta, por favor. Tengo que saberlo.

El elfo suspiró, resignado. El tono de su respuesta fue la de un hombre turbado, atormentado quizás por algo que se le ha ido de las manos.

[Thalassiano]: Pasaron meses. El proceso fue muy duro para todos, empezando por Liessel.

- ¿Qué le hicieron?

[Thalassiano]: No puedo decirlo. No quiero volver a revivir aquel infierno.

Kronkar miró fijamente a Imoen.

[Thalassiano]: Escucha. Lo que hicimos fue un error. Nunca debí prestarme para llevar a cabo algo así. No tenía derecho a jugar con el alma de nadie, ¿lo entiendes?

Imoen asintió.

[Thalassiano]: No, no tienes la menor idea. Aún me despierto con los gritos de Liessel resonando en mis oídos, preguntándome por qué la trajimos de vuelta.

El elfo la miró a los ojos.

[Thalassiano]: ¿Crees que tuvo un despertar apacible? ¿Qué abrió los ojos y dijo “¡Hola, qué tal! Gracias por haberme revivido”? Pues te equivocas. Liessel gritaba angustiada, rogaba que la dejáramos descansar, imploraba seguir muerta. Y, aún así, la obligamos a volver.

Kronkar apartó la mirada y guardó silencio.

- ¿Dónde está Liessel ahora?
[Thalassiano]: No lo sé. Me apartaron del proyecto y sólo volví a verla un par de veces después de eso. Gregory Charles se encargó de ella.
- ¿Quién es Gregory Charles?
[Thalassiano]: Un instructor de Entrañas. Enseña a gente como tú.

Kronkar suspiró.

[Thalassiano]: Y ahora, si me disculpas, necesito estar solo. Y tú deberías irte. Durante el día hay patrullas por la zona.

- Kronkar,…

Pero el elfo ya había desaparecido.

-…gracias.

Asuntos Pendientes VI


La ciudad de Lunargenta se alzaba orgullosa en la noche. La luna, brillando en el cielo, iluminaba la caprichosa arquitectura elfa. Aunque buena parte de sus habitantes descansaba tranquila tras sus murallas, Imoen sabía que los guardias estaban en sus puestos, alertas, prestos a lanzarse sin dilación sobre aquello que consideraran una amenaza.

Imoen miró al cielo con preocupación. La noche avanzaba y ella llevaba retraso. La Cicatriz y las ruinas de la parte oeste de la ciudad estaban más pobladas que la última vez. Los engendros pululaban por doquier y, aunque débiles, podrían ponerla en aprietos si acudían en masa. Así pues, Imoen debió avanzar despacio, esquivando cuidadosamente a los desgraciados habitantes de las ruinas mientras buscaba al elfo. Kronkar, ése era su nombre o, al menos, el nombre que Rictus había conseguido arrancarle a Sacat. Los informadores del SI:7 decían que probablemente lo encontraría en algún lugar de las ruinas y el diario de Liessel también comentaba algo al respecto, así que decidió probar suerte antes de introducirse en la zona “viva” de la ciudad. Pero el tiempo pasaba y no había encontrado ni rastro del elfo ni esa bestia que llevaba como mascota.

Estaba pensando en desistir cuando lo vio. O debería decir que casi tropezó con él. El elfo se encontraba de pie, con la espalda apoyada en una pared medio derruida y un arco en las manos. Su negro cabello se derramaba sobre sus hombros, pero su cara permanecía en penumbra. Parecía no haberse percatado de la presencia de Imoen y ella no iba a dejar que diera la voz de alarma, así que comenzó a rodear al elfo con cuidado mientras desenvainaba sus armas sin ruido.

[Thalassiano]: Respiras tan fuerte que podría dispararte en la oscuridad.

Imoen se tensó instintivamente, apostando una postura de ataque.

[Thalassiano]: Yo que tú no haría eso, salvo que quieras darle una alegría a mi amigo.

