viernes, 12 de junio de 2009

La niebla de Azshara II


Arrebujada en mi manta, me apoyé contra la pared, inmersa en las sombras frente a la puerta del habitáculo que ocupaba. Mientras lo hacía no pude evitar recordar a mi marido. Él me enseñó esos pequeños trucos, estratagemas sencillas que me han sacado de atolladeros en más de una ocasión. Anthrocus…largo tiempo perdido, dado por muerto en acto de servicio y aparecido de la nada convertido en comerciante de pocos escrúpulos. Era una suerte que él pensara que estoy muerta. No podría soportar vivir con alguien así.

El comunicador volvió a chasquear y me apresuré a desconectarlo. Ya era noche cerrada y podría atraer alguna alimaña. De todos modos, funcionaba mal desde que puse pie en el templo. Unas palabras fragmentadas de una voz femenina fue lo último que escuché antes de que dejara de funcionar. Dudo que alguien me oyera expresar en alta voz mi frustración. En ese momento esperaba no necesitar ayuda, aunque estando en Azshara dudo que alguien hubiera podido ayudarme llegado el caso.

Cuando me disponía a dormir, algo pasó por delante de la puerta. Una silueta blanca que parecía envuelta en oscuridad. Al instante me acerqué a la puerta y vi a esa misteriosa figura ascender por el templo. Cuando pasó junto a una de las grietas de los muros la luna la iluminó brevemente y ahogué un grito. La figura era claramente humanoide. Parecía cubrirse con una túnica blanca, pero rota y desgarrada y tenía su largo cabello blanco pegado a los hombros, como si estuviera empapado. Tras ella ondeaban lo que parecían unas enormes alas intangibles hechas de oscura niebla. La figura ascendió hacia la parte superior del templo y la perdí de vista.

Mientras decidía qué hacer algo cambió. De repente se hizo el silencio y comencé a sentir un desasosiego que fue creciendo por momentos. Entonces lo oí. Alguien cantaba y la voz parecía provenir del lugar hacia donde había ido el espectro, porque no encuentro otras palabras para definirlo. En cuestión de segundos el aire se volvió turbio y un cúmulo de emociones me invadió. Desconsuelo, desasosiego, desesperanza, tristeza, nostalgia, melancolía…todas pugnando por hacerse con el control de mi mente y sumergirme en semejante vorágine. Caí de hinojos sin poder evitar sollozar desconsoladamente. Imágenes de mi antigua vida pasaron por mi mente en rápida sucesión. Mi casa, mis niñas, las risas, las flores recién cortadas…la noche en que lo perdí todo y en la que pensé que yo misma me perdería…la huida de mis captores…las cavernas…la desorientación y el terror tras cada uno de mis ataques de sombras…el averiguar que mis hijas pensaban que estaba muerta…

Por un momento me sentí desfallecer. Sólo quería morir, dejarme llevar por la pena que aquel canto hermoso y lleno de dolor parecía transmitir. No sé que impidió que me seccionara las muñecas con mi daga en aquel mismo instante. Habría sido tan sencillo dejarme morir lentamente, notando cómo se me escapaba la vida…

No sé cuánto tiempo estuve allí hasta que me di cuenta de que el canto había cesado. Me arrastré hasta un lugar seguro y vi al espectro descender. Al pasar nuevamente junto a la grieta puede verle la cara. La mirada perdida cargada de tristeza…las finas líneas de su rostro…sus alas, otrora inmensas e imponentes y que ahora parecían rotas, desmayadas. Semejaba una elfa o, al menos, haberlo sido alguna vez. Me acurruqué con miedo a ser vista y a ser castigada por osar mirar tan hermosa faz. Sé que si en ese momento ella me lo hubiera ordenado habría saltado al vacío desde lo más alto del templo. Pero no fue así, y pronto caí en un sueño intranquilo.

Desperté sobresaltada con las primeras luces del alba y volví a mi cubículo, donde comencé a escribir febrilmente intentando no olvidar nada. No sé si finalmente saldré de aquí con vida, pero si muero al menos alguien podrá saber lo que me pasó. Eso si los murloc no encuentran este escrito primero, claro está.

Debo haberme vuelto loca. O tal vez no. ¿Quién sabe?

Esta noche lo sabré con seguridad, porque voy a volver. Espero no pagar cara mi osadía, pero necesito volver a verla, a oírla, a sentir esa aura que desprende, aunque vuelva a sumirme en la más absoluta de las congojas. De alguna manera, creo que el destino de esa criatura, de esa presencia, está ligado al mío. No existe un nexo racional, pero sé que, de alguna manera, es así.

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