sábado, 1 de agosto de 2009

El interrogatorio IV


Jasmine miró a Imoen. Iba vestida de forma sencilla, con ropas similares a las que solía llevar para trabajar en su taller, sólo que éstas eran más oscuras y tenían algunas manchas como de salpicaduras. ¿Sería sangre seca? ¿su sangre? Jasmine prefirió pensar que no.

- ¿Qué quieres de mí, Imoen?

- Ya te lo he dicho, Quiero hablar contigo.

- ¿No dices que ya te he dicho todo lo que sabía?

- No es tan sencillo. El proceso de interrogatorio inducido que he seguido es bastante exhaustivo y suele usarse con sujetos no hostiles. Es un poco invasivo pero no deja secuelas psíquicas. La única pega es que es necesario cotejar cosas con el interrogado cuando éste está consciente. De ahí que no se use en sujetos hostiles. El daño físico es mínimo aunque un tanto aparatoso. No te preocupes, los cortes y las otras marcas desaparecerán en pocas horas sin dejar rastro. Aunque no lo creas, no pretendía matarte.

- ¿Se supone que tengo que darte las gracias por secuestrarme, desnudarme y torturarme atada a esta cosa?

- En realidad, no. Puedes dar las gracias a lo que sabes. Sobre todo a ciertas cosas que has olvidado que sabes.

- ¿Qué cosas?

El tono de voz de Imoen, que había ido suavizándose poco a poco volvió a ser de nuevo mordaz y cortante.

- Aquí las preguntas las hago yo.

- Está bien – Jasmine suspiró resignada - ¿Qué quieres saber?

- ¿Qué sabes de ese ser de Azshara?

- Nada. Bueno, sólo lo que me ha contado esa mujer, Gaeriel.

Jasmine notó cómo Imoen se tensaba casi imperceptiblemente ante la mención de tal nombre, pero prefirió no preguntar al respecto.

- Quería que te hiciera llegar la información. Estaba muy nerviosa. Parecía conocerte, pero no quiso darme ninguna explicación cuando le pregunté por qué no te buscaba ella directamente. Sólo me dijo que sería mejor que te buscara yo. No añadió cómo iba yo a hacer tal cosa teniendo en cuenta que llevas meses desaparecida y no contestas al comunicador del Alba de Plata. Supongo que a estas alturas ya te lo habré “contado” todo.

- ¿Y no has sacado ninguna conclusión por ti misma?

- Soy pastelera, no filósofa.

- Bien, te contaré una historia. ¿Recuerdas a Trisaga? Sí, sé que sí. Desapareció tras el sepelio de Liessel. Llevo meses buscándola sin éxito. Un día oí hablar de una cuentacuentos que contaba la historia de un capitán de barco que naufraga en una lejana costa y encuentra un ser extraño que le lleva a la desesperanza más absoluta. Intrigada por tal historia, indagué para averiguar qué había de cierto tras de ello. Mis pesquisas me llevaron a esto.

Imoen mostró a Jasmine un libro con evidentes marcas de humedad.

- Éste es el diario del Capitán Auburn. La historia del espectro del que te habló…esa mujer…está basada en esto. Llevo semanas intentando descifrar la localización exacta del templo al que se refiere este diario. Ni siquiera mis contactos en Darnassus se ponían de acuerdo. Y resulta que esa mujer dice haber estado allí y que ese espectro realmente existe.

- No lo entiendo, Imoen. ¿Qué tiene que ver ese espectro con la señorita Trisaga?

- ¿Aún no lo has entendido, gnoma estúpida? Ese espectro es Trisaga.