Una respiración junto a su nuca hizo que Imoen se parara en seco y desviara su atención del elfo por un momento. Tiempo suficiente para encontrarse con que el elfo le apuntaba ahora con su arco. Lentamente, la joven bajó las armas.

[Thalassiano]: Eso está mejor. Los de tu raza no suelen venir por aquí. Al menos no en solitario. Demasiado peligroso para alguien acostumbrado a luchar en proporción de diez a uno.

El elfo tensó su arco.

[Thalassiano]: De todos modos no entiendes una sola palabra de lo que digo, así que…

- Yo que tú no estaría tan seguro de eso.

El elfo, sorprendido, aflojó ligeramente la cuerda de su arco.

[Thalassiano]: ¿Entiendes mi idioma?

Imoen sonrió bajo su casco. Su respuesta llevaba un timbre mordaz.

- Y tú el mío, así que estamos empatados, ¿no crees?

La respuesta del elfo estaba definitivamente cargada de diversión.

[Thalassiano]: En realidad diría que yo soy el cazador y tú la presa, así que dime qué haces aquí y puede que tengas una muerte rápida e indolora.
- Busco a un elfo.
[Thalassiano]: ¡Vaya! Una chistosa. En fin, adiós, pequeña…
- Se llama Kronkar.

El arco se movió casi imperceptiblemente La flecha dejó un surco en el cuero del casco de Imoen y atravesó la cabeza de uno de los engendros, que cayó sin emitir un sonido.

[Thalassiano]: Kronkar ¿eh? ¿Qué quieres de él?
- Necesito información…sobre alguien. Cierta bruja no muerta dijo que ese Kronkar podría ayudarme…que tú podrías ayudarme, Kronkar.

El elfo se quedó mirándola, sin decir nada.

- Tú eres Kronkar, ¿verdad? Coincides con lo que me han dicho de ti.
[Thalassiano]: ¿Y qué te han dicho de mí?
- Muchas cosas. Entre ellas, que no eres un asesino a sangre fría. Y me lo has demostrado.
[Thalassiano]: Yo, en cambio, no sé nada de ti. ¿Por qué habría de fiarme de una humana?

Imoen adoptó una postura neutra y soltó sus armas. Sabía que era una temeridad, pero algo le decía que no corría peligro. Aún no.

- Te fiaste de otra humana antes. ¿Te suena el nombre de Liessel?

La tensión en el elfo habría sido imperceptible para alguien que no supiera lo que Imoen sabía. Pero para ella fue clara como la luna brillando en el cielo.

[Thalassiano]: ¿Quién? Lo siento, no conozco a nadie con ese nombre.
- No me mientas. Sacat lo confesó todo.

El elfo se encogió de hombros.

[Thalassiano]: Sacat está loca. Y ahora vete. Pronto será de día. Si te ven los guardias no podré detenerlos.

Y con esas palabras dio por terminada la conversación e hizo ademán de irse.

- Leí el diario de Liessel, Kronkar. Sé que la conocías. Sé que estabas metido con ella en algo muy serio, así que deja de fingir, te lo ruego. Necesito respuestas. Tengo que saber si es cierto que Liessel está viva.

Kronkar suspiró lenta y relajadamente.

[Thalassiano]: Suponía que este día llegaría, pero nunca pensé que sería tan pronto.

martes, 3 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes V


Imoen se despertó sintiendo que le faltaba el aire. El eco de la voz de Liessel aún resonaba en su cabeza. Era ya la tercera noche que tenía la misma pesadilla y cada vez los detalles eran más vívidos y desagradables.

Aún no era noche cerrada, pero sabía que no podría volver a conciliar el sueño, así que se puso en pie y preparó sus cosas. Sobre ella, miles de estrellas comenzaban a titilar en el cielo de Trisfal. A lo lejos, las luces de Lunargenta empezaban a hacerse visibles entre los árboles. Al menos aquella zona estaba lo suficientemente al Oeste de La Cicatriz para poder considerarse segura. Repasó mentalmente los acontecimientos de los últimos días.

