lunes, 9 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes X


La noche comenzaba su reinado en Ventormenta. Las luces se encendían aquí y allá. Un trasiego continuo de gente colmaba las calles, entremezclando a los que volvían al hogar tras una dura jornada de trabajo con los que comenzaban su vida nocturna. La ciudad era una Babel en la que se mezclaban el común con el gnómico y el darnassiano. Hombres y mujeres de todas las razas conocidas en la Alianza caminaban en silencio o hablaban animadamente. Los trajes multicolores de los feriantes se alternaban con los colores lisos de la ropa de trabajo y los brillos de las sedas y las joyas. Los buhoneros anunciaban su mercancía y los niños, ajenos a los gritos de sus madres, correteaban entre los parroquianos. El paso de las esporádicas patrullas provocaba que algunos encapuchados de dudoso aspecto retiraran sus manos de bolsas a punto de ser robadas o que las meretrices no se anunciaran tan notoriamente por unos instantes. Por doquier, la gente cantaba, bailaba y bebía sin moderación.

Nadie parecía ver a la pequeña gnoma que caminaba con la cabeza gacha, ajena a todo el jolgorio y sollozando en silencio. Sobre su cabeza se posaba una polilla azul, que parecía acariciarla con sus sutiles patitas. Sus pequeños pies la llevaban lenta pero inexorablemente en dirección al puerto.

- ¡Sólo por 30 cobres la unidad! Una ganga, oiga.
- Vamos, guapa, lo pasarás bien. Media hora por 5 oros. Nunca más querrás ir con hombres.
- ¡Eh, tú! Ésa es mi bolsa.
- ¿Dónde está la bolita? Aciértalo y ganarás oro a montones.
- Añades dos gotas de aceite de pescado…
- ¡Gromsaguina! Tengo gromsanguina recién cosechada.

Gaeriel caminaba sorteando a la muchedumbre que poblaba las calles. Llegaba tarde para su ablución vespertina. Aunque no confiaba mucho en el método, parecía que los ataques de sombras se habían aplacado desde que tomaba baños con agua bendita de la catedral un par de veces al día. Mañana tendría al fin un día libre y planeaba buscar a Jasmine para agradecerle la información acerca del ser de Azshara. Por lo que le había contado la gnoma en su carta, Imoen y alguien más habían liberado a ese ser, que resultó no ser otra que Bálsamo Trisaga, de la que tanto había oído hablar. Una sanadora excelente, decían. Tal vez, y sólo tal vez, pudiera ayudarla con su “problemilla”.

Tan ensimismada iba en sus pensamientos que no vio a la gnoma hasta que casi la pisó. Rectificando el paso en el último momento, consiguió que saliera indemne. Eso sí, a costa de una reprimenda por parte de una humana malcarada a la que empujó en su lugar. Tras unos segundos aguantando el chaparrón, Gaeriel musitó una disculpa y corrió hacia la gnoma.

- ¡Jasmine!

Pero la pequeña prosiguió su camino sin volver la vista atrás.

- ¡Jasmine, espera! – Gaeriel corrió hasta alcanzar a la gnoma – sólo quería agradecerte…

Entonces vio la cara hinchada por el llanto y los ojos enrojecidos. El contemplar a una criatura habitualmente tan pizpireta convertida en un mar de lágrimas hizo que el alma de Gaeriel se le cayera a los pies. Se agachó frente a ella y la sujetó suavemente por los hombros.

- Jasmine, ¿qué te sucede, querida?
- Voy a morir. Es un suicidio. Y si no lo hago, me matará ella.
- ¿Morir? No sé de qué hablas.
- Ella me ha dicho que vaya allí. Quiere que busque a la señorita Klode, pero ellos me matarán.
- ¿Ella? ¿allí? ¿ellos?
- No quiero ir ¡No quiero!

Gaeriel abrazó a Jasmine, que temblaba, sollozando sin consuelo.

- Shhhhh, shhhhh. Ya pasó, pequeña. Gaeriel está contigo y todo va a ir bien. Ahora tranquilízate y cuéntame qué te pasa.

Poco a poco, Jasmine dejó de llorar, acurrucándose en el regazo de Gaeriel como un bebé. Cuando se serenó, le contó sombríamente lo que pasaba: La carta de Klode, la conversación con Imoen y su fatídico encargo. A petición de Gaeriel, Jasmine también le contó todo lo que sabía de Klode.


Media hora más tarde, Jasmine mordisqueaba uno de sus pastelitos de torio en una de las dependencias de la catedral, sentada junto a la humana. De cuando en cuando le daba unas miguitas a su polilla, aunque ésta no parecía dispuesta a comer algo así.

- Klode ¿eh?
- Sí, la señorita Klode. Es muy simpática, aunque un poco rara. Me pone nerviosa porque sólo tiene un ojo, pero se lleva bien con Imoen y durante unos días ésta me trató bastante bien. Hasta que se fueron a Rasganorte, claro.
- Mmmmm…así que Klode e Imoen son amigas ¿no?
- Me cuesta pensar en algo así, teniendo en cuenta el carácter de Imoen, pero se las ve felices cuando están juntas.

La mente de Gaeriel trabajaba a toda velocidad.

- Jasmine, te propongo algo.
- La escucho.
- Tú busca un lugar seguro. Habla con el Alba de Plata si es necesario para que te aparten una temporada de la circulación. Por lo que sé, será difícil que Imoen no te encuentre tarde o temprano, pero hay que intentarlo.
- ¡Pero tengo que ir a buscar a la señorita Klode!
- No, querida, no será necesario. Ha llegado el momento de que yo haga algo por Imoen. Se lo debo después de todo lo que pasó por mi causa. Yo iré a por Klode.

Jasmine la miró sin entender y Gaeriel contestó con una pizca de diversión en su voz.

- Oh, no te preocupes, mi pequeña amiga. Sólo pensaba en voz alta. ¿Sabes dónde fue el último lugar en el que se vio a Klode?

La gnoma en un principio negó con la cabeza, pero luego pareció pensarlo mejor.

- Espere, cuando fui a dejarle a Imoen la carta de Klode en su taller, la dependienta fue a buscar algo en la parte de atrás. En ese momento llegó el cartero con varias cartas. Las dejó sobre el mostrador después de avisar a gritos de que estaba allí. Cuando se fue eché un vistazo.

Jasmine se puso colorada.

- Sé que no es correcto, pero me pudo la curiosidad. Estaban escritas con la letra de Imoen y el destinatario estaba tachado. Parecía que las habían devuelto o algo.
- ¿Y?
- Iban dirigidas a la señorita Klode, en el puesto avanzado de la Cruzada Argenta de Zul’Drak. Sentí escalofríos al leerlo. Ese sitio es horrible.
- ¿Zul’Drak? Bien, por algún sitio hay que empezar.

Y dicho esto se puso en pie ante la mirada alarmada de la gnoma.

- ¿Dónde va?
- Ya te lo he dicho. Yo buscaré a Klode en tu lugar.
- ¿Me va a dejar sola?
- Sí, pero no te preocupes. Aquí estás a salvo de momento. Daré aviso al Alba de Plata para que te lleven a lugar seguro. Y no creas todo lo que dice Imoen: Estoy segura de que sería capaz de matarte, pero no ahora.
- Pues vaya consuelo…
- Menos da una piedra, querida. Adios, pequeña. Debo comenzar mi propio camino de redención.

Y dejando a Jasmine con la palabra en la boca y muchas preguntas sin respuesta, salió de la habitación.