jueves, 24 de septiembre de 2009

La búsqueda IV


Aunque nunca le habían gustado del todo los goblins, en este momento a Imoen le parecían los seres más despreciables que poblaban la faz de Azeroth. Estaba claro desde el principio que sabían algo. Lo supo desde el momento en que preguntó por una jovencita a caballo y el posadero le mostró una sonrisa falsa y llena de dientes sucios bajo unos ojos brillantes y ávidos de dinero.

- ¿Jovencita? Mmmm…pasan muchas por aquí. Es difícil recordar.
- Sí, seguro. – Pensó Imoen. Pero en vez de eso puso una moneda de oro sobre el mostrador, que rápidamente desapareció bajo la mano de la criatura verde.
- Ésta tenía un solo ojo y viajaba con prisa, a caballo. Probablemente con poco equipaje. Puede que tosiera de vez en cuando.
- ¿Un solo ojo dices? – El destello en las pupilas del goblin no le pasó desapercibido. El movimiento de las manos del goblin, pidiendo más dinero, tampoco – Mmmm…no sé. Cuesta recordar esas cosas.

Dos nuevas monedas desaparecieron de la mesa tan pronto como llegaron a ella. Ahora el goblin habló en voz más baja, acercándose a Imoen.

- Ayer una jovencita con esas características estuvo hablando con Bragok. Es todo lo que sé.

El maestro de vuelo se mostró igual de sonriente y olvidadizo que su colega de la posada.

- ¿Wiley te ha dicho eso? No sé qué bebe, pero debe haberle afectado el cerebro, o lo que quiera que tenga entre sus orejotas.
- No tengo tiempo para esto. ¿Cuánto quieres por la información?
- Ah, no. Esto no funciona así. Sería demasiado fácil ¿no crees? ¿Qué pasa con la emoción del regateo?
- Está bien, empecemos de nuevo. Ayer Wiley te vio hablando con una jovencita con un solo ojo que viajaba sola.
- Lo siento, humana, pero me has ofendido al ofrecerme dinero tan rápidamente. No es que no acabara cogiendo lo que me pareciera justo, pero a mi manera. No te diré nada. A menos que…
- A menos que…

El goblin se rascó la barbilla, pensativo.

- Verás. Tengo un par de colegas a los que podrías hacerles ciertos “trabajitos”. De esa manera estarían en deuda conmigo.
- No pretenderás que pierda mi tiempo con esas memeces.
- Tú misma. Que tengas un próspero día.

El goblin hizo ademán de volverse, pero Imoen lo detuvo.

- Espera. Está bien, lo haré.

Horas después, Imoen volvió a encararse con un cada vez más sonriente Bragok. Al final los “trabajitos” consistían principalmente en asuntos de espionaje industrial y sabotaje, robos en pequeña escala…nada que Imoen no pudiera manejar, pero el retraso se le acumulaba y, mientras, quién sabe dónde estaría Klode.

- Supongo que tus “colegas” te habrán dicho que ya he hecho todo lo que querían.
- De hecho, aún estoy contando las ganancias que ello me ha supuesto. Ahora podemos volver a empezar con lo de tu amiguita.
- ¿Amiguita?
- Una humana no se tomaría tantas molestias por alguien a quien no estuviera muy unida.
El gesto del goblin y la forma de pronunciar la última palabra no dejó lugar a dudas acerca del tipo de relación que el goblin pensaba que Imoen tenía con Klode.
- No es lo que piensas. Sólo es mi amiga.
- ¿Y qué es lo que pienso? ¿Eh?

El goblin enarcó una ceja y miró burlonamente a Imoen. Lo que vio en los ojos de la mujer le hizo darse cuenta de que quizás había tensado la cuerda en exceso. Rápidamente dio la vuelta para irse, pero el filo de una espada en su cuello lo impidió.

- Este juego ha durado demasiado. Ahora lo haremos a mi modo.
- No puedes hacerme esto. No sabes con quién estás tratando.
- Oh, si que lo sé. Tú eres el que no sabes con quién tratas.

Y el fuego en la mirada de Imoen convenció al goblin de que ella decía la verdad.