La visita al barco de Liessel nada más llegar de Rasganorte no es que hubiera sido muy afortunada, pero de todos modos pensaba hacerlo, con o sin pesadillas. En cualquier caso, no había sacado nada en claro. Para Zoë (Averil), Loraine no se salía de lo normal: pelirroja, ojos grises, joven, zurda...¡menudas pistas! Ese asunto tendría que esperar, aunque en su interior sentía que se le escapaba algo…

- Si Zoë no pensaba ya que estoy loca, la visita de la otra noche debe haberla sacado de dudas. – suspiró.

Imoen sacudió la cabeza para aclarar sus ideas, un gesto que últimamente repetía demasiado. No le gustaba. Le daba sensación de inseguridad. Estaba perdiendo facultades y eso era malo, sobre todo ahora que iba a…(a faltar a la promesa que le hiciste a Klode) infiltrarse en territorio enemigo. Cogió aire y lo exhaló lentamente intentando alcanzar el estado de relajación necesario para la tarea que iba a acometer. Pero no fue suficiente. Necesitaba algo más.

Lentamente, se quitó su ropa de viaje quedando desnuda. Entonces comenzó una serie de movimientos lentos y sinuosos, desplazándose sin emitir el más mínimo sonido. Poco a poco sus movimientos ganaron velocidad, sus manos hacía rato que habían adoptado una posición de combate y sus piernas se movían por inercia realizando una danza de la muerte más antigua que los maestros de los maestros de Imoen. Tras unos minutos, el ritmo fue decreciendo hasta que la joven se detuvo en una postura de defensa, con las piernas flexionadas y el cuerpo en perfecto equilibrio. Su cuerpo, perlado de sudor, brillaba a la luz de las estrellas, pero su respiración, esta vez sí, era suave y tranquila. Sólo entonces abrió los ojos, y esta vez su mirada tenía una firme determinación.

Tras refrescarse en un arroyo cercano, se vistió con la ropa oscura que usaba en las infiltraciones, recordando cuán distinta era de la que aquella vez había usado para infiltrarse en Entrañas con Liessel y los otros. Fue la última vez que la vio con vida. ¿Sería cierto que estaba viva? Eso era lo que Rictus creía, lo que le dijo la bruja pero ¿sería verdad? Por lo pronto, localizar a Rictus había sido virtualmente imposible. Por lo que averiguó estaba retirado en algún lugar de Vallefresno, ciego…

Kronkar. El elfo se lo diría aunque se lo tuviera que arrancar a golpes. Un momento. ¿Se lo diría? ¿Y en qué lengua? Es un elfo de sangre, maldita sea, ¿hablará algún idioma que ella pueda entender medianamente? ¿Común quizás? Ella sabía algo de thalassiano ¿sería suficiente? Tal vez sí…o tal vez no. Encogiéndose de hombros mentalmente, se ajustó las espadas y se caló el casco hasta que casi le dolió. Esta vez no se quedaría sin sentido al chocar con una pared. No si podía evitarlo.

Poniéndose en pie, hizo un repaso mental de su equipo:

- Armadura lista y ajustada, armas en su lugar (ya las envenenaría llegado el caso), hilo de titanio para estrangular, su pequeña porra, partículas explosivas, guijarros para despistar, alguna poción por si la cosa se pone fea…parece que todo está como debe.

A estas alturas era ya noche cerrada. Mirando a su alrededor, comprobó que sus otras pertenencias estaban perfectamente ocultas y emprendió la marcha fundiéndose con la oscuridad. Lunargenta esperaba.

Desde las ramas de un árbol, un solitario búho fue el único testigo de su partida.

Asuntos Pendientes IV


El cielo de Feralas estaba cubierto, pero las nubes eran rojas. Sola en el muelle, Imoen esperaba. A lo lejos, un barco se acercaba a puerto.

Miró a su alrededor y no vio a nadie. El mar, teñido del color de la sangre, bañaba en silencio la negra costa. Un mar sereno y liso como un plato que, sin embargo, la ponía nerviosa ¿No solía haber un goblin junto al muelle? Y el suelo, ¿siempre había sido de ese color? No lograba recordarlo. ¿Y por qué no había aves? Imoen se estremeció involuntariamente.

