domingo, 4 de octubre de 2009

Interludio I


- Al principio no sabía qué creer. O estaba loca o intentaba tomarme el pelo.

Imoen cepillaba a Uñitas con fruición a la luz del atardecer, y el dientes de sable la dejaba hacer entre ronroneos de satisfacción.

- Imagínate la escena: Una jovencita que no parecía retener un nombre en su memoria aunque su vida dependiera de ello, con la cara marcada por una cicatriz y a la que le faltaba un ojo y, sin embargo, más hermosa y perspicaz que la más fina cortesana de Ventormenta.

El gruñido interrogativo de Uñitas no pasó desapercibido para Imoen.

- Por supuesto que no. Ni por asomo pude pensar que la cosa iría tan lejos ¿Por quién me has tomado? Sabes que no puedo permitirme esos vínculos tan estrechos.

Otro gruñido.

- Sí, me cayó bien, no pude evitarlo. Tras tantos meses buscando a Trisaga, Klode era como un oasis en medio del desierto, más aún sabiendo que Tristán estaba entre la vida y la muerte en esos momentos. Encontrar a alguien tan jovial y lleno de vida no es habitual en los tiempos que corren.

Un maullido grave.

- Sí, esos mismos días conocí a Zoë e Irinna, si mal no recuerdo, y sabes de sobra lo que pasó tanto con una como con la otra. Mi habitual “simpatía”, ya sabes. Si hubiera sido por la posadera, servidora habría acabado haciendo compañía a los peces de Theramore cualquiera de esas noches. En cuanto a Averil…Zoë, en aquellos momentos aún no me odiaba. Eso sucedió tiempo después, en Menethil, cuando acompañé a Klode a Rasganorte. Te juro que estuve a punto de azotar a esa testaruda criatura. Se puso frenética por una estúpida máscara.

Un gruñido sordo.

- ¿Eh? Sí, Klode conocía a Trisaga de antes. Ya en aquel entonces la tenía en alta estima ¿Recuerdas las cicatrices de Klode? Ésas que le van desde el rostro hasta la cadera. Trisaga fue quien la sanó lo mejor que pudo cuando la llevaron medio muerta al hospital de Shattrath. ¿Cómo podría yo suponer que Klode se iría por su cuenta a intentar rescatarla?

Un leve gemido.

- No intentes disculparme. Las voces que me atormentaban no son excusa. La culpa fue mía y sólo mía. Me fui de la lengua como una principiante recién llegada al SI:7, y cuando me quise dar cuenta ya era tarde. Supuse que Klode no me había oído, y aunque lo hubiera hecho no tenía forma de suponer lo que Klode iba a hacer. Acababa de conocerla y aún no sabía de lo que es capaz. , de la brecha que abría en su coraza exterior, pero por una vez no le importó. Klode había irrumpido en su vida como un torrente y había hecho tambalearse los pilares mismos de su existencia.