lunes, 30 de noviembre de 2009

Asuntos Pendientes XX


Esa noche trascurrió sin incidentes y el siguiente día también. Nerisen acudió por tres veces con comida y bebida, así como a comprobar los vendajes. Habló lo justo y no respondió a las preguntas de Imoen. Por su parte, la joven no hacía otra cosa que repasar mentalmente datos del último año, intentando dar con una información que escapaba a sus deducciones.

La noche del segundo día en su “encierro”, Imoen se acostó, agotada del esfuerzo de la jornada, y soñó.


Imoen se encontraba en la plaza de la catedral, frente al Orfanato. Los niños jugaban en el exterior, mientras Ruiseñor los miraba con cariño. Tres niñas de cabello taheño se perseguían alrededor de ella, con las caras arreboladas por el esfuerzo y muertas de risa. De repente, las tres se pararon y miraron a Imoen con semblante serio.

- ¿Ocurre algo, pequeñas?
- Queremos ir con nuestra hermana.
- ¿Hermana?
- Sí, encuéntrala, por favor.
- Pero…yo no sé quién es vuestra hermana. Ni siquiera sabía que tuvierais una.
- ¿Eso piensas? Creíamos que eras más lista.

Ahora también Ruiseñor la miraba con semblante serio. Y no sólo ella. Los niños del Orfanato, las cuidadoras, los transeúntes…todos la rodearon con semblante serio y comenzaron a increparla:

- Te creía más lista…queremos ir con nuestra hermana… encuéntrala… lista… su hermana… encuentra… creíamos… lista…

Imoen se cubrió los oídos con las manos, pero era inútil, Las voces resonaban en el interior de su cabeza.

- No, otra vez, no…no podré resistirlo. No….no….¡NO!



Imoen despertó sobresaltada y bañada en sudor.

- Ha sido una pesadilla. Una maldita pesadilla.

Dolorida, se frotó las sienes ¿Por qué había tenido ese sueño? ¿Por qué se acordaba ahora de las trillizas? Las conoció en el Orfanato tiempo después de comenzar su entrenamiento a las órdenes de Shaw, en una de las múltiples ocasiones en que se escapó a ver a Ruiseñor. Una historia fea, ciertamente. Tres niñas y un bebé abandonados en un granero. Las niñas casi no hablaban con nadie salvo ellas mismas y su hermano. Las autoridades habían dejado a las niñas bajo la tutela de las cuidadoras. Estaba casi segura de que una era Hester, otra Elaine y la tercera se llamaba...

- Loraine…Se llamaba Loraine Ruran. ¿Pero qué tiene que ver con…?

Otra imagen en su cabeza. La del día en la que vio a aquella muchachita espiando a las tres niñas sin ser vista. Aquella figura, que ahora le resultaba dolorosamente familiar, no era otra que…

- Liessel, maldita sea. Liessel se apellida Ruran.

Era el apellido de su padre. Imoen lo averiguó por accidente en los archivos del SI:7, una de las veces en que buscaba clandestinamente información sobre su madre. Las trillizas debían ser…¿sus hermanas…?

- ¡Dioses! ¿Será posible que…?

Repasó mentalmente los datos que tenía de Loraine: Desolladora y trampera residente en Pino Ámbar. Se inscribió en El Gremio en el undécimo mes del pasado año bajo el nombre de Loraine Auburn, Ruran de soltera. Ruran…Loraine Ruran…

Y de repente todo encajó. La ficha sin grabado ni foto, lo esquiva que había resultado Loraine…

- Las fechas coinciden. Es tan obvio que es perfecto. Lo he tenido delante todo el tiempo y no lo he sabido ver. ¡Soy una estúpida!

Imoen se dirigió hacia la puerta de la habitación. Aunque sabía que la puerta estaba cerrada desde fuera, decidió probar nuevamente. Tal ver Nerisen se hubiera olvidado de cerrar.

- Sí, claro. Y tal vez Jasmine decida cocinar algún día comida normal.

El susurro de su voz, hablando consigo misma, se convirtió en una expresión de sorpresa cuando la puerta se abrió en silencio. Frente a la misma se hallaba un maniquí con su armadura de infiltración. Sorprendida, la examinó con un cuidado casi reverente.

- Está como nueva. Toda, hasta el casco.

Lentamente, se puso la armadura, teniendo especial cuidado en no dañar su brazo izquierdo. Al ir a colocarse el casco, un papel cayó de su interior.

- Espera, ¿qué es esto?

Recogió la nota y la miró a la luz de una vela. Cuatro palabras la miraban desde el papel.


Busca a Loraine Ruran


Y maldiciéndose a sí misma por enésima vez, Imoen abandonó la casa de Nerisen y Lunargenta.