martes, 29 de septiembre de 2009

Los Templos de Desesperanza II


Un estruendo y un chapoteo acompañaron las palabras de Klode. Agua, ¿eh? Una leve presión de los muslos y Uñitas cambio de rumbo y se dirigió hacia la costa.

- ¿Klode? Kloderella. Klode.
- ...
- ¡Klode!
- Eh... estoy bien. No...no miraba por dónde iba, eso es todo.
- ¿Dónde estás? Los elfos dicen que tienes mal aspecto
- Oh, son unos exagerados. Yo... venía cansada, y ya está.
- No me lo pareció, por la descripción que me hicieron. El agotamiento no hace sangrar a la gente. Dime dónde estás.
- No recordaba que hubiera estos bichos aquí...
- ¿Qué bichos? – se oye un sonido que Imoen no identifica - Klode, dime dónde estás.
- Estoy bien, de verdad. Te... te dije que la buscaría, y lo estoy haciendo.
- Te dije que era peligroso.
- Más razón para buscarla.
- Klode, si lo que sé es cierto, no debes acercarte sola a Trisaga. Por favor.
- ¿Por qué?
- Su aura ha cambiado.
- Oh... Ojalá Ur estuviera aquí...Le echo tanto de menos...
- ¿Ur?

La respuesta de Klode estaba cargada de congoja.

- Mi hermano... No sé por qué pienso ahora en él...
- Klode, Trisaga desprende ahora desesperanza. En una persona normal es peligroso. En tu estado puede ser mortal.
- No te preocupes, ¡soy una persona alegre!
- Klode, ¿dónde estás?
- Ya te lo he dicho. Estoy buscándola.

La frase terminó con una violenta tos. Su afección iba a peor y aún no la veía en aquella maldita costa plagada de nagas. Tenía que hacer que siguiera hablando, tirándole de la lengua para descubrir dónde estaba.

- Klode, ¿qué ves alrededor?
- Veo Ashmara, claro. Madre mía, esto es un laberinto.

Una pista. La zona Sureste quizás. Tenía que lograr que le diera más pistas. La voz de Imoen se tornó dulce cuando habló otra vez.

- Descríbemelo, anda. Me gusta oírte describir cosas. Venga, cielo, dime lo que ves.
- Pu-....pu-pu..pues... es bonito...
- ¿Ves agua?

Los sonidos de lucha que inundaron el comunicador casi ahogan la escueta pero elocuente respuesta de Klode.

- Ohhh, mierda.

Imoen espoleó a Uñitas costa abajo y entonces la vio a lo lejos. Klode luchaba contra los nagas, pero tenía controlada la situación. Antes incluso de que Imoen llegara a su lado había dado cuenta de ellos.

Desmontando, Imoen se acercó a la muchacha.