sábado, 1 de agosto de 2009

El interrogatorio III


Lo primero que sintió fue el olor…acre, penetrante, inundando sus fosas nasales y provocándole arcadas. Luego fue percibiendo trazas de otros aromas. Azufre…óxido…grasa…pólvora…¿plantas? Tormento de doncella, muerteflor, raíz de letargo…¿Sería eso lo que puso en los pastelitos?

Poco a poco comenzó a percibir sonidos. Lejanos al principio, para después amplificarse hasta convertirse en una cacofonía. Ruidos mecánicos, como de ¿ruedas dentadas? ¿pistones? También distinguía chispazos eléctricos, el bullir de algún líquido hirviente y, aunque parezca inverosímil, un ruido de goteo acompañado por algo que no identificó. Justo en ese momento una vibración enorme sacudió su cuerpecito y el tintineo de viales chocando entre sí floreció por unos segundos para apagarse a la par que desaparecía la vibración.

¿Dónde demonios estaba? No podía moverse y lo veía todo negro. Ni siquiera podía mover los labios y tenía la boca horriblemente seca.

¡Imoen! Ella la había drogado y quién sabe qué más le había hecho. Por lo que la conocía, podía haberla dejado abandonada a su suerte en cualquier lugar maléfico tras cortarle la lengua y quién sabe qué más.

- Veo que estás recobrando el sentido.

El tono mordaz de la voz de Imoen hizo que su corazón casi se le saliera por el pecho. Figurativamente claro, porque no podía mover un músculo.

- Supongo que te estarás preguntando dónde estás. Te lo diré. Te encuentras bajo tierra, en un lugar que sólo yo conozco. La vibración que has sentido es el tren subterráneo de tus colegas gnomos. Pasa muy cerca de aquí. De hecho, podría arrojarte a las vías si quisiera. Es algo que puedes agradecer a cierto elfo que conocí. Sus…excavaciones mineras fueron un poco demasiado lejos.

- En pocos minutos podrás hablar, pero no verás nada hasta pasado algo más de tiempo. Son los efectos secundarios.

Lentamente, Jasmine notó cómo recobraba el uso de sus músculos faciales y de su garganta, atenazada por la sed.

- Agua – dijo con voz ronca y apenas inaudible.

- ¿Agua dices? Oh, claro. Toma, bebe.

Jasmine sintió cómo algo de líquido comenzaba a caer en su boca. Tragó unas gotas y, de repente, escupió el resto atenazada por el pánico.

- ¿Qué demonios haces, gnoma ingrata?

- Doga…eneno...

- Puedes beber tranquila. El tiempo de las drogas ha pasado…por ahora. Quiero hablar contigo, y tu lengua pastosa no ayuda mucho.

- ¿ómo…tar…egura?

Jasmine notó cómo el tono de voz de Imoen cambiaba y se volvía más solemne.

- Juro por mi madre, desaparecida hace tanto tiempo, que esta agua es pura y limpia. – de nuevo el tono mordaz - ¿Te vale así?

Nuevamente el líquido en su boca. Esta vez, la gnoma bebió ávidamente, hasta que su estómago protestó y se obligó a parar antes que vomitar.

- ¿Qué quieres de mí, Imoen?

- ¿Qué quiero de ti? En realidad ya bastante poco. Me has dicho casi todo lo que quería saber, e incluso algunas cosas que no esperaba.

- ¿Qué me has hecho?

- El procedimiento estándar en estos casos. No voy a aburrirte con tecnicismos, pero digamos que te he…animado a decirme de forma inconsciente todo lo que sabías e, incluso, cosas que sabías sin ser consciente de ello. Podría decirse que te he exprimido como un limón. Ahora necesito hablar contigo estando plenamente consciente.

Jasmine comenzó a notar cierta claridad a través de los párpados. Lentamente sus párpados se movieron y lo que vio no aportó tranquilidad a su estado de ánimo.

Se encontraba desnuda, atada de pies y manos a un engendro de madera y metal. Su cuerpo estaba lleno de marcas. Pequeños cortes, quemaduras, pinchazos…Lo que vio a su alrededor le permitió asociar los olores y sonidos que había percibido con cosas reales. Un alambique, viales de múltiples formas y colores en estantes y sobre hornillos, tarros con esencias y componentes, una prensa...

- Bienvenida a mi mundo, Jasmine.