jueves, 4 de febrero de 2010
Asuntos Pendientes XXV
- Cuida de ella, Brom. ¿Lo harás?
- Menuda estupidez. ¿Por qué tuve que decirle eso a Brom cuando me iba?
Ese pensamiento la había perseguido tan pronto como dejó atrás Pino Ámbar y aún ahora, cuando llevaba varias horas en su taller, tumbada en su catre, no la había abandonado.
- Ella es más que capaz de cuidarse solita. Ya lo hizo en el pasado y ahora que ha vuelto (que ha vuelto de entre los muertos) no creo que sea diferente, ¿no?
El murmullo que llegaba desde la calle había ido creciendo en las últimas horas. Parecía que el cambio de Alcalde en la ciudad era una realidad al fin y al cabo, y la gente se movía entre el desconcierto y la conformidad con los resultados de las votaciones. Pero eso no era algo que preocupara a Imoen en esos momentos.
Aparte de ese sonido, el taller estaba anormalmente silencioso a su alrededor. Había dado a sus empleados unos días libres. Necesitaba pensar y su taller era el mejor sitio para ello, rodeada del agradable aroma del cuero y la salmuera, junto al intenso y penetrante olor de las soluciones de curtido. Mirando al techo, se preguntó por enésima vez si estaría haciendo lo correcto o si la promesa que había hecho le pasaría factura en el futuro..
-¿También estarás muerta para ella?
- Esa niña es feliz con lo que es ahora. No le arrebataré su felicidad. Y yo soy feliz sólo sabiendo que está viva y que está bien. Nunca jamás la perderé de vista, pero has de prometerme que nunca le dirás quien soy en realidad.
- …
- Prométemelo, Imoen.
- …
- Prométemelo.
…
…
- Lo prometo.
El alivio que sintió Liessel no le pasó desapercibido a Imoen.
- Que sepas que todavía no he descartado tirarte por el barranco.
- Yo tampoco.
La mirada de Liessel al contestarle no le había pasado desapercibida. Una mirada antigua, en lucha constante contra su conflicto interior, aún pensando en si debía vivir o no, pero ahora cargada de una nueva esperanza. Era tan…humana…
- Realmente está viva, maldita sea. (¿Lo está?) El cómo no lo sé. Lo que dijo Charles está muy bien como teoría y me lo tragaría si me hubiera encontrado con una renegada más pero su piel…su rostro… eran realmente humanos, sin rastro de plaga por ninguna parte.
El ruido en la calle variaba nuevamente su volumen. Subía y bajaba, casi como el río de Pino Ámbar.
- Eso fue lo que me impidió arrojarla por el acantilado, o intentarlo al menos. Eso y… (Trisaga) Trisaga. Si lo hubiera hecho, ella habría acabado sabiéndolo y no sé qué es lo que habría pasado. ¿Lo habría entendido?
Imoen movió la cabeza, pensativa. El último año y medio había sido muy complicado. La muerte de Liessel, la transformación de Trisaga, los intentos de asesinato de Tristán, la desaparición de Rictus…todo parecía conspirar para negar a la joven un poco de tranquilidad. Incluso Klode estaba más lejos de ella que nunca.
- Klode, mi dulce mariposa. ¿Por qué has tenido que irte con los escarlatas? Ellos llenaron tu hermoso cuerpo de cicatrices, te hicieron sufrir física y psíquicamente. Te violaron y tú…tú has vuelto a ellos. ¿Por qué? Digan lo que digan el Embate y la Cruzada son el mismo perro con distinto collar. Lo sé, lo he visto…
En el camino de vuelta desde Pino Ámbar, Imoen había decidido tomar el barco en Valgarde y regresar a Ventormenta vía Menethil en vez de coger el barco directo desde Tundra Boreal. El recorrido extra en los Reinos del Este compensaba con creces el traslado de una punta a otra de Rasganorte. Era, además, una buena ocasión para ver a Zoe y comprobar cómo estaba. Aunque se moría de ganas de decirle lo de Lieseel, había prometido no decírselo a nadie, sobre todo a Trisaga y Zoe.
Su sorpresa fue mayúscula cuando encontró el puerto de bote en bote. “El Sueño de Liessel” era un hervidero de actividad, lleno de estibadores que cargaban víveres y útiles de guerra. De Zoe no había ni rastro.
- No podías quedarte tranquilito en Theramore, Tristán. No, tenías que organizar una cruzada contra Arthas. Pues esta vez no cuentes conmigo. Tengo cosas más importantes de las que ocuparme, al menos de momento.
Vestida con ropa de calle, usando uno de sus alias, Imoen se dirigía a la posada cuando se encontró con ella. ¡Liessel! ¿Cómo era posible que hubiera llegado antes que ella? Rápidamente, Imoen fue puesta al día del devenir de los hechos, salvo el paradero de Zoe. Liessel no sabía nada y no se atrevía a preguntar por ella para no levantar sospechas. Afortunadamente, Imoen sabía perfectamente a quién preguntar, aunque lo que le contó Angeliss acerca de heridas en sueños no le gustó nada. A Liessel, como es de suponer, menos aún.
- Y entonces apareciste tú. Mi amor, mi vida. ¿Tanto te he hecho sufrir como para que los Dioses te hayan hecho elegir un camino en el que yo sufro?
Cuando se disponía a abandonar la zona, Imoen se topó con Klode. La joven vestía el tabardo con la llama escarlata. Así que era cierto. A pesar de la carta de Klode, Imoen se negaba a creerlo, pero allí estaba, frente a ella.
- Me lo dejaste bien claro, amor. Crees que su causa es justa y que serás útil estando con ellos. Crees que si realmente te amo lo entenderé. ¿Sigues siendo tan ingenua como siempre o yo me he vuelto más cínica aún? Pero claro, tú no has estado en esa cueva. No sabes lo que hay dentro. Yo misma no lo sabía hasta que…
Un estremecimiento recorrió a Imoen al recordar los horrores que vio en cierta cueva de Corona de Hielo. Sólo sus superiores conocían los detalles. Se le había prohibido decir nada a nadie más, ni siquiera a Tristán.
- ¿Cómo hacerte entender que estás equivocada? (¿De verdad lo está?) Tienes que dejarlos y volver a mí (De la misma forma en que tú has abandonado tus “encargos” ¿no? ¡Ja!)
Imoen echó una mirada recelosa a su alrededor. Nada. El taller estaba tan vacío como cabría esperar. Sólo ella y los útiles propios de un taller de peletería. ¿Estaban volviendo las voces o sería..?
- Yo no tengo conciencia. Dejé de tenerla hace mucho.
Sea como fuere, ya había decidido su línea de acción a corto plazo. Tenía que encontrar a Klode y aclarar las cosas con ella. El resto del mundo tendría que seguir girando sin ella unos días más. Y en cuanto a Liessel…
- Tendré que fiarme de ella de momento. Espero no tener que arrepentirme de ello.
Y, cerrando los ojos, Imoen se sumió en un sueño tranquilo por primera vez en años.