Algo llamó su atención. El barco se aproximaba a puerto. ¿Tan pronto? Sus velas, negras como la noche, colgaban inertes de los mástiles y, aún así, el barco seguía su curso. En silencio, el barco llegó a puerto y una escala apareció de la nada. La esperaban, pero ella no quería subir. No a ese barco. Allí dentro había algo maligno. Lo presentía.

Sus pies empezaron a deslizarse sobre la pasarela. Una fuerza invisible contra la que no podía resistirse tiraba de ella hacia el barco y antes de darse cuenta se encontraba en cubierta, mirando hacia el castillo de popa. El barco, que instantes antes se encontraba en la costa, ahora se hallaba entre ésta y el Bastión Plumaluna. El cielo, antes rojo, se había oscurecido progresivamente y el aire a su alrededor parecía ganar consistencia, como las alas de Trisaga en Azshara.

Entonces la vio. Sobre una plataforma al fondo de la cubierta yacía un cuerpo inerte que portaba la palidez de la muerte. Muy a su pesar, sus piernas la llevaron allí y pudo ver de cerca el pálido rostro enmarcado por el largo cabello rubio. Era Liessel. Pero no podía ser, Liessel estaba muerta y enterrada. Ella estaba presente cuando la lanzaron al mar…

El terror atenazó los músculos de Imoen cuando Liessel abrió los ojos y la miró.

- ¡No! ¡Moriste! Moriste en Entrañas. Ellos te mataron. Te enterramos, maldita sea.

Imoen intentó retroceder, pero sus piernas estaban clavadas al suelo. Intentó apartar la mirada, pero su cuerpo ya no le respondía, si es que alguna vez lo había hecho. Sin embargo, vio que Liessel sí se movía. Se acercaba (¿se acercaba?) a ella lentamente hasta que su rostro casi tocó el de ella. Al mirarla de cerca pudo apreciar que la carne había desaparecido en varios lugares de su rostro y que uno de sus ojos estaba vacío.

- ¡No! ¡Aléjate! Estás muerta. – gritó en su mente.
- ¿Estás segura de eso?

Liessel se alejó de Imoen y ésta se dio cuenta de que ahora era ella la que yacía en la plataforma. Con creciente terror notó como se deslizaba a un metro sobre la cubierta en dirección al mar.

- ¡No! ¡Haz que pare! ¡Por favor!
- ¿Por qué? No es tan malo, ya lo verás. Estarás otra vez con tu madre. Es lo que más deseas ¿no?

Imoen había sobrepasado la borda y se encontraba a escasos centímetros del agua, que parecía esperarla con impaciencia.

- ¡No quiero morir! ¡No así!

Silencio.

- Por favor…

El agua cubrió el cuerpo de Imoen, despacio, como los brazos de un amante, hasta que sólo asomó parte de su cara. Veía a Liessel observándola desde la cubierta. Extrañamente, su rostro parecía más vivo que nunca y sus ojos (¿no le faltaba uno?) la miraban fríamente.

- ¿Por qué, Liessel? ¿Por qué?
- Quiero que tú también lo veas, “chico”.

Chico…¿Cuándo había sido la última vez que Liessel la había llamado así? ¿Durante la batalla de Entrañas? ¿Era éste su castigo por haber llegado tarde? A pesar del terror que sentía y que nublaba su mente, se obligó a centrarse en lo que Liessel había dicho.

- ¿Ver? ¿El qué?
- Que no estaban, “chico”... no estaban... - ¿era tristeza lo que teñía su voz?
- ¿Quién no estaba, Liessel?
- …
- ¿Liessel?

Pero Liessel ya había desaparecido y una cacofonía de voces que parecían brotar del agua, llamándola, fue lo único que respondió a sus ruegos.

- ¡Liessel! – gritó presa del terror más primitivo.

Imoen se hundió y el agua se cerró sobre ella como la losa de una tumba.