martes, 17 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XIV


- Maldito seas, Kronkar. ¡Mil veces maldito!

Imoen aguantaba a duras penas las ganas de matar a todo bicho, viviente o no, con el que se cruzaba de regreso al campamento del Orvallo. Era plenamente consciente del hedor que desprendía, pero eso ahora no le importaba. No era la primera vez que se infiltraba en Entrañas y, teniendo en cuenta su experiencia, no creía que fuera la última, así que ya estaba acostumbrada. Además, la herida en su amor propio era más fuerte que cualquier olor.

- Clavaré su cabeza en una pica…

Allí estaba ya la frontera de Tierras de la Peste. A partir de ahora podría relajarse un poco, pero no demasiado.

- Así que te habías desentendido ¿eh, Kronkar? Pagarás por haberme engañado, maldito bastardo.

La mente de Imoen retrocedió hasta el momento en el que penetró en Entrañas, horas antes.


La ruta de entrada que Nerisen le había indicado no le resultó una sorpresa a Imoen, aunque no estaba segura de si el elfo se habría percatado de ello. Al igual que a Liessel, el Orvallo le pareció el punto de partida más discreto. Sus continuas visitas a la zona mientras trabajaba para el Alba Argenta, años atrás, le habían granjeado algunas buenas amistades entre oficialía y tropa, así que la confidencialidad estaba asegurada.

Es increíble que aún mantengan el desagüe tan poco vigilado. ¿Fruto de un exceso de confianza o de la experiencia? Sea como fuere, entrar desapercibida le costó menos esfuerzo que en su primera incursión, más de un año atrás. Aunque lo disimuló como pudo, aquella vez estaba temblando de miedo y no sabía si habría podido hacer su trabajo de no ser por Liessel, que estuvo todo el rato a su lado. Sin embargo, esta vez era distinto. En lugar de miedo sentía otra cosa que no podía identificar: un vago sentimiento de inquietud que comenzó en cuanto se sumergió en los canales de Entrañas. Seguía sintiéndolo cuando llegó al punto de reunión.

El elfo estaba justo donde había dicho que estaría y su cara indicaba a todas luces que sabía que la joven ya había nadado en esos pútridos canales anteriormente.

Igual que Liessel, Imoen fue conducida ante un no-muerto que le fue presentado como Gregory Charles. De los dos ayudantes mencionados en el diario no había ni rastro. Aparentemente, Nerisen ya le había contado a Charles que la humana sabía cosas ya que, por una vez, Imoen no tuvo que jugar al gato y al ratón para conseguir información.

Sí, Liessel había sido reanimada y el proceso había sido largo y doloroso, incluyendo varios intentos de suicidio por su parte. Aunque no entendía las palabras que decía, el tono en que éstas eran pronunciadas no escapaba a la percepción de Imoen. Charles parecía entusiasmado con todo el proceso, si es que un no-muerto es capaz de sentir alguna emoción y parecía contarlo con todo lujo de detalles. Fascinación era la palabra que mejor lo definiría. La joven pícara tuve que refrenar las ganas de cercenar allí mismo la cabeza de aquel ser pero, nuevamente, su sentido del deber se impuso a sus propios deseos y se conformó con posponerlo para otra ocasión. Nerisen, en cambio, parecía a caballo entre esa misma fascinación y el horror más absoluto.

Una vez que Liessel estuvo recuperada, aunque con el cuerpo cubierto de cicatrices que le durarían eternamente, fue sacada discretamente de Entrañas y llevada a su nuevo destino por alguien. Aunque la respuesta fue en orco, Imoen entendió perfectamente el nombre que salió de la boca de Charles: Kronkar.

Imoen se giró rápidamente hacia Nerisen.

- ¿Lo sabías? ¿Me has hecho venir aquí para nada?

El elfo sonrió burlonamente y se encogió de hombros.

- Tú dijiste que querías hablar con Gregory. Querías que te llevara a él y que te hiciera de intérprete. Y eso es justo lo que he hecho.
- Tú sabías que Kronkar la sacó de aquí…
- Por supuesto, querida.
- ¿Por qué no me lo dijiste?
- Porque no lo preguntaste, querida. Pensé que sabías que no se proporciona nunca información no solicitada. No entiendo cómo la Alianza ha resistido tanto tiempo con espías como tú.
- Dile a Kronkar que tengo que verle otra vez. Dile que lo espero en el mismo lugar y a la misma hora de la última vez, dentro de dos días. ¿Harás eso por mí?

Nerisen entrecerró los ojos.

- Lo haré, pero lo siguiente que me pidas requerirá un pago extra.
- Sea, pero como descubra que me engañas otra vez más te vale ocultarte en el hoyo más profundo que encuentres, porque daré contigo aunque sea lo último que haga.

Despidiéndose de Charles, Imoen salió de Entrañas lo más rápido que pudo para dirigirse, nuevamente, a Lunargenta. Tenía que hablar con Kronkar.



Un ruido devolvió a Imoen a la realidad y por un momento sintió algo similar a las sensaciones que había tenido en Entrañas. Mirando hacia el origen del sonido, vislumbró a un explorador del Alba Argenta que, al reconocerla, la saludó con una inclinación de cabeza y volvió a otear el terreno circundante.

- Así que era eso. Lo que sentí en Entrañas es que estaba siendo observada. Definitivamente, tengo que retirarme lo antes posible. Me hago vieja, ya no respondo como antes. Hace unos años me habría dado cuenta de inmediato.

- Hace unos años no tenías tantas cosas en la cabeza, pequeña.

¿Quién había dicho eso? Sabía que estaba sola y las voces se habían ido ¿o tal vez no? Con la frente perlada de sudor frío, Imoen llegó al Orvallo.